¿El cliente siempre tiene la razón?
Genera mucha suspicacia un suceso reflejado esta semana por los medios de comunicación hispanos en Miami, Florida (USA), relacionado con una señora de origen cubano quien, según un video grabado por ella misma con su smartphone y por las declaraciones que dio seguidamente al canal de TV Telemundo, se sintió “discriminada por un empleado de la compañía United Parcel Services (UPS)”, en Miami, cuando éste “le pidió que hablase en inglés”.
La dama anegada en lágrimas explicó al periodista que ella solo habla español -a pesar de que vive hace 25 años en los Estados Unidos-, al igual que su esposo quien adujo que al pedirle cuentas al empleado de marras éste le mostró amenazante un destornillador: en consecuencia, el video de la señora se hizo “viral” en la redes sociales -desconozco si ello significa que ganó dinero vía YouTube-, y el joven trabajador fue despedido por UPS bajo la vieja y muchas veces injusta prédica empresarial de que “el cliente siempre tiene la razón”.
El cliente no siempre tiene la razón y abusa de los empleados de las tiendas, de los centros comerciales; maltrata a quienes realizan trabajos de mantenimiento y limpieza, a los guardias de seguridad.
He visto como lanzan al piso las ropas, el calzado, abren cajas y estuches de productos que luego no compran, e increpan al humilde cajero cuando esperan 5 minutos en una corta cola, amenazándolo con el gerente. Lo peor de ello es que muchísimos de esos clientes, allá en Cuba, vivieron décadas haciendo largas colas, esperaban horas, nada podían comprar y nadie se quejaba.
Bayly: “Los norteamericanos tienen que aprender español”
Me extrañó que hasta el renombrado periodista y escritor Jaime Bayly -a quien admiro por su particular estilo y valentía en la denuncia diaria de la crisis venezolana-, mostrase el video de un hecho -para mí- fabricado intencionalmente. Precisamente, en vísperas de que el presidente Donald Trump presentase su proyecto de reforma migratoria, que ha generado expectativas en los llamados “dreamers” que quieren “a juro” la parte de la torta americana que dicen les pertenece; pero también incertidumbre en una comunidad que hasta ahora había vivido tranquila, segura y confiada de su estatus migratorio en Norteamérica: la comunidad cubana o la diáspora cubana precedida por un exilio patriótico, respetable, histórico, que llegó a estas tierras a mediados del siglo XIX y tuvo en José Martí el sumun de la nacionalidad cubana; al cual analizaremos en una próxima entrega.
No engañen a la opinión pública. Es sabido que todo cubano nacido después de 1955, que creció y estudió en las escuelas públicas postcastrista, recibió clases de inglés diariamente, en 7mo, 8vo, 9no, 10mo grado (Secundaria Básica); 11no, 12do y 13er grado (liceo o preuniversitario). E incluso en las noches, sin importar la raza, el credo, la tendencia política o la sexualidad, podías estudiar en la Escuela de Idiomas de cualquier capital de provincia tres semestres de inglés, alemán, francés, italiano y ruso, gratuitamente. Los libros, las grabaciones de audio y las conversaciones de idiomas jamás trataban temas “revolucionarios”, ni eran fuentes de “lavado de cerebro”: aprendías el vocabulario, la gramática, y la sintaxis, pero también las costumbres, culturas y tradiciones inglesas, americanas, germanas.
Los profesores eran excelentes y ninguno comulgaba con el régimen.
¿Cómo es posible entonces que la atribulada señora no pudo tan siquiera saludar en inglés, pero sí usar eficazmente su teléfono celular para grabar al empleado? ¿Por qué no usó el traductor de Google? ¿Cómo llegó tan rápido al lugar el equipo periodístico del canal hispano?
Sancho: ¡al país que fueres haz lo que vieres! Pero en Norteamérica y especialmente en la Florida, ¡haz lo que quieres!