El Beso quizás sea la obra más conocida del pintor austriaco Gustav Klimt, se trata de una obra de 180 x 180 centímetros, pintada al óleo con laminillas de oro y estaño que normalmente está expuesta en la Österreichische Galerie Belvedere de Viena.

Sigue las pautas de la pintura simbolista y modernista característica de fin de siglo. Representa una pareja absorta en sí misma, encerrada en su mundo de fondo dorado con mosaicos y decoraciones. El fondo de oro nos retrotrae a las representaciones medievales, pero nos habla también del conflicto de la representación entre las dos y las tres dimensiones que se exploraba en esta época.

Klimt se había inspirado en la contemplación de los mosaicos de San Vital de Rávena en el viaje a Italia que hizo en 1903.

Klimt un enfant terrible

Gustav Klimt era considerado un enfant terrible en el Arte de la época, por sus ideas rupturistas con las representaciones tradicionales, muchas de sus obras fueron tachadas de pornográfica y sin embargo, El beso fue un éxito desde el primer momento.

En 1908 para celebrar su 60 aniversario en el trono, el emperador Francisco José, organizó La Kunstschau, donde expusieron sus obras 179 artistas y artesanos. Sin duda alguna la verdadera estrella de la exposición fue Gustav Klimt con su cuadro El Beso. Era una especie de reflejo del brillo de la Viena de su tiempo. Pero, paradójicamente, también símbolo de un abrazo ensimismado en un mundo propio que está a punto de llegar al colapso y desaparecer.