¿Existen personas con habilidades extrasensoriales?

A lo largo de la historia de la literatura y, posteriormente del cine, se nos han presentado numerosos personajes poseedores de habilidades extrasensoriales hasta el punto que las historias cuyos protagonistas son poseedores de tales poderes han configurado un subgénero dentro de la ciencia ficción o el terror.

Carrie, escrita por Stephen King en 1974 y llevada posteriormente a la pantalla por el entonces joven director Brian de Palma, en 1976, es un claro ejemplo de ello. También lo es el relato corto de Philip K.

Dick “El informe de la minoría”, 1956, del que nació más tarde, el guión de la popular película de Steven Spielberg “Minority Report”, estrenada en 2002. A menudo, este tipo de personajes son presentados como peligrosos o desencadenadores de situaciones que hacen que nos cuestionemos y relativicemos la realidad, criados o condenados a vivir en entornos traumáticos en los que han sido o son víctimas de violencia, represión y crueldad.

Sin embargo, como toda ficción nace de una realidad, normalmente menos extravagante y llamativa desde un punto de vista visual o descriptivo, pero no por ello menos impresionante.

Fue a mitad del s. XX cuando desde diferentes investigaciones y experimentos aparecieron publicaciones en las que dieron a entender que estos fenómenos existen.

La obra de Charles Hoy Fort y los experimentos de J.B. Rhine en la Universidad de Duke, catalogados de pseudocientíficos, abrieron una profunda brecha que hoy todavía inquieta y en la que se sigue investigando.

Las habilidades extrasensoriales son descritas como aquellas capacidades que poseen o llegan a desarrollar determinados individuos que les permiten percibir sucesos, incluso intervenir en ellos, desde canales distintos a los cinco sentidos convencionales.

Dentro de las habilidades o poderes extrasensoriales se han clasificado diferentes tipos: telepatía, precognosciencia, viaje astral o viajes en sueños, xenoglosia (que es la capacidad para hablar lenguas que se desconocen), pantomnesia (que es la habilidad para recordar sucesos de forma detallada, también llamada memoria fotográfica), etc.

Hay autores que insisten en no considerar dentro de este grupo aquellas capacidades que permiten a su poseedor actuar directamente sobre el entorno, como ocurre con la telekinesis o la manipulación mental, sin embargo, no tiene sentido porque desde la precognición, los viajes astrales, entre otras, se puede producir tal intervención de igual forma. Sólo el hecho de evitar que algo suceda, o usar la información recabada para cambiar el rumbo de algo, ya es interferir sobre el libre albedrío.

Sea como fuere pensar que puedan existir personas con estas habilidades resulta para muchos inquietante y sobrecogedor, cuando en realidad, vivir cerca de estas personas, más que un peligro puede ser una gran ventaja.

En la naturaleza se ha detectado que estas habilidades también las poseen otras especiales animales. Por ejemplo, las arañas son precogniscientes y esta habilidad, precisamente, es la que les ayuda a sobrevivir en un entorno de peligros, pues su pequeño tamaño, en proporción con los animales mamíferos, las hace susceptibles a morir fácilmente aplastadas. O la telepatía, detectada en los delfines.

¿Por qué el ser humano rechaza estas habilidades en otros seres humanos?

Parece que exista un miedo a que alguien sepa lo que nos puede suceder y nos lo comunique, o a que alguien pueda obtener información sobre nosotros sin que decidamos contárselo directamente e incluso pueda comunicarse de forma sutil y a distancia sin la palabra o el gesto.

Y es curioso porque desde la tecnología, al fin y al cabo, hemos trabajado para lograr esto de forma rápida y efectiva, sin que nos asuste. Las telecomunicaciones no dejan de representar precisamente la comunicación sutil y a distancia, al igual que la realidad virtual no deja de ser una simulación de los viajes astrales. Y es que no sólo eso, respecto a la precognición existen numerosos programas que nos ayudan a tomar decisiones, basados en algoritmos y cálculo de probabilidades. Sin embargo, el ser humano se ha educado en otorgar, sin censura, habilidades extraordinarias a la máquina, rechazando y sentenciando al individuo que es capaz de desarrollarlas del mismo modo.