A veces la vida y la literatura se entrelazan de un modo indisociable. Hace muchos años, tantos ya, que parece que fue en otra vida, tuve una perrita con la que compartí 16 años, la llamé Lilí.

Cuando Lilí llegó, justo acababa de terminar un pequeño libro titulado “El perro Loco” del escritor murciano Jose Luis Castillo Puche. La protagonista del libro era una perrita lulú llamada Lilí. Decía en el prólogo Castillo Puche que “De vez en cuando, en la vida de un escritor hay una obrita o cuento que se hace con especial amor o con especial dedicación. Este es el caso de mi Perro Loco, que…contiene para mí especial emoción, especial recuerdo”.

Era así porque su Lilí había existido y había sufrido junto a él las crueldades de una guerra civil que un animal cariñoso y fiel era incapaz de entender. Terminaba el prólogo Castillo Puche diciendo “Ojalá sirva para que imitéis a Lilí en lealtad, nobleza y amor a vuestras familias. Y para que comprendáis, sin necesidad de vivirlas, el horror que representan las guerras”. En mi caso la comprensión del dolor de las guerras, en especial de nuestra Guerra Civil, fue tan hondo, me marcó tanto y, su Lilí me hizo derramar tantas lágrimas, que me prometí no adentrarme más en ella.

Natica un drama histórico

Pero, casi una vida después, fruto del azar del destino y de la magia de internet, llegó Lola Fernández Estévez y con ella su novela “Natica”.

Y volví a descubrir un libro hecho con “especial amor y dedicación” y a adentrarme, con su lectura, en los horrores de nuestra Guerra Civil con “especial emoción y especial recuerdo”.

Natica es una novela que se basa en hechos reales, la historia que cuenta Lola forma parte de su historia familiar, quizás por eso es tan cercana.

Porque podría ser la historia de cualquiera de nosotros, la de una familia humilde que se ve inmersa en el delirio de una guerra de la que solo desea escapar.

Pero Natica es mucho más, Lola consigue con un lenguaje muy cuidado, introducirnos en la vida de la familia cordobesa que han formado Manuel y Nati y su numerosa prole.

Y nos hace seguir los pasos de Natica, su hermosa hija mayor mientras va dibujando, a través de anécdotas e historias, la sociedad y la vida de la época.

Junto a todos ellos pasamos miedo, nos colocamos ante una pared blanca con un pelotón de fusilamiento, nos adentramos en la cárcel, pasamos hambre, nos sentimos tan desconcertados como los protagonistas ante situaciones que escapan a su control, comprendemos que en una guerra no hay bando bueno ni malo, solo personas.

Y esta es una de las mejores virtudes de Lola, conseguir que a través del uso del narrador omnisciente, comprendamos la psicología y la manera de pensar de todos los personajes. Conseguir que entendamos que un hombre pacífico y amante de su familia como Manuel sienta la necesidad de volar.

Mientras, Nati totalmente apegada a la tierra está pendiente del qué dirán. Y ambos luchan por sacar a su familia adelante.

Natica ansias de libertad

Y sobre todo, entendemos a Natica, sus ansias de libertad, limitadas por un hecho: ser mujer. Natica como persona se atreve a pensar por sí misma e intenta vivir acorde a su manera de pensar, pero se encuentra con un lastre enorme, a la sociedad no le gusta le gente que busca ser libre, los diferentes y especialmente si esa persona es mujer.

Natica puede ser una de nuestras abuelas, pero en muchos sentidos aún es nosotras mismas. Aún es la presión del qué dirán, aún es el hecho de que una mujer no pueda salir con quien quiera sin que se la juzgue, ni vivir plenamente su sexualidad.

Natica es fuerte y débil cuando ama. Natica es una luchadora que se sobrepone y se esfuerza, Natica es leal, noble y ama a su familia.

Lola nos hace reflexionar, y entre tanto dolor también es capaz de sonsacarnos alguna sonrisa, con la bondad del Tío Papeles, y la inteligencia del burro Mioreja.

Natica es un pequeño hito en mi cartografía de lecturas. Un pequeño libro muy recomendable.