La economía mundial viene presentando debilidad desde hace un buen tiempo. Hoy se encuentra ante un nuevo escenario nada alentador, que involucra la salud mundial con los medios de producción y desarrollo.Se trata de la pandemia del Coronavirus (COVID-19), el cual ha propinado un fuerte impacto al sistema económico mundial. Especialistas en los campos de salud y financiero han considerado que será elevado el costo en ambos elementos, si bien su repercusión total no se conocerá hasta transcurrido un buen tiempo.
El débil escenario macroeconómico precedente, genera que las economías de mercados emergentes y en desarrollo (MEED) se quebranten ante la tensión económica y financiera, lo que puede reducir la capacidad y eficiencia del respaldo normativo en tiempos donde más se requiere.
Globalidad de las cuarentenas
Cerca de 150 naciones cerraron escuelas y cancelaron espectáculos, comenzando el mes de abril, en un intento por frenar la expansión del virus. 80 de estos países cerraron sus centros de trabajo. Se generalizaron las limitaciones para viajes. El alejamiento social espontáneo de productores y consumidores, unido a las cuarentenas de obligatorio cumplimiento, ocasionaron trastornos en las actividades del comercio mundial, y paralelamente se experimentaba una inestabilidad en los mercados financieros y estrepitosos descensos en los precios del petróleo y metales de la industria.
Las MEED que posiblemente sufrirán impactos económicos a corto plazo, serán aquellas donde los sistemas de atención en salud son débiles y que mayormente está sometidas al comercio internacional, el turismo o las remesas; que están sujetas a las exportaciones de productos básicos, o que muestran debilidades financieras.
Las MEED en su gran mayoría, experimentan una deuda superior ahora, que previo a la crisis económica del mundo, cosa que las convierte en más vulnerables a la tensión financiera.
Perjuicio de largo aliento
El estancamiento financiero extendido deja consecuencias permanentes en la manufactura potencial, mediante la reducción de inversiones y de la innovación; el desgaste del capital humano de los desempleados, y el retroceso del comercio internacional y las relaciones de provisiones.
En las economías que sufren crisis financiera y en los exportadores de energía, el perjuicio ocasionado por el COVID-19 será especialmente grave; por el desplome de los precios del petróleo.
La recesión unida a una inestabilidad financiera podría mermar la producción potencial cerca de 8%, en la media de las MEED, para un tiempo de 5 años; en tanto que en las MEED que exportan energía, una recesión unida a un desplome del costo del petróleo podría reducir la producción potencial en 11%. La última década, a nivel mundial, se ha caracterizado por ser débil el desarrollo de la productividad. Es de esperar que la pandemia menoscabe aún más ese crecimiento.