Caracterizado por tramas que recrean las particularidades de los sectores más desfavorecidos de la sociedad, el cine neorrealista italiano surge y se desarrolla en Italia durante los años cuarenta, en el marco de la posguerra. Su principal motivación y sus presupuestos estéticos consistían en plasmar la realidad tal cual era. Las películas, por tanto, reflejaban la situación económica y moral de Italia tras la traumática experiencia de la Segunda Guerra Mundial y reflexionaban sobre los cambios en la sensibilidad y las condiciones de vida de los sectores más afectados por la misma.

Es un Cine casi de desesperanza, con un marcado contenido social.

Dado que los estudios Cinecittà, los cuales habían sido el centro de la producción cinematográfica italiana desde 1936, se encontraban ocupados por una multitud de personas desalojadas a causa de las penurias de la guerra, las películas adoptan como eficiente recurso el uso de los rodajes en exteriores, con las devastaciones bélicas como fondo. Como consecuencia el trabajo con la iluminación artificial se reducía al mínimo, lo cual permitía ahorrar el escaso presupuesto con que contaban los cineastas para producir sus obras. También se hizo recurrente la presencia de actores no profesionales entre sus personajes secundarios, con frecuencia incluso entre los protagonistas.

En este sentido se puede decir que bebe de la experiencia soviética, específicamente de la obra de Serguéi Eisenstein. Generalmente el sonido estaba doblado, lo que permitía más movilidad a la cámara y libertad al montaje. Otro aspecto importante es la incorporación de tomas con la cámara en mano, procedimiento novedoso en el lenguaje cinematográfico para la época.

Sin irrespetar las normas de continuidad narrativa, se reserva un importante lugar para la improvisación, no existe una gran elaboración de la caracterización de los personajes, ni un diseño de producción, lo cual proporciona un verismo documental al tratamiento de la realidad, deudor de la Teoría del Cinema Ojo propuesta por Dziga Vértov.

Desde el punto de vista narrativo, supone una reacción contra los intrincados argumentos de la producción cinematográfica que le precede. Aborda las historias con menos rigor desde el punto de vista causal e introduce finales infelices o ambiguos. Además se renuncia a la omnisciencia de las películas del cine clásico: no se muestra la totalidad de la realidad representada, sino que se ofrecen fragmentos de ella.