Entre las películas emblemáticas del neorrealismo italiano se destaca "Ladrón de bicicletas" (1948), dirigida por Vittorio de Sica. El filme recrea la historia de Antonio Ricci, un desocupado al que le ofrecen trabajo para cuya realización requiere de una bicicleta. Feliz con su logro, oculta el hecho de no poseerla y decide vender algunas de sus sábanas para así comprar el vehículo.

'Ladrón de bicicletas' y su hilo argumental

Durante su primera jornada laboral, a Antonio le roban su bicicleta. Luego de acudir a los organismos encargados de velar el orden ciudadano y recibir constantes negativas, decide comenzar a buscarla él mismo, con la compañía de su hijo Bruno.

Tras varios intentos fallidos, uno de ellos frente al propio ladrón, Ricci decide robar una bicicleta, tal como le han hecho a él, pero es alcanzado por una multitud exasperada que le grita oprobios frente a Bruno, que llora contrariado. Ricci queda desmoralizado frente al propietario del hurtado vehículo, quien decide no llevarlo a la policía y le dice, “¡qué ejemplo le va a dar a su hijo!”.

El neorrealismo italiano y el movimiento cinematográfico de los 40 en la obra de DeSica

Como es característico del movimiento, los actores que intervienen en el filme no son profesionales, sin embargo De Sica realizó una cuidadosa selección previa. Un rasgo significativo dentro del filme es que las angulaciones de cámara están en función de lo que se busca transmitir.

Un ejemplo lo constituye la secuencia en la que se muestra a la muchedumbre transitando por la calle donde se pierde el ladrón mediante un picado que refuerza la impotencia de Antonio frente a la irremediable pérdida de su pista en el entramado.

Existen otros planos igualmente bien logrados a nivel de significación, como aquellos en los que se muestran las ruedas y los mandos de las bicicletas agrupadas mientras Ricci permanece en su lucha interna por no abandonar su búsqueda de la aguja en el pajar, a la vez que se refuerza la idea de frustración ante la necesidad de un objeto común, simple y abundante en la ciudad.

De igual manera ocurre en secuencias como las del mercado, donde se alternan planos de las diferentes partes que conforman las bicicletas con los rostros desesperanzados de los personajes.

De Sicca utiliza picados y planos generales para mostrar las multitudes y los escenarios que muestran la ciudad devastada. A lo largo del filme se hace énfasis en los rostros y las actitudes de los personajes secundarios con el fin de mostrar la mezquindad, la desesperación, la desilusión, el desapego.

También resulta interesante la inclusión de la iglesia y la casa de la adivina como muestra de la mentalidad de la población, que necesitada de esperanzas, busca consuelo en lugares y personas de las cuales ni siquiera se fía.

A pesar del aire trágico de la película, detalles como el hombre que observa al niño mirando los timbres y se ofrece a comprarle uno, y el que, al final del filme, decide no denunciar a Antonio, ofrecen un aliento de fe en la bondad del ser humano y la conservación de los principios morales que tanto se extrañan a lo largo de la obra.