La visita de la Ministra de Defensa al Mando de Operaciones en su base en Retamares, para ser puesta al día del trabajo de las diferentes Unidades de Evaluación Epidemiológica, UVE, que las Fuerzas Armadas tienen desplegadas en cada Comunidad Autónoma, podría haber sido una simple reunión de trabajo, con sus estadísticas, números y cifras.
Hasta conocerse la labor de un cabo anónimo de las FAS que superando su tarea de rastreador epidemiológico, dejó alma y vida para advertir a un paciente que estaba afectado por el COVID-19 y por tanto debía tomar las precauciones adecuadas.
Una reunión rutinaria, en principio
En una convocatoria habitual ante los medios de comunicación, el Ministerio de Defensa reunió a periodistas especializados en temas de defensa y FAS para cubrir una vídeo conferencia con las diferentes Unidades de Verificación Epìdemiológica, que las Fuerzas Armadas tienen desplegadas por la geografía española, salvo Cataluña y Euskadi, que han rechazado su participación, que con rastreadores especializados tratan de identificar y acotar la expansión del Coronavirus.
Todas las intervenciones de los jefes de las UVE eran correctas: números de rastreadores, cantidad de secciones, elementos de apoyo, llamadas realizadas, desinfección de infraestructuras, logística desplegada en apoyo a la población civil, listas de efectivos dedicados a la tarea de rastreo con 3.000 implicados hasta la fecha y hasta 7.000 para completar el despliegue, etc.
En conjunto, un número de estadísticas positivas pero que no sirven más que para ilustrar el compromiso de las FAS en la lucha contra la COVID-19, algo ya sabido. Y parecía que toda la reunión iba a ser esa simple serie de datos hasta que el comandante del Ejército del Aire, Juan Francisco Ortuño, jefe de la UVE de Murcia, contó la historia de uno de sus cabos, uno más de los 110 rastreadores militares que componen la UVE en operaciones en la Comunidad de Murcia.
Una localización incógnita
A cada sección de rastreo de las FAS se le asigna a diario una lista de personas que se han realizado la prueba PCR de detección del coronavirus y esta ha dado positivo, se localiza a los pacientes por teléfono y se les informa de las medidas a tomar y en ese proceso un cabo de la UVE de Murcia se sorprendió de que el numero de un positivo por coronavirus al que llamaba daba siempre el mensaje grabado: "El teléfono al que llama tiene restringidas las llamadas entrantes, no es posible contestar".
Sin desanimarse por ello, y con la idea que de no advertir al paciente podría ser un vector de infección, el cabo en cuestión, "erre que erre" como definió su comandante, trató de contactar con el sujeto usando otros números de teléfono para encontrarse con la misma respuesta grabada de llamadas restringidas.
Perseveró el rastreador militar en su empeño y al comprobar que fuera el que fuera, la respuesta automática era la de siempre, buscó otros caminos y eso pese al calificativo de sus compañeros que le decían que seguía: "erre que ere".
Buscando líneas de investigación
El cabo rastreador, decidió entonces tirar de archivo en cuanto nombres, localización de las pruebas realizadas y áreas de residencia de los ciudadanos testados con la pruebas de coronavirus y por ese camino encontró a la madre del paciente que buscaba.
Tristemente, al ser esta una mujer muy anciana y afectada por las Enfermedades degenerativas que habitualmente afectan a las personas de edad, no pudo obtener ninguna información concreta, aunque un paso trascendental se alcanzó al conseguir el teléfono del médico de familia del paciente buscado, esta pista resultó ser vital.
Fin de la búsqueda
Sin desfallecer el cabo encargado, ya apodado "erre que erre" por sus compañeros por su empeño en la búsqueda, contactó con el médico familiar en cuestión que aportó una información vital, el paciente es sordomudo y por ello mantiene siempre su teléfono bloqueado de llamadas y solo se comunica por Whatsapp y de ninguna otra manera usando el teléfono.
Con este canal conocido, este cabo rastreador de las FAS destacado en Murcia pudo contactar con su paciente e informarle de su positivo en COVID-19 y advertirle de las precauciones a tomar.
La conversación escrita por teléfono móvil y cuajada de incredulidad y sorpresa al principio paso después a la complicidad, luego a la simpatía y después al pleno y total agradecimiento de paciente a rastreador por advertirle del peligro, manteniendo el contacto ambos en carácter amistoso desde entonces.
Una acción de las miles que los rastreadores civiles y militares realizan a diario y que en este aspecto le ha valido al cabo rastreador protagonista el sobrenombre otorgado por sus compañeros de "Cabo erre que erre", un apelativo en positivo que por su perseverancia se merece.