La incógnita planteada es por qué el SARS-CoV-2 hostiga a ciertos pacientes por mucho tiempo, en tanto que otros lo dominan rápidamente. Sin lugar a dudas que es un “misterio” sin solución para el momento, en lo que coinciden varios investigadores, por la incertidumbre que aún envuelve al coronavirus. No obstante, las evidencias recogidas a la fecha, unidas a lo que se conoce sobre el sistema inmunológico, permiten tener una explicación.

Los elementos que pueden favorecer a que la guerra contra el virus se extienda o reduzca en el cuerpo humano son cuatro; según el inmunólogo Alfredo Corell de la Universidad de Valladolid.

Tres de ellos son frecuentes para toda enfermedad infecciosa: edad, genética y condiciones ambientales de cada enfermo. Existe otro factor descubierto recientemente, el cual insinúa que la inmunidad desarrollada, frente a otras patologías como gripes podría coadyuvar para derrotar al Covid-19.

El doctor Corell asegura que siempre ha habido personas que se defienden mejores que otras de las enfermedades, pero hay que tomar en cuenta la importancia de la genética en la guerra contra los microrganismos patógenos. En este sentido, ciertas investigaciones ya han aludido la probabilidad de que algunos genes se relacionen con padecer un cuadro algo peligroso de COVID-19.

¿Pueden mantenerse las defensas jóvenes?

En los estudios realizados por el investigador Alfredo Corell concluye que, a partir de los 65 años el sistema inmunológico va envejeciendo progresivamente, de allí que sea corriente hallar a esa edad alergias, cánceres y patologías autoinmunes; también advierte que se deben considerar las comorbilidades (varias enfermedades a la vez), otras dolencias de salud asociadas y la edad de los enfermos.

Argumenta el científico que esta "inmunosenescencia" induce a que las defensas del organismo se "degeneren", sin embargo, afirma que hay excepciones significativas: "Hay ancianos de más de 80 años con un sistema inmune a prueba de balas".

La conducta de cada individuo puede "mantener, mejorar o empeorar" su sistema inmune, a juicio del doctor Corell.

Refiere ciertos hábitos saludables que pueden favorecer el sistema inmune: como dormir suficiente, llevar una dieta balanceada, ejercitarse moderadamente y evitar el estrés. Igualmente, recibir rayos de sol para producir vitamina D, que es uno de los factores con mayor acción inmunofuncional y de más está decir, que se debe eliminar la ingesta de alcohol, drogas y tabaco.

A estos factores se les debe agregar la probabilidad de que episodios con enfermedades pasadas hayan dispuesto mejor el sistema inmune, frente a la lucha contra el SARS-CoV-2. Una investigación publicada recientemente en la revista Cell afirmaba que entre 40 y 60% de pacientes que no había padecido de Covid-19 disponía de células de memoria, frente al nuevo Coronavirus.

Infecciones superadas con otros coronavirus causantes de resfriados comunes, reportarían una inmunidad cruzada frente al SARS-CoV-2, de acuerdo a ciertos científicos. Para el doctor Corell, esta es la razón por la cual ciertas personas pueden pasar el Covid-19 sin síntomas aparentes.

El escondite del coronavirus

Nerea Irigoyen, viróloga de la Universidad de Cambridge, presenta su incertidumbre al decir que suceden cosas extrañas con el virus, por ejemplo, el hecho de que algunas infecciones duran demasiado. Al respecto, afirma que “Debe haber algo que desconocemos”. La especialista sostiene que el gremio médico, hasta ahora, se ha basado en lo que sabe del SARS-CoV-1, causante del SARS, el cual es un virus pulmonar específicamente; pero ahora se conoce que el SARS-CoV-2 tiene la capacidad de ingresar en otras clases de células y se manifiestan viendo nuevos síntomas como la gastroenteritis.

Por su parte, el científico José Antonio Uranga, de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) manifiesta que el SARS-CoV-2 puede presentar apetito por otras zonas del organismo, aparte del sistema respiratorio. Argumenta que los receptores ACE2 y CD147 que utilizan el virus para ingresar en las células, son inclusive más cuantiosos en otros órganos, aparte del sistema respiratorio.

La investigadora Raquel Abalo, también de la URJC, alega que uno de esos otros tejidos son los que conforman el aparato digestivo, cuyas neuronas que moran en el tracto gastrointestinal podrían verse impactadas, y que los síntomas gastrointestinales podrían ser producto de un deterioro en esas células. Admite que aún no pueden estar seguros, pero podrían servir de depósito para el virus, tal como ocurre con la varicela en otros conductos nerviosos.