Sabemos que los videojuegos están pensados para enganchar. Muchos lo consiguen de forma adictiva y es difícil olvidarse de ellos (World of Warcraft, Pokemon, Candy Crush, Minecraft…, sabemos de qué hablamos, ¿Verdad?). De hecho al igual que la lectura, el cine o la televisión, nos sirven para olvidarnos de nuestros problemas cotidianos y durante los instantes que les dediquemos, nos divierten, relajan, evaden y despiertan nuestros sentidos. Lo cual en sí es bueno.
El videojuego en sí no es nocivo
Incluso y en contra de lo que pueda parecer, pueden favorecer la socialización, en opciones multijugador, o como interés común en un grupo de amigos.
Fomentan los reflejos, la percepción espacial o el interés por la tecnología y otras disciplinas científicas. Investigadores españoles y franceses han llegado a la conclusión de que los Videojuegos de acción fomentan la capacidad lectora. Incluso hay estudios que los valoran como terapia para enfermedades como la depresión.
Lo malo es cuando esta compulsión sirve para abstraerse momentáneamente de problemas que están ocultos en la persona, cuando actúa, por así decirlo como una droga que nos aleja mientras dura el estímulo, de nuestros conflictos internos. Precisamente una depresión puede devenir en una adicción al videojuego.
Síntomas de alerta
Existen tres circunstancias que hacen sospechar que la adicción al videojuego sea problemática:
- Dedicarles un tiempo abusivo, cediendo a una necesidad imperiosa de jugar, no controlando la frecuencia con que se hace.
- Anteponerlos a nuestras prioridades vitales o más importantes.
- Continuar jugando, a pesar de haber ocasionado en nosotros consecuencias negativas prolongadas.
Ante estos síntomas se debe estudiar el caso.
El control por parte del entorno sobre todo el más cercano, como la familia es clave. No obstante, uno de los miedos suscitados—y las polémicas— de incluir la enfermedad de adicción a los videojuegos como enfermedad en la próxima Clasificación Internacional de Enfermedades (ICD-11) es la posibilidad de sobrediagnóstico, lo que ha sucedido con otras enfermedades —según muchos especialistas— como por ejemplo el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH).
La citada clasificación de enfermedades no se actualizaba desde 1992.
Adicción muy frecuente
Además, la discusión también quería evitar demonizar al videojuego. No es su uso, ni siquiera su abuso, lo que lo hace degenerar en una adicción. Sino el hacer que finalmente, la vida de la persona se descontrole y gire en torno a los videojuegos.
De hecho, se ha convertido en la segunda adicción más frecuente por detrás del cannabis, de las que se diagnostican en el servicio de Psiquiatría del Niño y del Adolescente del Hospital Universitario Gregorio Marañón de Madrid
Hay chicos que abandonan sus actividades escolares o dejan de dormir las horas necesarias para calmar la ansiedad que provoca el no jugar. Y al final, esta circunstancia provoca una necesidad mayor y un círculo vicioso que aumenta el problema. La persona se vuelve irritable y nerviosa cuando no juega o tiene que abandonar el juego.
Problemas y aislamiento
Puede crear conflictos familiares, sociales o laborales. Se puede también abandonar la normalidad de las comidas, del sueño y del descanso.
Incluso como caso extremo se puede llegar a un aislamiento de la persona: lo que en Japón se ha conocido como hikikomori, personas que se encierran en su habitación y dejan de llevar una vida plena y sana.
Hay incluso especialistas que ya tratan específicamente el problema, pues tiene connotaciones propias que lo diferencian de otras adicciones.
Hay estudios por parte de la OMS desde hace una década, en los que se ha ido evaluando este trastorno que ahora se cataloga y se define como enfermedad. No obstante, al igual que pasa con otras adicciones, no es el jugar a videojuegos sino su abuso y sus implicaciones negativas en el comportamiento y las emociones las que derivan en una patología.