Ayer Netta ganó Eurovisión con su canción Toy. Su victoria supone la cuarta de Israel, lo que le aúpa a los primeros puestos de los países con más micrófonos de cristal, que lidera Irlanda con siete victorias y Suecia con seis. Era ella la que llevaba semanas como favorita, aunque después de la primera semifinal su trono parecía peligrar en manos de la representante de Chipre y su canción Fuego.

El ganador del año pasado, un recuperado Salvador Sobral, se había encargado de decir días antes que la canción de Netta le parecía un horror, aunque curiosamente fue él el que al final de la noche tuvo que cederle el trono europeo.

¿Merecía ganar Israel?

Israel gana Eurovisión con Netta.

Más allá de la letra de la canción en contra del buying y la discriminación hacia el diferente, no deja de ser una excentricidad que difícilmente uno aguantaría fuera de Eurovisión. El canto de la gallina, que supuestamente sirve para retratar a aquellos cobardes que abusan de los demás, es gracioso solamente un par de veces, aunque resulta muy efectivo para levantar a una masa de personas, de todas las nacionalidades, que han cogido un avión y se han gastado parte de su sueldo para bailar y reír durante una noche.

Desde luego aporta algo más que la canción de Eleni Foureira, una aspirante a discípula de Beyonce que incendió, literalmente, el escenario con sus contoneos, su melena al viento y su cuerpo espectacular, pero que no hacía más que reflejar la cosificación a la que puede llegar una mujer.

Una pena por Chipre que no han ganado nunca, pero el segundo puesto les debe saber a gloria.

Mejores canciones de la noche

Después de ver las dos primeras clasificadas de la noche muchos críticos ávidos de sangre se frotaban las manos aludiendo a la poca calidad del festival eurovisivo. El año pasado la victoria de Salvador Sobral sirvió para apaciguar a las fieras, pero ahora muchos vuelven a decir que aquello fue un espejismo.

Es cierto que este año no ha ganado una canción, sino un espectáculo, pero durante la gala hubo también ejemplos de buena Música. Por ejemplo, nadie esperaba que Austria con su representante, César Sampson, pudieran liderar la clasificación hasta que el televoto le arrebató la primera posición. Sampson con una voz muy soul, pero sin alejarse del pop, inundaron el escenario del mejor entretenimiento musical.

En cuarto lugar quedó Alemania con Michael Schulte y su You let me walk alone, una balada pop que demostraba las dotes como compositor del intérprete y que llenaba de sentimiento el escenario, sin caer en el pasteleo más evidente. Más alejados de la cabeza quedaron Albania, con su rock elegante, Bulgaria con su oscura canción y una cantante que parecía una reencarnación de Sia, Holanda con su country y sus bailarines urbanos y Portugal con un intimista dúo femenino.

Al mismo tiempo hubo espacio para las canciones reivindicativas, no en un sentido estrictamente político, al estar vetado por la organización. Los franceses se llenaron de purpurina para hablar de un bebé nacido en el Mediterráneo, los italianos acertaron al abordar el tema de los atentados yihadistas, sin perder su esencia, la misma Netta cacareó al buying y los irlandeses no dudaron en contentar al público eurovisivo con una pareja de hombres escenificando una relación.

¡Qué pena! que los puristas no se atrevieron a mandar Lo malo a Eurovisión.

España en Eurovisión

¿Y España? Pues España quedó en el puesto 23 de 26, es decir, muy mal o como diría Amaia en una "posición de mier...". ¿Es merecido? Realmente más allá de la linealidad de la canción, la pobre puesta en escena o las limitaciones vocales de Alfred, uno difícilmente entiende que por ejemplo Moldavia saque más puntos que España entre los jurados profesionales.

Por suerte este año no hubo gallo y vocalmente los dos estuvieron correctos, siendo en el caso de Amaia una de las mejores voces de la noche. Probablemente esto solo se explica porque los jurados profesionales no son mucho más profesionales que la gente que vota.

Si en España teníamos a dos concursantes de OT, que por cierto dieron los doce puntos a Chipre, uno entiende un poco mejor el significado de estos jurados.

Pero la delegación española no debería abandonar Lisboa sin hacer autocrítica. Eurovisión existe desde hace mucho tiempo como para que en España no sean conscientes del concurso al que acuden. En Eurovisión la puesta en escena y el marketing es fundamental. Si hay un escenario enorme, con un puente y multitud de posibilidades luminosas, no puedes dejar a los dos cantantes plantados en el centro durante toda la actuación. No puede ser igual actuar en el escenario de la Riviera (por ejemplo) que en el Altice Arena.

Por supuesto, no se pide que se haga un videoclip, como Suecia, pero la canción necesitaba algún estímulo o ruptura.

Solamente cuando se tiene una canción excepcional, como Amar pelos dois, y un cantante de tremendo carisma, al que le es indiferente hacer movimientos espasmódicos o susurrar, uno puede permitirse plantar a su cantante en el centro del escenario y dejar que la magia surja.