Israel, Palestina y la Unesco. Que Estados Unidos e Israel forman un bloque común de defensa de los intereses judíos en Oriente Medio no es una novedad. Como tampoco lo es que Europa y algunos organismos internacionales teóricamente neutrales apuestan con descaro por la Palestina islámica.
Lo que, en apariencia, debería de ser una cuestión de hegemonías e intereses económicos y políticos, un trasunto del siempre difícil equilibrio entre las órbitas opuestas que forman las naciones, ha derivado hacia los aspectos que más desligados deberían estar de todo ello, como la cultura.
Y su máximo —en teoría— defensor y difusor a nivel mundial: La UNESCO.
Desde la II Guerra Mundial hasta Hamas
Tenemos una imagen amable de la UNESCO, con sus listas de Patrimonio de la Humanidad en la que España está incluida de forma generosa (y seguramente justa) como tercer país con más lugares declarados (46), por detrás sólo de Italia (53) y China (52). Su labor de difusión de estos lugares, sus exigentes condiciones para mantener en esa lista esos lugares, y sus consejos y normas de conservación. Pero es mucho más que eso. Lo que se pretendía en aquél lejano 1942 en el que aún mataban las ametralladoras de la Segunda Guerra Mundial era, precisamente, evitar guerras devastadoras como aquélla.
Y los países que pusieron en marcha la idea, quisieron evitarlo en un futuro mediante la difusión de la cultura y la educación, poniendo todos los medios posibles para ello.
Así nace la UNESCO, Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, fundada en 1945 para promover la cultura, la ciencia, la educación y las comunicaciones, con el objetivo de contribuir a la paz y a la seguridad en el mundo.
Tiene sede en París.
Ha llovido mucho desde aquella, sin duda, brillante idea. Que en 2013, la UNESCO firmara un convenio de colaboración con la Universidad de Gaza, vinculada al grupo terrorista Hamas, ya es motivo para desconfiar.
El «Monte del Templo» no existe para la UNESCO
El pasado día 29 de diciembre, Israel ha oficializado su salida del organismo, anunciada en octubre.
Estados Unidos dejó de aportar fondos (entre los dos países aportaban económicamente casi la cuarta parte de sus ingresos), y dejará de estar en la organización, salvo como observador, a finales de 2018.
La UNESCO ha cedido a los intereses pro-palestinos, y ha declarados como islámicos lugares históricos que ya lo eran antes del Islam, apartándolos del mundo judeocristiano, para no ofender susceptibilidades y cercenando la parte de la historia de esos lugares que no casa con la mentalidad (o la exigencia) islámica.
Así sucede con Har Ha-Bayit, el Monte del Templo de Jerusalén. Es el tercer lugar más sagrado del Islam y el más sagrado del judaísmo. En este lugar se sitúa el sacrificio de Isaac, y fue elegido por el rey David para albergar el objeto más sagrado del judaísmo, el Arca de la Alianza.
Se construyó allí para tal fin el Templo de Salomón, y tras la derrota y exilio judío a Babilonia, fue destruido. Posteriormente se reconstruyó, y fue destruido nuevamente por los romanos. Sólo queda en pie de este segundo templo el Muro de las Lamentaciones. Sin embargo, la UNESCO ha obviado este impresionante bagaje, y lo describe solamente como lugar de culto para el Islam, dado que en él (Explanada de las Mezquitas) se situaron la Mequita de Al-Aqsa y la Mezquita de la Roca.
En octubre de 2016 la UNESCO, por amplia mayoría, establece una resolución en la que se niega todo vínculo entre este lugar y el judaísmo. Le da carácter sagrado únicamente para la religión islámica, elimina cualquier referencia al nombre judío de «Monte del Templo», y únicamente lo refiere como Haram al-Sharif y Al-Aqsa, términos palestinos que hacen referencia a los santuarios islámicos.
El Patriarca Abraham es el Profeta Ibrahim
A esto se une el nombramiento como Patrimonio en peligro la Ciudad Vieja de Hebrón el pasado mes de julio, incluyendo la Mezquita de Ibrahim. Al igual que con el caso del Monte del Templo, es un lugar también venerado por los judíos, como Tumba de los Patriarcas, ya que, según la tradición, ahí reposan los restos de Abraham. Ibrahim, Abraham, es el primero de los patriarcas tanto para los judíos como en la religión islámica. Sin embargo, cualquier referencia hebrea se ha desestimado, ante el regocijo palestino que ve en la declaración de la UNESCO una confirmación de la identidad islámica de este lugar y de su pertenencia a la historia y cultura palestina.
Es loable el interés de la UNESCO de preservar estos lugares históricos e impedir su destrucción, pero culturalmente margina toda referencia judía.
Además, esos desvelos de la UNESCO ante un peligro casi inexistente —ya que Israel no querrá destruir sus lugares sagrados— no existen en el caso de Irak y Siria, donde se están destruyendo lugares sagrados tanto para los cristianos como para los musulmanes, echándose de menos ese supuesto interés suyo de preservar la paz y la seguridad mediante la cultura. Distinto rasero en ambos casos.
Todo este rechazo de la UNESCO a la tradición judía ha molestado a Israel y Estados Unidos, que no vieron con buenos ojos que se admitiera a Palestina como miembro en 2011.
Y, aunque es verdad que cada palo debe aguantar su vela, porque como en tantos conflictos, nadie está libre de pecado, ni judíos ni palestinos, la UNESCO, en lugar de actuar como justo y ciego defensor de la cultura para acercar posiciones de paz, ha conseguido arrojar la primera piedra, directamente a la cara de los judíos, negando siglos de historia por conveniencia.
Corrupción
La UNESCO no es un ente puro y virginal a favor de los débiles y oprimidos. Es una gigantesca maquinaria con un altísimo presupuesto (667 millones de dólares para el bienio 2016-2017), con un abundante historial de controversias en su historia, sospechas por su condescendencia hacia determinados lobbies o países, y notables acusaciones de corrupción.
Su anterior presidenta, la búlgara Irina Bokova, tuvo que defenderse de haber colocado a un ciudadano brasileño en un puesto relevante para buscar apoyos en Brasil.
No es el primer caso, en los años 70 y 80 las críticas por malgasto y corrupción fueron numerosas.
Prensa y censura
Además, en esa época de profunda reflexión sobre la necesidad y el derecho de los ciudadanos de recibir información veraz e independiente, la UNESCO apoyó una iniciativa surgida desde países poco desarrollados para fomentar medios de comunicación independientes de las grandes agencias multinacionales, conocida como NOMIC (Nuevo Orden Mundial de la Información y de la Comunicación).
Se inició la iniciativa en los años 70 a partir de un informe del premio nobel de la Paz Sean MacBride, en el que se quería redistribuir y democratizar los flujos de información, para eliminar el desequilibrio en este sentido entre países ricos y subdesarrollados (que estaban supeditados a las informaciones provenientes de los primeros y su dominio del mercado).
Todo ello frente a una fuerte oposición de las empresas de comunicación con preponderancia en el sector, que acusaron esta iniciativa como un intento de censura para impedir que sus informaciones fueran libremente difundidas por todo el mundo.
Finalmente, la UNESCO cedió y se abandonó el proyecto, aunque se haya revestido de estrategias de inclusión digital y nuevos retos en la sociedad de la información.
Guerra Fría
Estados unidos, Inglaterra y Singapur abandonaron la organización entre 1985 y 1986. Hubo acusaciones de politización, y la Guerra Fría estaba siempre presente. Fue la época en la que la UNESCO tocó fondo en cuanto a reputación, con evidentes indicios de mala gestión y falta de transparencia.
Países europeos, como Dinamarca y Holanda, estaban muy descontentos. La dirección del senegalés Amadou Mahtar M'Bow era claramente prosoviética…
Bajo la dirección de Federico Mayor Zaragoza y de su sucesor Koichirō Matsuura se intentó un acercamiento a los países que habían abandonado, lo que se consiguió: Estados Unidos e Inglaterra se adscribieron nuevamente. Fue duramente criticado, sobre todo desde países del Tercer Mundo y sectores socialistas, este acercamiento. Y a Mayor Zaragoza le criticaron igualmente el olvido sobre el NOMIC, que suponía un problema de difícil resolución. Pero se consiguió que la UNESCO remontara su etapa más oscura y, sobre todo, que su principal aporte económico, los Estados Unidos, regresara, en 2003, ya con Matsuura al frente.
La matanza de Nankín
Durante la presidencia de Irina Bokova se realizaron informes sobre los medios de comunicación, alertando sobre las “fake-news” y las mentiras arrojadas en la prensa e internet. Estrategia que le sirvió a la institución como lavado de cara y para protegerse de sospechas y acusaciones que hoy en día —sean verdaderas o inventadas— circulan a la velocidad del rayo.
Otro peso pesado de la Unesco, Japón, el segundo contribuyente a la organización, congeló sus aportaciones en 2016, tras la inclusión en el Programa Memoria del Mundo de la matanza por el Ejército japonés en la ciudad china de Nankín en 1937, bajo la propuesta china y descrito desde su óptica. China es el tercer país que más aporta, habiendo aumentado su implicación.
Las controversias políticas y las diferencias con países miembros tampoco son nuevas: Sudáfrica ya abandonó la UNESCO en 1956 por considerar que se interfería en su política racial. En 1996, con Nelson Mandela presidiendo el país, vuelve a ser miembro.
La división árabe
El 10 de noviembre pasado, cuando la UNESCO parecía que iba a contar un representante musulmán como máximo dirigente, sustituyendo a la búlgara Bokova (el ex ministro de cultura de Qatar, tachado de antisemita, Hamad bin Abdoulaziz Al-Kawari), las disensiones entre los países árabes dieron como resultado que la ex ministra francesa de Cultura, Audrey Azoulay, progresista, de origen marroquí, familia judía y padre consejero del rey de Marruecos, fuera la finalmente elegida, muy poco tiempo después del abandono estadounidense de la UNESCO. Arabia Saudí amenazó con abandonarla también si el catarí Hamad bin Abdoulaziz salía elegido.
Tampoco está contento el mudo árabe con la elegida, habiendo apostado por que este año sería el de la dirección en manos de algún representante de aquél ámbito (Qatar, Líbano, Egipto e Irak presentaron candidaturas), sin embargo el candidato egipcio apoyó a la francesa tras quedar eliminado de la ronda final para evitar la elección del favorito catarí. Recordemos que Qatar no tiene actualmente relaciones diplomáticas con Egipto, Arabia Saudita, Bahréin y Emiratos Árabes Unidos por su política cercana a Irán. Como se comprueba, la UNESCO no es inmune a la política y los equilibrios de poder.
Antisemitismo y futuro
Por cierto, que Qatar es uno de los países, junto a Palestina, que promovió desvincular completamente el Monte del Templo con la historia del pueblo de Israel, dando lugar a la posterior resolución de la UNESCO. Evidente antisemitismo que ha provocado la disidencia de Israel y Estados Unidos.
Importante tarea la que le espera a Azoulay, si quiere devolver la UNESCO a la senda de cultura y la paz, sin que se vean mancilladas por injerencias políticas.