Las enfermedades contagiosas que se transmiten de persona a persona van dejando un rastro visible de infectados que si se sigue de forma adecuada puede ser vital para cortar en seco la propagación de la enfermedad. Esta regla es plenamente aplicable a la epidemia de coronavirus, cuya infección a través de las relaciones personales permite mediante una labor de investigación eficaz identificar a los infectados, aislar a los contagiados y frenar la expansión de la enfermedad, la labor de esa investigación es la del rastreador.
Y en estos momentos en que se está sufriendo la segunda ola de la pandemia las Fuerzas Armadas se han sumado a la lucha incorporando una figura que está ganando peso en la opinión pública, la del rastreador militar.
Estrategia 'Misión Baluarte' contra la pandemia
Aunque las FAS estuvieron implicadas en la lucha contra la COVID-19 desde su inicio mediante la "Operación Balmis", el cierre de esta al superarse la primera ola pandémica y las lecciones aprendidas en esa operación, han inducido un cambio de tácticas para frenar esta segunda ola de forma más sutil sin el monumental despliegue, 180.000 efectivos implicados en total, que se dio en las primeras fases de la emergencia.
La nueva operación, "Misión Baluarte", se basa más en identificar y localizar a los posibles contagiados y así cortar la expansión de la pandemia y salvo alguna desinfección puntual de alguna infraestructura o alguna tarea logística puntual a realizar el objetivo es frenar la expansión vírica mediante esos rastreadores.
Formación de rastreadores militares
Los primeros encargados de las misiones de rastreo fueron personal de sanidad repartido por las distintas CCAA. Pronto estos quedaron superados por lo ingente de la tarea y se pidió ayuda al Ministerio de Defensa que ofreció hasta 2.000 rastreadores, están operativos 1.700, para descargar a la sanidad pública de esa carga de trabajo. No era esta una labor con la que el personal militar estuviera familiarizado, por lo que los uniformados tuvieron que pasar por un curso de 20 días de duración en los que se les instruyó en características de la enfermedad, uso de los sistemas informáticos de seguimiento de las distintas CCAA y clases de psicología para hablar, empatizar y persuadir a los contactados en las tareas de rastreo.
Despliegue de rastreadores en Madrid
Con ello y poniendo la Comunidad de Madrid como referente se han movilizado en ella 150 rastreadores, Unidad de Vigilancia Epidemiológica que manda un comandante, repartidos en 5 secciones, cada una Sección de Vigilancia Epidemiológica, de 32 efectivos estando cada cual al mando de un teniente. De estas secciones, dos son del Ejército de Tierra y se despliegan sendas en la sede del Mando de Artillería Antiaérea, MAAA, en Fuencarral y en la sede de la Brigada "Guadarrama" XII en la Base del Goloso. El Ejército del Aire aporta otras dos secciones, una acantonada en la Base Aérea de Torrejón y la otra en la Base Aérea de Getafe. La Armada aporta la quinta sección de la unidad trabajando desde la sede de su Agrupación de infantería Marina emplazada en la calle Arturo Soria.
Rastreadores de la 'Guadarrama' XII en varios puntos
Tomando como modelo el trabajo de la sección de la brigada "Guadarrama" y siendo testigos de su trabajo en vivo, podemos perfilar la forma de trabajo de un rastreador militar. Los 32 efectivos de esta sección epidemiológica se reparten en tres pelotones de nueve personas al mando de un sargento mientras que un teniente está al mando de toda la sección en su conjunto. Existen tres turnos de trabajo diarios: mañana de 9:00 a 15:00 H, tarde de 15:00 a 21:00 H y fin de semana, sábado y domingo de 9:00 a 21:00 H continuado. Cada pelotón siguiendo un plan de relevos se ocupa cada semana de un turno de trabajo. En un aula dispuesta en uno de los edificios de la brigada cada rastreador al empezar su turno se sienta delante de un ordenador, un teléfono y material para tomar notas.
El rastreo es la Fase 1 de localización de un positivo
Cada rastreador tiene un ordenador conectado al sistema de gestión de salud de su CCAA, en el caso que nos ocupa la de Madrid, por este sistema le aparecen en pantalla la lista diaria de personas que en Madrid se han hecho la prueba PCR y han dado positivo en Coronavirus. al hacerse la prueba PCR el paciente debe dejar sus datos y localización por lo que es fácilmente localizable.
El sargento jefe reparte esta lista de contagiados entre los 9 efectivos que forman su pelotón de rastreo, entonces cada rastreador se pone en contacto telefónico con los positivos que le han tocado de esa lista. Contactado por teléfono el paciente, a menudo es el rastreador el que da los resultados de su PCR. Si este es positivo le informa que debe guardar cuarentena, actualmente 10 días, si es asintomático o avisar a emergencias si tiene síntomas y estos se agravan, la diplomacia y la empatía son vitales a la hora de tratar con el paciente en estos momentos.
La Fase 2 es la identificación de contactos
Con los datos de realización de la PCR y sabiéndose los tiempos de incubación del COVID-19 el rastreador pregunta sobre los contactos que ha podido tener el positivo el lapso de tiempo en que pudo ser un vector de contagio: reuniones sociales, comidas, encuentros familiares, trabajo, etc. Y si es factible, a veces se consigue y otras veces no pues no siempre se conocen los nombres de otras personas ni se saben sus teléfonos, el rastreador obtiene del paciente los nombres y contactos telefónicos de aquellas personas que pudieron estar en contacto con él en ese tiempo. En esta fase se discrimina el número de posibles contactos pues el coronavirus necesita de ciertas condiciones para contagiarse como cercanía con el interlocutor, contacto físico directo, exposición cercana sin protección más de 15 minutos, etc.
Y estas circunstancias permiten reducir la lista.
La última fase es la localización de los contactos
Con esta nueva lista en su poder el rastreador se pone en contacto con los pacientes sospechosos y tras anunciarse como tal y usando mucho la psicología les interroga sobre la naturaleza del contacto con el positivo, les informa de los síntomas y le informa de dónde hacerse las pruebas y las precauciones a tomar y los teléfonos a los que acudir. Todos los datos de los sospechosos se suman al programa informático con lo que la administración tiene así un cuadro completo de la situación sobre los nuevos sospechosos de infección que deben hacerse las pruebas, gracias a este cuadro general y esta localización de contagiados y su aislamiento se confía en frenar la expansión del virus.
La tarea es realmente ardua, como el teniente jefe de la sección aclara: "Es agotador, cada nuevo positivo nos da los datos de otras personas que estuvieron en contacto estrecho con él y es necesario localizarlas y entrevistarlas, muchas veces no lo consigues ese día con lo que debes continuar ese rastreo al día siguiente en el que se suman los nuevos casos de esa jornada. Un esfuerzo ímprobo".