El Arte es aquel fenómeno que la Real Academia Española define como “Manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros”. Si bien muchos entienden esta palabra como un método comunicativo, de sentimientos, ideologías, hechos históricos, distintas visiones del mundo…, otros asimilan su función estética. Justo aquí es donde nos preguntamos si es realmente imprescindible que el arte cumpla unos requisitos estéticos, o si la belleza es solo algo que nos permite pagar por un cuadro o cualquier otra expresión artística.
¿Es correcto que el arte se use como producto de mercado y no como medio didáctico y transmisor?
El arte es símbolo de riqueza
Desde la Antigüedad, las grandes fortunas del mundo poseían colecciones de arte, con las que competían de manera indirecta, posiblemente por quién tuviera la colección de arte más cuantiosa.
La gente poderosa contrataba los mejores pintores y escultores para engrandecer su ego. Hoy día esto se sigue haciendo, aunque de una forma muy distinta; la gente que posee la suficiente capacidad adquisitiva, solo querrá decorar su casa con las cuadros del mejor pintor del momento, a ser posible que sus colores combinen con las tonalidades del resto del mobiliario y su precio sea tan grande como para sorprender a las visitas con la cantidad que pagaron por él y no por la historia que envuelve esos trazos sobre un lienzo.
El arte mueve dinero
En realidad, existen muchos artistas que venden su arte al precio que ellos consideran, o al precio que sus clientes estén dispuestos a pagar. Como se suele decir, “El arte no tiene precio, vale lo que uno esté dispuesto a pagar por él”. Por otro lado los museos y demás sitios expositivos poseen grandes colecciones de arte de interés al público, a quien cobran una entrada de acceso.
Este es otro modo de ver el arte como un producto que mueve dinero.
Solo en 2017 el Museo del Prado recibió 2.824.404 visitantes, los cuales pagaron una entrada. En realidad esto no es un problema ya que los artistas que venden su propio arte viven de ello, mientras que los grandes museos que exponen obras de los grandes maestros tienen numerosos gastos que cubrir y beneficios que obtener, como un negocio que es.
El principal problema de la comercialización del arte, generalmente mediante subasta, es cuando dichas obras fueron realizadas por uno de esos maestros que llegaron a tal nivel de madurez artística, que no solo son estudiados por los historiadores de arte, sino que por su contenido conforman una gran fuente de información, que contribuye a mantener el nivel de sensibilidad y cultura de nuestra sociedad.
Las principales obras de arte no siempre acaban en manos justas
Son frecuentes las noticias sobre la aparición de inéditas obras de los grandes artistas de la historia del arte, que son vendidas por casas de subasta a coleccionistas o a gente multimillonaria, por cantidades desorbitadas. Un ejemplo lo podríamos encontrar en “Salvator Mundi”, un óleo de da Vinci, que fue adjudicado en 382 millones de euros a finales de 2017; otro podría ser el cubista “Mujer sentada”, del español Pablo Picasso, el cual fue subastado en Londres por 56 millones de euros.
Ambas son obras de gran interés por su técnica, gran expresividad y contenido, sin embargo al ser vendidas a coleccionistas particulares o simples interesados, se están privando al mundo de ellas.
No digo que el arte no deba ser comercializado, pues al final no deja de ser un producto, en la mayoría de las ocasiones, puesto en el mercado por su propio autor.
Simplemente opino que en el caso de algunas obras de gran valor didáctico, probablemente deberían estas, mediante los procesos convenientes, acabar perteneciendo al patrimonio público, para así poder formar parte de ese conjunto que hacen una sociedad más rica culturalmente, ampliando los conocimientos y perspectivas del mundo de las personas; así como lo hicieron aquellos que crearon ese conjunto de técnica, sentimientos, subconsciente y realidad, que tanto pueden aportarle humanamente a una sociedad, que claramente necesita evolucionar en determinados aspectos.
Posiblemente el arte influya en su forma de ver el mundo y actuar ante él, al fin y al cabo esa es la principal finalidad del arte, expresar cosas que nosotros, como humanos, necesitamos percibir y asimilar.
El arte nos mantiene vivos, nos hace pensar y razonar, nos emociona en el sentido más amplio de la palabra y nos hace sentir cosas que de haber sido posible comunicar con palabras habrían sido escritas y no plasmadas plásticamente, nos explica cosas inexplicables, y evita entonces que dejemos de ser personas.
Detrás de una obra de arte hay mucho más que un simple objeto dotado de belleza, que podamos comprar y vender con total naturalidad, hay una historia, una lluvia de sentimientos y emociones que inspiraron al artista y guiaron su mano.
No debemos dejar que ese patrimonio se esconda, que alguien lo guarde para él solo, debemos conseguir que esté delante de nosotros para poder mirarlo y buscar todo aquello que hay detrás de un simple objeto o una simple manifestación artística.