Estamos cerca de que se cumpla el año desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró oficialmente el estado de pandemia global por COVID-19. Desde entonces hasta ahora, nuestro vivir cotidiano se ha visto afectado de manera ostensible, pues hemos tenido que aprender a vivir con la llamada "nueva normalidad"; después de haber pasado meses recluidos, sin ver a nuestros seres queridos o sin poder ir a trabajar.

Si bien es cierto que esta situación no ha estado exenta de momentos positivos, solidaridad, empatía e introspección, no lo es menos que ha despertado en nosotros sensaciones y estados negativos; lo cual afecta a nuestra salud física, mental y/o emocional: cansancio, incertidumbre, ansiedad e incluso depresión son algunos de los síntomas derivados de la fatiga pandémica.

La psicóloga Laura Fuster, de Psicólogos Valencia, informa que en situaciones en la que hay un patógeno que provoca daños constatables cada día, es lógico que se active de manera acusada nuestro sistema de ansiedad para evitar que caigamos enfermos. "El peligro viene cuando el estrés se mantiene durante demasiado tiempo", afirma; añadiendo que es entonces cuando se pueden producir trastornos del sueño y alimentación, disminución del estado de ánimo y cansancio crónico.

En qué consiste la fatiga pandémica

Según Fuster, la OMS ha puesto nombre a los síntomas derivados de esta situación y los engloba con el nombre de "fatiga pandémica". Además, señala, según la citada organización, el 60% de la población europea los padece.

"Después de meses luchando contra el Coronavirus, muchos de nuestros hábitos de vida han cambiado", comenta la psicóloga. Nos hemos visto forzados al uso cotidiano de mascarillas, distancia social, lavado de manos, confinamiento, toque de queda, cierre de negocios, reuniones y aforos limitados, etc. Lo que antes era natural, en estos momentos se torna extraordinario.

Esta es la razón de que un sentimiento de incertidumbre permanente y de desmotivación se adueñen de nosotros, generándonos ansiedad e incluso depresión.

Sin ir más lejos, el 40% de la población española está manifestando síntomas, más o menos acusados, de depresión. Por otro lado, uno de los aspectos negativos que se derivan de la fatiga pandémica, según Laura Fuster, es que puede llevarnos a dejar de seguir las recomendaciones de prevención y protección; con el consiguiente riesgo añadido que esto implica.

Causas de la fatiga pandémica

Las causas de la fatiga pandémica, según Fuster, tendrían su origen en los largos meses de incertidumbre y el cambio en nuestros hábitos. El miedo siempre presente a contraer la enfermedad, el aburrimiento, el aislamiento social, la falta de certidumbre sobre la situación, el enfado o las riñas, provocan que millones de personas sufran de fatiga pandémica en todo el mundo. Estos sentimientos, prolongados en el tiempo, acarrean ansiedad, apatía, tristeza y falta de esperanza en el futuro.

A todo ello, añade la psicóloga, uno de los síntomas remanentes en las personas que han padecido el COVID-19, es precisamente el cansancio y, por tanto cabría afirmar que "padecer coronavirus agota".

El agotamiento se hace extensible pues, no sólo a quien padece o ha padecido la enfermedad, sino también a quienes sufren fatiga pandémica sin haber pasado por ella.

Combatir la fatiga pandémica

Laura Fuster nos aporta una serie de claves que nos pueden ayudar a amortiguar los síntomas de la fatiga pandémica:

- Vigilar el pensamiento: En los pensamientos radica, en no poca medida, el origen de la mayoría de nuestras emociones; quienes, a su vez nos llevan a obrar de una u otra forma. Por ello resulta vital vigilar lo que pensamos. Según Fuster, puede parecernos imposible, pero se hace necesario identificar los pensamientos que nos ocasionan dolor, sustituyéndolos por otros más útiles y agradables que nos aporten emociones saludables y armoniosas con la situación que nos toca vivir.

- Controlar las emociones: Un pensamiento nocivo nos puede ocasionar emociones muy poderosas. No se trata de luchar contra nuestros sentimientos, sino de relativizarnos y saber que, de igual forma que suben, bajan. Este es un proceso normal. Por la mañana podemos levantarnos positivos y, un poco más tarde, caer en la apatía al escuchar las noticias, para volver a estar nuevamente alegres por la tarde o al mediodía, después de haber charlado con un amigo o un familiar. No debe alarmarnos este tipo de altibajos. Sin embargo, si prevalecen los estados negativos la mayor parte del tiempo, es cuando debemos plantearnos la búsqueda de ayuda profesional o un cambio de hábitos que nos saque de la situación.

- Realizar actividades placenteras: No resulta fácil realizar actividades placenteras en estas circunstancias, pero según Laura Fuster, debemos tratar de amoldarnos y practicar aquellas actividades que siempre nos han gustado, sin dejarnos controlar por la apatía. La psicóloga añade que tales actividades son fundamentales para mejorar nuestro estado de ánimo. Debemos buscar aquellas que, además de gustarnos, nos resulten fáciles de llevar a término y sean susceptibles de realizarse a diario.

- No aislarse: Podemos guardar distancia social o física, sin necesidad de aislarnos socialmente. Buscar el contacto con la familia y los amigos a través de las nuevas tecnologías (videoconferencias, llamadas, e-mail, etc.) puede ayudarnos mucho a sentirnos acompañados en todo momento.

- Precaución con las noticias: La información que nos llega hoy en día a través de la televisión, radio, prensa y redes sociales está plagada de noticias sobre la pandemia. No se trata de permanecer desinformados, tanto como de aprender a dosificar la información que recibimos. En este sentido, Laura Fuster aconseja seleccionar un horario para las noticias, como por ejemplo ver sólo un telediario al día.