Apenas había empezado la temporada 2015-2016 cuando Brendan Rodgers dejó el banquillo del Liverpool. Pese a que estuvo cerca de ganar la Premier League en 2014, durante la siguiente temporada solo pudo alcanzar la clasificación para la Europa League, y el despido se antojaba inminente.

Aun así, el club aguantó con él, pero finalmente fue remplazado por Jürgen Klopp en octubre de 2015. De esta manera, el alemán llegó a un equipo mermado por las salidas de Luis Suárez y Sterling, y daba la sensación de que el equipo tardaría mucho tiempo en volver a la élite del fútbol europeo.

Sin embargo, en su primera temporada, Jürgen Klopp guió a los Reds a dos finales, frente al Manchester City en la antiguamente denominada Copa de la Liga y contra el Sevilla en la Europa League. Y aunque fue derrotado en ambas, ya se empezaban a divisar vestigios de aquel Fútbol atractivo y frenético con el que logró dos títulos de Bundesliga con el Borussia Dortmund.

Rozando la Premier League

Parecía obvio que el equipo necesitaba refuerzos si quería seguir en línea ascendente para poder pelear con las grandes potencias del fútbol inglés. Por ello, Mané llegó la temporada siguiente, y junto a Coutinho y Firmino, formaron un tridente que les valió para terminar cuartos y regresar a la Champions League después de tres años de ausencia.

Para la temporada 2017-2018, el gran fichafe fue Salah, quien además sobrepasó todas las expectativas, convirtiéndose en máximo goleador de la Premier League. Y pese a que vendieron a Coutinho a mitad de temporada, Klopp no vio necesario fichar a un mediapunta para cubrir la posición dejada por el brasileño.

Extrañamente, el jugador fichado con parte del dinero recibido fue Virgil Van Dijk, al que ya intentaron traer durante el verano anterior procedente del Southampton.

Desde la llegada del holandés, el conjunto inglés mejoró a pasos agigantados, y tras llegar a la final de la Champions League del año anterior, en esta temporada ha sido el equipo menos goleado de la competición doméstica. Finalmente, y pese a lograr la cifra de 97 puntos, los Reds tuvieron que conformarse con la segunda posición en la tabla.

La ruta hacia la gloria en Madrid

Tras ser encuadrados en un grupo junto a PSG y Nápoles, fue sorprendente la derrota ante el rival más débil, el Estrella Roja, la que complicó sobremanera la clasificación de los ingleses. Por ello, se jugaron la segunda plaza en la última jornada frente al Nápoles en Anfield. Allí, un gol de Salah y una parada salvadora de Alisson clasificaron al conjunto del Merseyside.

Parecía un calco de la eventual final, donde el egipcio y el brasileño volvieron a ser claves frente al Tottenham Hotspur. Por otra parte, el segundo puesto del grupo les determinó un enfrentamiento antes el Bayern de Munich. Tras imponerse en Alemania y dejar al Oporto en la cuneta en los cuartos, llegó el turno del Barcelona.

Aquí parecía el final del camino del Liverpool hasta Madrid. Porque prácticamente nadie esperaba remontar un 3-0 frente a un equipo liderado por Messi, especialmente con las bajas de Salah y Firmino para el encuentro en Anfield. Sin embargo, Origi y Wijnaldum se vistieron de héroes inesperados para destrozar por 4-0 a los catalanes en uno de sus mejores encuentros en la historia de la Copa de Europa.

De esta manera, el Liverpool llegó como favorito a la final de Madrid, y tras adelantarse muy pronto con el tanto de Salah, supieron defenderse ante las acometidas finales de sus rivales londinense, para terminar poniendo la puntilla con el gol de Origi. Así, los Reds ganaron su sexta Copa de Europa, y Klopp su lugar en la historia del conjunto británico.