Cuando se inició la Operación Balmis, las Fuerzas Armadas tuvieron que reconvertir su acción primigenia de defensa nacional a las tareas de contención de la epidemia que la situación exigía, de este modo unidades especializadas se encontraron desde desinfectar infraestructuras de toda clase, montar hospitales de campaña u apoyar la acción de las clínicas desbordadas de afectados por el COVID-19 o patrullar las calles para preservar la cuarentena.
Unas misiones para las que hubo que aprender sobre la marcha, deprisa y que en poco tenían que ver con la misión original para las que fueron creadas.
Un ejemplo de esto fue el Regimiento de Guerra Electrónica nº 31, REW 31, el cual tuvo que aparcar su misión original y actuar en el campo radioeléctrico: perturbando las comunicaciones del enemigo, alterando sus radares, lanzando ataques informáticos al adversario y protegiendo las fuerzas propias de las interferencias electrónicas enemigas, mantener la cobertura radar operativa ante las perturbaciones adversarias o bloqueando los virus informáticos lanzados por el oponente. La lucha era esta vez contra otro tipo de virus.
Y esta lucha ha dejado en esta unidad, y por ende en todas las FAS, una profunda huella emocional por el coste humano que esta epidemia ha provocado.
El REW 31 en la Operación Balmis
Como el resto de unidades de las FAS, el REW 31 volcó sus esfuerzos en la Operación Balmis en un intento común de paliar la crisis, llegando a implicar hasta 500 de sus efectivos en distintas tareas de la operación que incluyeron: 24 misiones de descontaminación de infraestructuras, 8 misiones de patrulla y presencia en las calles en 22 localidades de distintas provincias.
Hasta seis misiones de apoyo logístico a estructuras sanitarias montadas para atenuar la crisis como la montada en el IFEMA, e intervenciones directas en hospitales como el Gómez Ulla o el Hospital Infanta Leonor en Madrid, donde además de apoyar con la logística necesaria y desinfectar repetidamente sus instalaciones, los soldados convivieron y acompañaron a los enfermos de Coronavirus en este angustioso trance dejando en ellos marcas indelebles.
La intensidad de este contacto forzó a que 48 efectivos de la unidad tuvieran que guardar cuarentena en prevención que hubieran contraído el virus, pero este riesgo es mínimo frente a lo dura que fue la marca emocional al implicarse en la misión.
El testimonio de la tragedia
Y al respecto en una visita que la Ministra de Defensa realizó a la sede del REW 31 en la localidad del Pardo para agradecer la labor del regimiento, quedó claro que aparte de los informes, las estadísticas y las felicitaciones oficiales. Pudo conocerse en primera persona de la intensidad de la experiencia, que ha sido para los uniformados este contacto con afectados por el Coronavirus, por los testimonios directos que los mismos militares del regimiento relataron.
De esta manera, una capitán relató la escena en que estuvo tranquilizando a un enfermo por COVID -19 cuando le cambiaban el respirador, el dato que el paciente sufría un trastorno psicológico que le provocaba estallidos de violencia fue lo meritorio del caso, pues la oficial supo mantenerlo tranquilo, sin alterarse cuando se realizó el canje de respirador.
O el caso de una comandante que recordó todas las muestras de agradecimiento, que se recibieron por la atención en los hospitales tanto de los enfermos como de los sanitarios, e incluso se regaló a los soldados una partida de botellas de agua fabricada para la ocasión con la inscripción: "Gracias héroes".
El impacto personal
Muy emotivo fue el testimonio de un soldado del REW 31, al que el azar le llevó a realizar tareas de desinfección del Hospital Infanta Leonor donde precisamente su padre estaba ingresado afectado por Coronavirus, tras conocer la circunstancia pidió permiso a sus superiores para poder visitarlo, petición que le fue concedida: “Me dejaron ver a mi padre con todo el equipo puesto.
Estuve un rato con él”.
Emocionado, relató como pudo transmitirle ánimos que sin duda le ayudaran más que muchos tratamientos en superar la enfermedad, “Yo le di ese positivismo para salir y por eso agradezco a mis jefes ese apoyo”.
Pues el paciente superó el virus y fue dado de alta tras vencer al COVID-19, aunque como a muchos enfermos recuperados de Coronavirus le han quedado secuelas de las que a este momento está convaleciente y le obligan a mantener una baja laboral de su trabajo de vigilante de seguridad.
De cara frente a la tragedia
Una cabo del regimiento contó también como en el Gómez Ulla conoció a un enfermo de Coronavirus con el que trabó amistad pasando a verle periódicamente, cuando servia en el hospital: “Durante mis rondas pasaba a verle y, en una de ellas, recé un Padre Nuestro con él".
Desgraciadamente en esta ocasión no hubo un final feliz, la enfermedad pudo más que el paciente y este falleció: "Una noche me enteré que subían una camilla mortuoria a su planta, me temí lo peor y efectivamente era él".
El impacto personal fue evidente: "Cuando falleció se me encogió el corazón, no pude evitar las lágrimas”. Pero con todo y pese al dolor la cabo mantuvo la marcialidad de su condición de soldado y declaró: “Nunca pensé en verme en una situación así, a pesar de ser militar. Esta experiencia me ha hecho crecer como persona y como militar, y estoy orgullosa de haber servido en esa misión a España”.
Tras oír este relato, la ministra Robles anunció la intención de contactar con la familia del fallecido con la cabo para compartir la experiencia y que no se pierda ese vínculo.
La misma ministra puso el epitafio a este homenaje a la labor del REW 31 que se extiende a todas las unidades de las FAS implicadas en la Operación Balmis: “La humanidad con la que las Fuerzas Armadas han tratado a los fallecidos. No han estado solos, que los hombres y mujeres de los Ejércitos han estado acompañándoles”.