En el artículo anterior Duermo luego sueño: el lenguaje oculto de la mente hice mención a la energía que nuestro cerebro genera durante la fase REM del sueño. Comentaba que, así como el cuerpo se halla en un estado de atonía esqueleto-muscular, paradójicamente el cerebro se halla en su estado de máxima actividad generando una cantidad enorme de energía. Durante la fase de sueño REM se producen irregularidades dentro de los cambios fisiológicos que de por sí ya se producen cuando dormimos.

Por ejemplo, en la actividad cardiovascular se observan variaciones que alcanzan los valores máximos y mínimos de la noche.

En la respiración observamos un aumento considerable de la frecuencia, siendo además esta irregular y pudiendo depender de cierta activación cortical. En cuanto al sistema nervioso periférico, así como se observa una atonía en la musculatura esquelética, por una inhibición de las motoneuronas, también se observan contracciones de músculos faciales que suelen coincidir con las salvas de movimientos oculares rápidos.

Es obvio que durante el sueño REM nuestra mente genera una importante cantidad de energía, energía que tal vez encuentre su origen en el llamado Subconsciente.

Cuando me aventuré a escribir este artículo estuve buscando una definición de subconsciente que me ayudara a entender qué es exactamente, sin embargo, no hallé nada que aclarase mis dudas.

Y es que probablemente definirlo sea muy complejo. Sin embargo, se me ocurre considerarlo como una especie de lugar, como vendría a ser el Universo, en el que el tiempo y el espacio son relativos y donde se genera una gran cantidad de flujos energéticos inteligentes.

Pero, ¿qué son los flujos de energía inteligente?

Hablo de pensamientos.

Definir qué es un pensamiento es muy complejo. Tal vez podamos considerarlo un sintagma sea conceptual o visual que emite energía, una energía que es capaz de cambiar de estado. Sin embargo, para intentar entender un concepto tan abstracto, tal vez, sea interesante acudir a la física cuántica.

Todos conocemos el átomo con sus partículas subatómicas: el protón, neutrón y el electrón.

Éstas a su vez están constituidas por una serie de paquetes que son energía pura. La particularidad que tienen estos “paquetes de energía” y que lo diferencian de las partículas que le preceden, es que no tienen un comportamiento definido y constante como el resto de la materia por nosotros conocida.

La filosofía cuántica apunta que “estos paquetes de energía” son una probabilidad de existencia en varios puntos del espacio y el tiempo, porque cuando se los pone bajo observación pasan de ser ondas a convertirse en partículas físicas. Es decir, dicha energía se materializa. Pero es que además no se materializa siempre de la misma forma. La cuántica sostiene que tienen inteligencia propia, porque modifican su existencia ante cada nueva observación.

Esto quiere decir que los denominados “Cuantos” tienen la posibilidad de modificar su posición en el tiempo y espacio.

¿Esta modificación vendría regida por el pensamiento?

Nuestros pensamientos y el subconsciente que los genera son energía por lo que es lógico deducir que ésta se comporta de acuerdo a los fundamentos de la física cuántica.

Con esto quiero decir que, en el momento en que nuestro subconsciente genera pensamientos, la posibilidades de que éstos lleguen a materializarse, es decir, a transformarse en una es más que probable. Desde esta perspectiva cabe entonces plantearse que nuestra vida, nuestra existencia se cree desde el subconsciente.

Este planteamiento puede parecer a priori loco o sin sentido, teniendo en cuenta que tendemos a concebir que realidad no hay más que una o que sólo existe una única verdad.

Sin embargo, en el Universo hablar de una única realidad es un concepto que se pierden en su inmensidad. Y si además, atendemos a nuestro proceso cognitivo y a los factores que intervienen en él es más acertado afirmar que existen tantas realidades como pensamientos o secuencias de pensamientos se generen en ese misterioso Universo mental que hemos denominado subconsciente.

Si te fijas, el ser humano siempre ha tenido la sospecha de que, de alguna forma, puede manipular o provocar realidades y cruzar mentalmente el espacio-tiempo. La “brujería” o la “videncia” son claros ejemplos de ello.

A lo largo de la historia muchas personas han sido testigos de casos, a veces espectaculares, que giran en torno a la magia, y es que no se trata de magia, se trata de ciencia y neurociencia.

En el momento en que aprendemos a conectar con nuestro inconsciente, es decir, a entrar desde el consciente en ese poderoso Universo generador de realidades, tenemos la posibilidad de dirigir nuestros pensamientos y por lo tanto construir nuestro camino.

Desde luego, el azar ocupa un papel importante en todo ello, pero no definitivo, pues aunque interfieran factores imprevisibles que empujen a que la energía se salga del itinerario establecido, la tendencia será a que ésta retorne, siempre y cuando no modifiquemos el comportamiento de dicha energía generando pensamientos que la conduzcan en otra dirección.

Nuestra mente es prodigiosa y peculiar respecto a la de otras espacies animales, pues más allá del presente o del recuerdo del pasado, poseemos la capacidad de plantearnos el futuro y eso es, precisamente, lo que nos otorga el poder de poder incidir en él, no sólo desde el lado más tangible y visible, sino también desde el lado más sutil y energético.

Desde luego, nuestro subconsciente es poderoso y alberga numerosos misterios que mantienen activa la inquietud por comprender nuestra existencia y el poder que podemos llegar a ejercer sobe ella.