Un grupo de médicos del Hospital del Mar, en Barcelona, inició un ensayo experimental que comprende la estimulación cerebral profunda como tratamiento para la anorexia nerviosa. El trastorno, caracterizado por una distorsión de la imagen corporal, bajo o nulo consumo de alimentos, pérdida de masa muscular y alto riesgo de muerte, podría encontrar en esta técnica, un tratamiento efectivo a largo plazo.
El procedimiento, que comprende la inserción de dos electrodos en zonas profundas del cerebro, todavía se encuentra en fase experimental. Así, la estimulación cerebral profunda trataría los síntomas de la anorexia nerviosa sin interferir con los procesos reguladores del apetito en el organismo, sino enfocado en los circuitos cerebrales que controlan las áreas de estímulo y recompensa, estado anímico y ansiedad.
De esta manera, se normaliza el apetito y se gana peso.
Terapia de electrodos revolucionaria
El equipo del Hospital del Mar, liderado por Gloria Villalba, destaca que en principio esta alternativa está disponible solo para cierto tipo de pacientes diagnosticados con anorexia nerviosa, con prioridad hacia aquellos que llevan más de 10 años de tratamiento sin resultados tangibles. Para ello los miembros del equipo organizan una selección, en colaboración con el Institut de Trastorns Alimentaris (ITA).
Uno de los requisitos fundamentales para ser considerado como sujeto experimental es que el índice de masa corporal del voluntario debe situarse en una media entre 14 y 15 puntos.
A la espera de los resultados
Hasta el momento solo cuatro pacientes han recibido el tratamiento, con avances significativos. El caso más notable es el de Elisabeth Valladares, una mujer de 42 años que solo consumía líquidos, y que fue modificando sus hábitos progresivamente, hasta incorporar a su dieta alimentación sólida. En el restante de los casos también se ha experimentado una mejoría considerable, aunque con resultados que varían dependiendo del sujeto.
Hasta ahora, tres de los cuatro casos son favorables.
La anorexia nerviosa es una de las patologías asociadas a trastornos alimenticios más severos y con mayor tasa de incidencia en adolescentes, con una frecuencia de 1 en 100 jóvenes entre los 13 y los 18 años de edad. Se estima que aproximadamente el 30% de los casos terminan manifestándose como patología crónica con pocas posibilidades de mejora.