Marc Chagall (Vítebsk, Imperio Ruso, 7 de julio de 1887 - Saint-Paul de Vence, Francia, 28 de marzo de 1985) es sin duda uno de los artistas más singulares del siglo XX, su obra no se adscribe a ninguna corriente, aunque logra beber de todas para crear una magnífica iconografía personal que tampoco ha tenido sucesores.

Un poeta con alas de pintor

Fue Henry Miller quien definió a Chagall como “un poeta con alas de pintor”, y si nos paramos a observar simplemente algunos de sus cuadros, no se nos escapará la veracidad de esta afirmación. Los lienzos de Chagall tienen la magia de quien es capaz de plasmar en un solo cuadro su visión del mundo exterior y su mundo interior, el pasado y el presente, recuerdo y sentimiento.

Animales que se sientan a la mesa con personas, violinistas que tocan en los tejados, hombres que vuelan henchidos de amor. Toda su obra es un homenaje a su aldea de origen Vítebsk, a su familia y a su religión judíaSí no fuera judío –llegó a decir- no sería artista”. Educado en el judaísmo hasidim, “los piadosos” creían en una unión instintiva entre el hombre y Dios. Esta felicidad les llevaba a cantar y bailar celebrando la vida, la obra de Chagall es un reflejo de esta bondad.

A pesar de las dificultades por las que pasa nuestro mundo, nunca perdí en mi interior el amor en el que fui educado, ni la esperanza del hombre en el amor” este fue sin duda el gran hilo conductor de su obra.

Las dos patrias de Chagall

Si Vítebsk y más tarde San Petersburgo supusieron para Chagall su descubrimiento del mundo, la creación de sus mejores recuerdos y su primera etapa de formación.

Así como la forja de un carácter decidido, que le hizo luchar contra las limitaciones que tenían en esos años los judíos en Rusia para emprender cualquier actividad fuera de sus áreas de confinamiento. París supuso la forja de su lenguaje artístico, el encontrar un modo único y personal de expresión.

Cuando Chagall llega a París en 1910, la vida artística bulle, las vanguardias están en pleno auge.

Se instala en La Ruche (la colmena) una serie de apartamentos de alquileres baratos que acogía a una gran congregación de artistas. Hacía 5 años que Matisse y los fauves habían extendido sus teorías sobre el valor autónomo del color, de ellos aprendió Chagall a usar una dinámica interna del color que utilizaría ya siempre en sus cuadros.

En 1907, Picasso había presentado su obra “Las señoritas de Avignon” suprimiendo el punto de vista único y dando pie al nacimiento del cubismo, teoría que Chagall estudió pero que le resultaba limitada para la representación de su mundo interior. Al llegar a París, Chagall se hizo amigo, entre otros, de Robert Delaunay creador de un Arte colorista de formas cubistas que el poeta Apollinaire denominaría “orfismo”.

Fue el propio Apollinaire quien, al visitar el taller de Chagall en 1913, dio a sus cuadros el nombre de “sur-naturel” es decir “sobrenaturales” y es que supo ver que aunaban recuerdos, sueños, ensoñaciones, sentimientos...

Los cuadros de Chagall serían claves inspiradoras para el surgimiento de los surrealistas diez años más tarde. Sin embargo, a pesar de los ruegos de Max Ernst y del poeta Paul Elouard, Chagall rechazó siempre reconocerse como partidario de esta corriente, rechazaba el “automatismo” de la creación, para él las obras eran meditadas.

La exposición del Guggenheim: “Chagall. Los años decisivos, 1911-1919”

Del 1 de junio al 2 de septiembre, 2018 podemos ver en el Museo Guggenheim de Bilbao, la exposición dedicada a los años de formación de Marc Chagall.

Con el patrocinio de la Fundación BBVA, la muestra está organizada por Kunstmuseum Basel en colaboración con el Museo Guggenheim Bilbao y comisariada por Lucía Aguirre.

Está formada por una selección de más de 80 pinturas y dibujos de los años iniciales del pintor. Consigue reflejar como se va realizando esa amalgama de géneros y de corrientes con los temas que le acompañarán toda la vida.

La exposición se divide de manera temática y cronológica en tres salas, la primera lleva por títulos “Sala 305. París, colmena de artistas”, La habitación amarilla (La chambre jaune,1911), o Yo y mi aldea (Moi et mon village, 1911) son algunas de las obras que podemos ver aquí.

Sala 306. De París a Vitebsk, pasando por Berlín” es la segunda sala, podemos ver su famosa obra Homenaje a Apollinaire (Hommage à Apollinaire, 1913), y también aquellas que reflejan la impresión que le ha traído el estallido de la Primera Guerra Mundial, Soldados (Soldats, 1914), La partida a la guerra (Le départ pour la guerre, 1914), o El soldado herido (Le soldat blesse, 1914).

Así como otras que reflejan el amor por su esposa Bella, El cumpleaños (L’anniversaire, 1915) o Amantes en azul (Les amoureux en bleu, 1914)

Sala 307. Tradición y revolución” es la tercera sala que recoge las obras y los encargos que recibió durante la guerra, en la que se quedó atrapado en Rusia como por ejemplo “los judíos en verde, rojo, y blanco y negro”.

Repasar las obras de Chagall es introducirse en un mundo donde la magia y los sueños son posibles a través del amor y del fino sentido del humor que desprenden sus obras. Él mismo dejó dicho “El arte me parece sobre todo un estado del alma”.