Según datos de la ONU el 30% de las mujeres son víctimas de Violencia de género. La Violencia de género se define como cualquier conducta realizada consciente e intencionadamente basada en la pertinencia al sexo femenino, que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, incluyendo las amenazas de estos actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la privada.

Términos utilizados

En cuanto a la terminología, se ha hablado de violencia doméstica, de pareja, y machista.

Ante todo hay que tener en cuenta que más de las dos terceras partes de los actos violentos cometidos contra las mujeres, incluidas las violaciones, son cometidos por familiares o personas cercanas a la familia.

Y si bien se producen también en relaciones de pareja, que pueden formar o no una familia, no hay que olvidar que también se dan en otros ámbitos institucionales y sociales, como está saliendo a relucir actualmente en el ya conocido movimiento del “me too”.

Y, por último, no puede considerarse exclusivamente machista, porque no son siempre las personas del género masculino las que la perpetran, porque el trasfondo sistemático no se circunscribe, ni mucho menos, exclusivamente a los hombres, sino también, por desgracia, a las mujeres, como ya mencioné en uno de mis anteriores artículos.

Porque algunos se atreven a acuñar el concepto de violencia de género contra los hombres. Vamos a ver, señoras y señores lectoras y lectores o viceversa. Si hasta el mismo lenguaje que no me queda más remedio que utilizar para escribir estas líneas es en esencia machista.

Tengo que utilizar el masculino como neutro y si no me gusta, pues duplicar las expresiones, diferenciándolas por género cuando me dirijo a los que tienen a bien leer este artículo ¿Porqué?

Porque esto es lo establecido, y lo ha establecido la cultura patriarcal en la que convivimos. Esto lo menciono solo a título de ejemplo, es decir, la falta de conciencia de la violencia de género al respecto es la base del problema y realmente difícil de cambiar, porque requiere un cambio cultural, social, de valores y, sobre todo, un cambio de mentalidad, que implica una, si cabe, mayor dificultad.

Desde la definición dada por las Naciones Unidas (N.U) sobre la violencia de género, en 1993, se amplió el concepto de violencia de género, que, de hecho no existía hasta entonces, puesto que trasladaba la problemática desde el ámbito privado al público. En privado, dentro de las familias, se consideraba simplemente una “corrección punitiva” que la mujer debía aguantar en orden a seguir la conducta adecuada a su condición.

Asimismo, las N.U. explicitaron, al aprobar la “Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres”, que esta violencia atentaba contra Derechos Humanos ya establecidos. Por citar algunos, recogidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos: el derecho a la vida y a la integridad física, a no ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes, el derecho a la igualdad delante de la Ley y a la igualdad de protección frente a la Ley, el derecho a la Libre Circulación y el de Libertad de Reunión y Asociación.

Tipos de violencia de género

Expongo siete tipos de violencia de género, que no serían propiamente tales, sino diversas facetas en las que se manifiesta, y son las siguientes: física, psicológica, sexual, económica, patrimonial, social y vicaria. La física son las agresiones corporales como bofetadas, puñetazos, patadas, quemaduras, roturas, y en fin, para que seguir, cualquier lesión más o menos grave de que sea objeto la mujer.

  • La psicológica se nutre con insultos, humillaciones, trato degradante o despreciativo, coacciones, amenazas.
  • La violencia sexual no se limita a la violación (o el estupro), sino que incluye, por ejemplo, otras prácticas como el forzar al aborto o a la concepción, acoso, tocamientos, y otras vejaciones de carácter sexual, pudiendo llegar a mutilaciones genitales.
  • La económica consiste en impedir a la mujer el acceso al mercado laboral o hacer que deje su trabajo con la finalidad de que pase a depender de su maltratador, que obtiene así el control privando a la mujer de su independencia económica.
  • La patrimonial es la violencia que se centra en la sustracción o la destrucción de los bienes de la mujer con el fin de producirle el subsecuente daño psicológico que ello supone.
  • La social es el apartamiento del entorno familiar y relacional con los amigos, que genera el aislamiento, la soledad y la indefensión ante el problema por la imposibilidad de comunicarse con otros.
  • La violencia vicaria es la que se ejerce sobre los hijos con el único objetivo de causar el mayor daño a la madre.

Como es claramente deducible todos estos tipos de violencia no componen apartados estanco, sino que por el contrario están estrechamente interconectadas.

Me gustaría, sin embargo, hacer hincapié en la violencia psicológica, sin quitar importancia, ni mucho menos, a la física, por los efectos por todos conocidos tan graves que puede comportar llegando al resultado de muerte.

Cuando una mujer es agredida físicamente y se recupera, es el trauma psicológico el que permanece, y cuanto más brutal sea la agresión, mayor suele ser ese trauma. Un agresor puede utilizar la violencia psicológica descrita anteriormente para lograr los objetivos de la violencia económica y social, porque un “no vales para nada” o “si vas a comer con tu madre la mato”, genera un miedo en la víctima que la deja totalmente indefensa, agravando todavía más ese daño emocional en una rueda de la que es muy difícil desprenderse.

Las consecuencias del trauma son muy graves, y pueden resumirse en las siguientes:

  • Síndrome de estrés postraumático. Las imágenes de las agresiones que han padecido se les repiten de manera recurrente.
  • Destrucción de la subjetividad. La víctima pierde su identidad y pasa a ser considerada como un objeto.
  • Pérdida de la autoestima y de la confianza.
  • Sentimientos contradictorios de vergüenza, degradación, miedo rabia, desorientación, soledad, abandono y desconexión.
  • Insomnio, angustia, terrores nocturnos, fobias, dificultades para concentrarse y depresión.

Este es el monstruo con el que tienen que lidiar las mujeres maltratadas el auténtico reto a superar para reencontrarse a sí mismas. Porque la violencia de género, el maltrato, busca la derrota moral. Pero no hay que olvidar que esa moral, la dignidad, por muy grande que sea el dolor, nunca, nunca, nadie, nada, se la puede robar a nadie.