El transporte siempre ha sido un factor determinante en la integración de las personas con discapacidad modelos a la sociedad. De él depende, en buena medida, su inclusión y participación efectiva en la dinámica social.
En el sistema de transporte público en Venezuela nunca se ha dispuesto de unidades acondicionadas para permitir el acceso a personas que se desplazan con ayudas técnicas como sillas de ruedas, andaderas, muletas o bastones. Tampoco existe una inducción por parte de las autoridades pertinentes a los operadores de estas unidades, en relación al trato y consideración que deben tener para con este tipo de usuarios.
Los taxis tampoco representan una alternativa para estas personas, pues su costo en muy grande, aparte de que muchos choferes pretenden, de manera inescrupulosa, cobrarles la silla de rueda como equipaje.
La falta de transporte afecta la integración
La crisis generalizada que sufre el país ha impactado de manera particular al sector transporte. Vemos que se ha reducido el parque automotor en el transporte público, sobre todo en la ciudad de Caracas, lo que conlleva a que las pocas unidades que continúan operando se saturen de pasajeros prontamente, lo que dificulta más aún el acceso a personas con ayudas técnicas o aditamentos ortopédicos... Quienes han hecho uso de su creatividad para trasladarse, solicitando el apoyo de motorizados o choferes de automóviles.
En este sentido, vemos personas en sillas de ruedas agarradas de vehículos en movimiento o con su silla atada a una motocicleta para “aprovechar la cola”. Si bien en ambos casos es evidente el peligro que esto envuelve, y muchos destacarían la “irresponsabilidad” del conductor; las personas en estas condiciones lo ven como alternativa para hacer sus diligencias, y el conductor, por su parte, lo asume como un acto caritativo o una ayuda al prójimo.
El metro ya no es alternativa
Estas estrategias también se ven alimentadas con la inoperatividad que presenta el Metro de Caracas tras los apagones de los últimos tiempos y la falta de mantenimiento, al cual ya no les funcionan sus escaleras mecánicas, y sufre desperfectos frecuentes en sus vagones, aparte del tiempo considerable que tarda de una estación a otra.
Este sistema era el medio de transporte por excelencia para las personas en sillas de ruedas, en bastones, o ciegos, a quienes un operario les conducía hasta los vagones, así como para salir del sistema. Este servicio se dejó de prestar hace tiempo por lo que ya las personas con discapacidad han dejado de usar este medio de transporte, por el peligro que les representa utilizarlo sin asistencia; lo que atenta contra su libre desplazamiento y, por ende, contra su integración.
Por otra parte, la mayoría de las pocas rampas con que cuenta la ciudad para el desplazamiento seguro de personas en sillas de ruedas, se ven obstaculizadas por vehículos o kioscos. Ya los ascensores de muchas edificaciones han dejado de funcionar por falta de mantenimiento, porque no se consiguen los repuestos o las continuas idas de luz los han dañado.
En estos casos se presenta la gran odisea de un residente que utilice sillas de ruedas para su desplazamiento, pues para salir debe contar con la buena voluntad de sus familiares, amigos o vecinos que le ayuden en el descenso o cuando regrese para subir.
Se puede concluir que Caracas es una de las ciudades del mundo moderno con menos accesibilidad universal para sus ciudadanos, lo que repercute de manera directa en la movilización independiente de las personas con discapacidad y, en consecuencia, en su integración y realización personal.