A tres semanas desde que se celebraron las elecciones presidenciales en EEUU, Donald Trump se ha visto obligado a autorizar a la Administración General de Servicios, GSA y a su directora, Emily Murphy, a que empiece la transmisión de poderes con la entrante administración Biden, un paso burocrático necesario para que el relevo en la Casa Blanca se produzca de manera ordenada.

Aunque haya sido la misma directora Murphy la que anunció que es ella la que inicia los trámites de manera "independiente" y "siguiendo las informaciones disponibles", como desligando esta acción de la presidencia de Trump, que todavía no ha admitido su derrota electoral y sigue peleando en los tribunales para revertir los resultados, una muestra clara de que el presidente saliente pretende mantener la lucha por la presidencia hasta el final, aunque cada día reciba reveses judiciales.

Los jueces reprochan a Trump la falta de consistencia de sus argumentos y la inexistencia de pruebas que aporta en sus querellas, rechazando por ello sus recursos. En tema de recuentos electorales, Trump llegó a presionar por carta a dos legisladores republicanos para que invalidaran los resultados de Michigan, cosa que no hicieron y los votos electorales, 12, fueron finalmente para Biden.

Una transición complicada

La GSA se encarga de mantener los servicios administrativos de EEUU en funcionamiento en todo momento y cuando tienen lugar los relevos de poder y supervisa que los servicios del estado sigan funcionando mientras sale y entra una y otra administración.

Por ello, su trabajo es el primero que se tiene en cuenta cuando hay un cambio en la presidencia, para mantener que el Estado siga presentando servicios esenciales en todo momento, después se produce el traspaso de poderes en el resto de administraciones.

Por ello, es esta agencia donde tiene lugar el primer escenario de traspaso de poderes y en este caso ha sido su directora Murphy la que se ha puesto en contacto con Joe Biden mediante carta, para ponerse a su disposición y realizar la transición y que: "Esos recursos y servicios estén disponibles para usted".

De hecho, este primer paso en la transición permite a la administración Biden una primera inyección de 7,5 millones de dólares precisamente para financiar los procesos de cambio de poder y disponer de acceso a las secciones primarias de inteligencia, este proceso de transición apenas ha dado un primer paso y todavía tendrá que avanzar, y muy rápido, hasta la toma de posesión del nuevo presidente el próximo 20 de enero.

Biden prepara su gobierno

Pese a las cortapisas del presidente saliente, el equipo del presidente electo sigue el proceso de transición indiferente a las zancadillas de la administración Trump, de este modo el anuncio de que personajes de reconocido talante liberal formarán parte de su gobierno, vaticina un cambio radical en la futura política de Estados Unidos.

De este modo, Anthony Blinken será el próximo Secretario de Estado, una afroamericana, Linda Thomas Grenfield, será la embajadora ante la ONU, o que el antiguo Secretario de Estado, John Kerry, se encargará de la lucha contra el cambio climático; un cubano americano, el senador Mallorca, se encargará de las políticas de inmigración o que una mujer, la actual subdirectora de la CIA, se pondrá al frente de la inteligencia de EEUU.

Todos estos anuncios hacen pensar que se prepara un cambio trascendental de la política exterior americana basada en recuperar la relación con los aliados y restablecer los tratados internacionales derogados por la actual administración.

Donald Trump se aferra a un clavo ardiendo

Con todo este primer paso, más forzado por las circunstancias que otra cosa, no significa que Trump haya arrojado la toalla y renuncie a la presidencia así como así, pues pese a que ya son varios los tribunales que han rechazado sus alegaciones o a lo sumo solo hayan admitido disfunciones parciales propias de todo proceso electoral y que son fácilmente corregibles.

Además, senadores y cabezas prominentes del partido republicano le han pedido que recapacite y no se obceque en una lucha sin sentido, más propia de un dictador de un país del tercer mundo que no acepta perder en las urnas.

Pese a ello, aparentemente los analistas políticos no piensan que Trump vaya a aceptar de buenas su derrota electoral y proceder a una entrega de poderes "elegante", quizás obcecado por esa imagen hollywodense de ganador a la americana y triunfador en los negocios que nunca fracasa y jamás es derrotado siendo más rico y ostentoso cada día, sin entender que una cosa es llevar un negocio a la cumbre y otra el sistema democrático donde los triunfos se miden por los votos en las urnas y no por el balance económico. Es por esto que se espera todavía mucha batalla antes que Joe Biden pueda jurar su cargo.