Es indiscutible que nuestro cuerpo es perenne. Las células que componen cada parte del mismo han de cumplir con el ciclo biológico que rige la vida en este planeta: nacer, desarrollarse, reproducirse y morir, pero para que esto ocurra necesitan nutrirse, pues es la Nutrición la encargada de dotarlo de la energía necesaria para que pueda realizar cada proceso.

La nutrición comprende cuatro fases básicas, que son la respiración, la digestión, la circulación y la excreción.

Por lo tanto, en la nutrición de una forma u otra, acaban interviniendo prácticamente todos los sistemas que componen nuestro organismo, sea directa o indirectamente.

En las últimas décadas la Medicina natural ha dedicado mucho esfuerzo al estudio de la nutrición, no sólo a lo que se refiere al análisis y conocimientos de los alimentos que pueden ser beneficiosos, sus combinaciones o su forma de ingerirlos, sino que además, ha puesto mucho empeño en conocer más a fondo cómo funciona este proceso, qué interviene en él y su estrecha relación con mantener un estado de salud óptimo, es decir, prevenir la enfermedad e incluso curarla.

Tanto la oncología como la reumatología, entre otros campos de la medicina, actualmente, se sirven de planes de nutrición concretos para el tratamiento de enfermedades degenerativas en estados iniciales, habiendo logrado ya en algunos casos detener su evolución, en otros remitirla e incluso curarla.

Sin embargo, y pese a lo realmente importante que es la nutrición para nuestra salud, no es lo único.

¿Qué más interviene en el mantenimiento de la salud?

Sabemos que nuestro cuerpo está condicionado por algo mucho más sutil e intangible que se alberga en nuestra misteriosa mente, ubicada en el cerebro.

De hecho, se llega a considerar el pensamiento como otro tipo de nutriente para nuestro Ser.

Numeroso estudios han observado que existe una estrecha relación entre nuestros pensamientos y el desarrollo de determinadas enfermedades. Si nuestros pensamientos son negativos de forma sostenida en el tiempo devienen tóxicos y motivan la aparición dolencias, esto es algo que todos hemos podido experimentar.

Si son positivos, ofrecen un efecto beneficioso que apoya la preservación de nuestra salud, contribuyendo al buen funcionamiento de esta máquina orgánica perfecta que es nuestro cuerpo.

Por lo que hablar de nutrición, descanso y ejercicio como los únicos elementos clave para el cuidado y mejora de nuestra salud, sería quedarse a mitad de camino.

Hoy en día oímos hablar mucho de métodos como el Mindfulness o la meditación, y es que lo que proponen estos métodos en conectar con nuestro interior para conocerlo, aceptarlo y desde ahí iniciar un camino de crecimiento personal en el que dirigiremos nuestros pensamientos hacia la solución y no hacia el problema, hacia el bienestar y no hacia el drama, hacia el amor y no hacia la rabia, la impotencia o el miedo.

La medicina oriental desde hace milenios relaciona el cuerpo con la mente y ésta, a su vez, con las emociones y el alma, considerando que nuestro estado óptimo de salud depende del equilibrio entre Los cuatro cuerpos: Orgánico, Eléctrico, Mental y Espritual.

Y es que efectivamente, aunque nuestro organismo está compuesto por células, éstas a su vez lo están por átomos, y éstos por paquetes de energía.

Retomando algunas ideas de mis artículos anteriores, observamos que en lo que se refiere al campo de la salud volvemos a lo mismo, a la energía y desde esta a su fuente creadora, la mente.

Parece que vayamos por el camino que vayamos y partamos desde donde partamos, llegaremos al mismo sitio, a ese misterioso lugar desde el que se crean nuestras realidades y desde el que somos y existimos.

Sin embargo, este planteamiento tampoco puede hacernos caer en desdeñar la materia, porque al fin y al cabo es la otra parte esencial que nos compone, y como tal, es susceptible a deteriorarse.

Entonces, ¿qué hacer para vivir más y mejor?

Nuestro cuerpo es, en definitiva, el vehículo que nos permite caminar por la vida, por lo que para que se mantenga en buenas condiciones debemos atender sabiamente a los cuatro pilares que permiten que este no se deteriore de forma prematura, y estos son el descanso, la nutrición, el ejercicio y el pensamiento/actitud positiva.

Al fin y al cabo hace dos cientos años hubiera sido impensable que el promedio de vida alcanzara los ochenta años y en cambio hoy ya estamos pensando que las nuevas generaciones superarán los cien.

Lo que parece estar cada vez más claro es que nuestro cuerpo es más capaz de lo que realmente hemos querido creer siempre pero para ello debemos entrenar también nuestra mente .