Con motivo de la celebración del día de la madre vamos a hacer un repaso por algunas madres de Cine inolvidables. Porque por mucho que la sociedad patriarcal haya querido copar las historias de relatos paterno-filiales, el concepto de madre ha sido un elemento clave desde que los seres humanos empezaron a contar historias. La diosa romana Juno, “la que trae a los niños a la luz”, tiene un papel central en La Eneida de Virgilio y aparece también en La tempestad de Shakespeare.

Vemos también la importancia de la madre en La Ilíada de Homero, con el personaje de Tetis, madre de Aquiles, o en la Gertrudis de Hamlet. Si nos trasladamos a la cultura hispana, el gran Federico García Lorca en su magnífica obra La casa de Bernarda Alba nos regaló una madre inolvidable y el magnífico escritor colombiano Gabriel García Márquez creó con su pluma a una Úrsula que reina en la monumental Cien años de soledad. Estas madres forman parte de la literatura universal y resultan claves para entender como posteriormente el cine ha puesto sus miras en las relaciones materno-filiales. Relaciones muy diversas y protagonizadas por madres que intentan abarcar todas las tipologías.

El amor incondicional de una madre

Si hay una cinta que simboliza a la perfección el amor ilimitado y poderoso de una madre esa es Solas (Benito Zambrano, 1999). María Galiana (la abuela de Cuéntame) da vida a una madre ejemplar que lucha por aportar un poco de luz a su hija y juntas aspirar a un futuro mejor y alejado de las malas compañías.

Otra tipología de madre la encontramos en las mujeres independientes para las que su maternidad no es el centro de sus vidas. En el cine español tenemos La vida alegre (Fernando Colomo, 1987), una cinta protagonizada por una médico a la que no le frena ni su marido ni su maternidad, en sus aspiraciones profesionales. Y Hollywood nos regaló Erin Brockovich (Steven Soderbergh, 2000), sobre una madre soltera y de barrio que consigue un puesto en un despacho de abogados y termina investigando un caso de contaminación del agua que provoca graves enfermedades en los vecinos de la zona.

Las madres hastiadas aparecen en bastantes películas. Sam Mendes tiene dos célebres madres en su filmografía. En primer lugar está Carolyn (American Beauty), la típica madre de clase media aparentemente muy feliz y April (Revolutionary Road), una Mujer que también cumple con los preceptos del “sueño americano”, pero que está harta de su plácida monotonía.

Madres ausentes podemos encontrar en Kramer contra Kramer (Robert Benton, 1979), en la que una madre abandona a su marido y a su hijo y después inicia un juicio por la custodia, pero también tenemos las madres ausentes como consecuencia de algún problema mental. En Good Bye Lenin! (Wolfgang Becker, 2003) una mujer de ideas comunistas entra en coma y al despertar sus hijos tienen que ocultarle la caída del Muro y en El hijo de la novia (Juan José Campanella, 2001) una mujer enferma de Alzheimer cumplirá su sueño de casarse con su marido por la iglesia.

Relaciones edípicas con la madre

El amor maternal en el cine muchas veces nos conduce al famoso complejo de Edipo. El manchego Pedro Almodóvar lo ha formulado en varias de sus películas, siendo Todo sobre mi madre (1999) la que con más acierto formula la admiración y el profundo amor de un adolescente por su misteriosa madre, a la que interpreta magistralmente Cecilia Roth. Más reciente es Mommy (Xavier Dolan, 2014), otra cinta sobre una madre soltera con un hijo con problemas mentales al que tiene que cuidar, como puede, mientras lidia con sus episodios de violencia.

Las madres son personas muy esforzadas que tienen que muchas veces cargar sobre sus espaldas con todos los problemas. En Pequeña Miss Sunshine (Jonathan Dayton, 2006) una madre tiene que soportar a un marido obsesionado con la obtención del éxito, a un suegro drogadicto y malhablado, a un hijo inmenso en un voto de silencio, un hermano suicida y una hija obsesionada con los concursos de belleza, aunque todo con mucho humor.

Y Maribel Verdú en Los girasoles ciegos (2008), situada en la posguerra española, tenía que mantenerse fría y entera para no delatar a su marido que estaba escondido en su casa y a la vez cuidar de su hijo pequeño y sufrir por el destino incierto de su hija embarazada y fugada con un chico de izquierdas.

Hitchock es el director que más veces ha mostrado a madres nocivas. Mujeres que influyen en las conductas patológicas de sus descendientes y que pueden esconder una fuerte misoginia. En Psicosis (1960) se puede explicar la esquizofrenia del hijo por su relación con una madre castradora y en Marnie, la ladrona (1964), una madre acaparadora explica la cleptomanía de la hija. No obstante, estas madres nocivas también han tenido éxito en historias más recientes como la angustiosa y terrible La pianista (Michael Haneke, 2001) sobre una relación simbiótica entre una madre y una hija casi cincuentona.

A las madres no se les perdona que descuiden sus obligaciones maternas. Así sucede en la miniserie Mildred Pierce (2011), donde una madre debe criar a sus dos hijas en el periodo de la Gran Depresión. Por suerte logra emprender una exitosa carrera de negocios, pero su dedicación empresarial solo genera desagradecimiento por parte de su hija mayor. Más ligera y cómica es Postales desde el filo (Mike Nichols, 1990) donde la fama de una actriz causa la adicción a las drogas en su hija. Aunque el cine, en este caso español, ha sabido también darle la vuelta al concepto de “malas madres”. En Hola, ¿estás sola? (Icíar Bollaín, 1995), una madre abandonó a su hija en la adolescencia, pero no guarda fuertes remordimientos.

Una vuelta de tuerca.

A punto de entrar en el grupo de madres están las embarazadas. En la película coral Nueve vidas (Rodrigo García, 2005) la actriz Robin Wright protagoniza una de las historias, seguramente la mejor. Ella es una mujer embarazada que está haciendo la compra en un supermercado y se reencuentra con un viejo amor. En pocos minutos el espectador será consciente de las dudas que asaltan a esta mujer, a través de un diálogo lleno de verdad y subtexto.

Más jóvenes y desvalidas son las madres de Los miserables (Tom Hooper, 2012), con esa Fantine sufridora y esquelética y Drive (Nicolas Winding Refn, 2011) con una Carey Mulligan que clava el papel de joven madre a la que dos hombre se rifan su protección.

Y por último, acabamos con las madres heterodoxas a las que difícilmente se las puede clasificar. En el cine español elegimos A mi madre le gustan las mujeres (Inés París, 2001), protagonizada por una madre madura que un buen día le comunica a sus hijas que se ha enamorado de una mujer. Y en el cine indie americano escogemos Los chicos están bien (Lisa Cholodenko, 2010), divertida cinta sobre una pareja de madres, con dos hijos, que un buen día tienen que afrontar la llegada a sus vidas del donante y padre de uno de ellos.