Los más jóvenes ni siquiera habrán oído hablar de ello, pero hubo un tiempo en el que en España el sistema de gobierno fue una República. Sí, así es, igual que en Alemania, Austria, Croacia, Estonia, Finlandia, Francia, Grecia, Hungría, Irlanda, Islandia, Italia, Polonia, Portugal o Suiza. Éstas son sólo algunas repúblicas europeas en las que no hay demonios ni dragones asesinando a la gente por las calles. Pero mira tú por dónde, el hecho de que no hubiera caciques, ni señores, ni nobleza ni reyes, no era del agrado de los que creían que por derecho el país les pertenecía.
Por eso se levantaron en armas contra el gobierno legítimamente elegido en las urnas y montaron todo el tinglado de la Guerra Civil.
A ojos de los legos hubo una guerra fratricida en la que ganó el mejor, y por eso el mejor mereció gobernar, pero no se plantean en ningún momento cuáles fueron las causas por las cuales comenzó dicho enfrentamiento. A la ciudadanía le venden el cuento de que España iba mal y entonces surgieron los “salvadores de la patria” que nos salvaron del Apocalipsis. Ninguna mención a que una minoría armada atacó y derrocó a un gobierno legítimamente elegido por la mayoría de los votantes, con la ayuda de Hitler y de Mussolini, por cierto. Si hoy en día el ejército se levantara en armas contra el gobierno actual para derrocarlo y poner al mando a un militar todo el mundo nos echaríamos las manos a la cabeza, pero ese mismo hecho acontecido en 1936 se cuenta como si se hubiera salvado al país de una hecatombe gracias a los valientes que le robaron el poder al pueblo.
A la supuesta “Guerra Civil” siguieron 40 años de dictadura militar y eclesiástica (la Iglesia siempre estuvo del lado de los golpistas), y claro, entre las prioridades de la dictadura siempre estuvo la aniquilación de los disidentes de izquierda y de su pensamiento progresista que abogaba por el reparto justo de la riqueza y el desarrollo de los derechos sociales y laborales.
Durante esos 40 años, entre fusilados, exiliados, torturados y amedrentados, el pensamiento de izquierdas en nuestro país quedó reducido a la mínima expresión, el miedo y la obediencia al poder se asumió como condición necesaria para la supervivencia, y la religión impregnó todos los rincones de la sociedad con sus homilías aleccionadoras que orientaban al pueblo inculto para que sufriera en silencio el abuso de las oligarquías porque su premio estaría en la otra vida.
40 años de dictadura y otros 40 de impunidad
¿Y qué podemos esperar de 4 décadas de represión y otras 4 décadas de adoctrinamiento?, pues evidentemente lo que tenemos hoy: una sociedad que admira al poder, a la nobleza, a la monarquía y al rico del pueblo, una sociedad que asume como “normalidad democrática” que miles de compatriotas suyos estén enterrados en las cunetas del país, una sociedad que piensa en su mayoría que los asuntos de política la tienen que llevar los expertos (los ricos), una sociedad que se cree inútil para participar en política y que en muchas ocasiones ni siquiera le interesa saber qué ocurre con los dineros que todos aportamos vía impuestos para el bien común, una sociedad que ve a un político trajeado vociferando mentiras en un mitin y dice: “que bien habla este señor”.
En definitiva una sociedad aborregada que va por el camino que le marcan los pastores políticos, económicos y mediáticos. No tenemos que fijarnos nada más en esos vergonzosos y multitudinarios recibimientos que se hacen a folclóricas, deportistas, alcaldes y demás defraudadores multados o condenados por defraudar a la hacienda pública: miles de ciudadanos acarician el lomo de sus referentes vitales, aunque esos admirados personajes participen en el juego de dejar a sus hijos sin futuro. Se admira al rico ladrón, se sueña con ser como ellos, se mantienen y se toleran el machismo, el racismo y la xenofobia, se subvencionan organizaciones y fundaciones franquistas, se fomentan comportamientos fascistas en el deporte, y todo parece normal a ojos de los ciudadanos, y para más inri los medios de comunicación generalistas fomentan y se benefician de esa ola de pensamiento retrógrado a cambio de prebendas económicas, y ocultan, falsean o modulan la información para que sus audiencias sigan viviendo en la misma farsa mientras ellos se llenan los bolsillos al grito de “¡España, España, España!”.
Y mientras tanto estos españolazos están expoliando el país.
Sólo la llegada de nuevas tecnologías y el surgimiento de las redes sociales han conseguido darles voz a los que conocían nuestra realidad histórica y nuestra realidad social, sin estas alternativas hubiéramos tenido Franquismo hasta el fin de los tiempos.