Para poder atender a las necesidades nutritivas, el organismo de la gestante desarrolla un mecanismo compensador orientando el aumento del peso inicial hacia la reserva de grasa que la mujer podrá utilizar cuando aumente la demanda energética del feto a medida que avanza el embarazo.

Ello es posible porque al principio del embarazo se reduce el metabolismo basal, por lo que el gasto energético para la misma actividad es menor que antes de la gestación, para ir normalizándose durante los meses siguientes, debido al anabolismo existente.

Adaptaciones metabólicas

El organismo de la gestante es capaz de oxidar los ácidos grasos en los tejidos periféricos, a fin de dejar el máximo de glucosa y aminoácidos para que sean utilizados por el feto y los tejidos placentarios en el tercer trimestre, es decir, en la época de mayor de manda nutritiva del feto.

La glucosa desempeña un papel primordial en el crecimiento y metabolismo fetal. Por otro lado, se observa un mecanismo bifásico adaptativo, que comprende una primera etapa anabólica de reserva proteica, para dar paso en una segunda etapa a otra fase catabólica en la que se utilizan estas reservas nitrogenadas; de este modo se reparte sobre la totalidad el coste proteico de la gestación, reservándose aún algo para la futura producción láctea.

Estas adaptaciones maternas al crecimiento fetal se ven favorecidas en parte por el hiperinsulinismo existente en la madre; ello facilita el anabolismo después de las comidas y acelera el catabolismo en ayunas, con el fin de mantener una homeostasis glucídica acorde con las necesidades.

Por este motivo, salvo excepciones, no deben indicarse dietas hipocalóricas, por que pueden provocar acetonurias no deseables; también hay que evitar que transcurran muchas horas sin tomar alimentos, pues se producen hipoglucemias y, por tanto, una movilización de reservas grasas que provoca asimismo cetonemia.

De aquí la importancia de repartir bien las comidas a lo largo del día, y en especial la toma de un desayuno completo, sobre todo al final del embarazo, que es la época más lábil en este sentido.

Requerimientos nutricionales y alimentarios de la gestante

Dichas recomendaciones empiezan a hacerse sentir de forma cuantitativa a partir del segundo trimestre.

Hay que hacer hincapié en la importancia cualitativa de ciertos alimentos en esta época, en la que pasan a ocupar un lugar destacado; en cambio, otros deben tomarse con precaución o en las cantidades habituales, pues no hay necesidad de aumentarlas. Ciertos consejos prácticos pueden ser útiles en esta etapa. Podemos citar:

  • Cuidar la higiene bucal con esmero (neutralizar la acidez de la saliva ligada a los cambios metabólicos existentes).
  • Preparar los alimentos de forma sencilla.
  • Comer despacio, masticando bien, y no "picar entre horas".
  • Conservar la misma actividad de siempre y, si es posible, caminar o dar algún paseo, con el objetivo de prevenir el estreñimiento, bastante usual en la embarazada, y mejorar la circulación sanguínea.