El TDAH o trastorno por déficit de atención e hiperactividad en adultos es un trastorno que afecta a un 3,4% de la población mundial. Pero lo más significativo es que la mayoría de estas personas no son diagnosticadas a lo largo de toda su vida por ser este un trastorno diagnosticado más fácilmente en la edad infantil. La causa de esta falta de diagnóstico en la adultez está relacionada con el hecho de que los síntomas de hiperactividad reducen con la edad, a la par que crece el déficit de atención. Los síntomas en un adulto con TDAH no diagnosticado a menudo se confunden, no sin injusticia, con dejadez o pasotismo.
Suelen tacharse de personas despistadas, personas que "están en su mundo" y suelen ser los marginados o los raros del grupo. Para estos adultos la vida no es fácil, ya que desde pequeños son protagonistas de calificaciones injustas sin siquiera saber qué les pasa o por qué son así. A menudo son personas que arrastran unas etiquetas injustamente arraigadas por personas cercanas tales como profesores, compañeros de estudios, amigos e incluso familiares.
Síntomas del TDAH en los adultos
El trastorno por déficit de atención en la edad adulta se manifiesta en mayor o menor medida en una serie de síntomas que pueden resumirse en:
- Incapacidad o dificultad para concentrarse y prestar atención.
- Dificultad para empezar y acabar proyectos.
- Ansiedad y nerviosismo.
- Constante olvido en las simples tareas cotidianas.
- Incapacidad de controlar y gestionar el tiempo.
- Impulsividad, pérdida de control y de paciencia.
- Pierden cosas constantemente (las llaves, la cartera...) y pasan parte del día buscando cosas.
- Siempre llegan tarde a las citas y las olvidan con facilidad.
- Suelen tener su lugar de trabajo o su hogar desordenado.
- Suelen tener problemas con las adicciones y con la conducción de vehículos.
El "incomprendido" adulto con TDAH
El mundo del adulto con TDAH, su vida cotidiana, se convierte en una pesadilla para estas personas que con suerte serán diagnosticadas y tratadas farmacológicamente para que su rutina deje de ser una carga para ellos mismos y para los que conviven con ellos.
Para ellos, estar dos minutos sin que se les vengan miles de pensamientos a la vez es mera fantasía. Tienen que convivir día a día con la incapacidad de terminar proyectos, de intentos vanos de organizar sus horas o de no poder visualizar siquiera un atisbo de su futuro o su pasado. Si con suerte un adulto con TDAH consigue acabar una jornada sin tener cien olvidos o sin perder las llaves o el móvil, podrá dar por acabado un día que nada tiene que ver con el de uno que no lo padezca.
Es un estigma que llevan clavado en su vida, durante años y que la sociedad tacha de vaguedad o de simple dejadez. Por suerte, hoy en día los colegios están más preparados para poder distinguir lo que es un niño con TDAH de uno que es rebelde o que simplemente está aburrido. Todo lo que un adulto no diagnosticado necesita es poner nombre a su monstruo, no sentir que es invisible para los demás, poder acabar de leer un libro, dejar de sentir que es una persona que quiere y no puede.
Hay mucho que aprender y mucho que comprender para poder ayudar a personas que no entienden qué les ocurre y que llegan a crecer pensando que son un desastre como hijos, parejas, empresarios, etc...