En Norteamérica no hay que ser un experto en medios de comunicación ni analista político, para percatarse del espíritu anti-Trump que manifiestan descarada y abiertamente muchos periodistas y "anclas" de los noticiarios y programas informativos de canales hispanos de la Florida, como Univisión, Unimás, Mega TV, Telemundo, América TV; así como columnistas de diarios como El nuevo Herald.

El mundo al revés

Parece una contradicción esta tendencia de izquierda democrática, pero no lo es si tenemos en cuenta que muchos de estos Medios tienen en sus nóminas a artistas, técnicos, escritores, y hasta ejecutivos que trabajaron muchos años en los canales, estaciones de radio y periódicos cubanos revolucionarios (dónde si no, en la Cuba Socialista).

Y se formaron como profesionales empíricos o graduados, en escuelas de arte y universidades en donde la carrera de Periodismo solamente se ofrece a militantes de la Juventud Comunista. Y lo asombroso es que ahora aquí en Miami trabajan mano a mano: quienes antes censuraban en Cuba a Radio Martí y TV Martí -por citar solo un ejemplo-, y quienes desde Miami supuestamente envenenaban el espacio radioeléctrico cubano. Sin duda, el exilio envejeció o el mundo está al revés.

Pero todos me dicen que este es un país libre, democrático, donde se respeta la libertad de prensa, la libertad de expresión y que todo el mundo tiene el derecho a expresar lo que piensa. Es cierto, aunque solo se trata, para mí, de medias verdades.

Mucho ruido y pocas nueces

Recuerdo, por ejemplo, la manipulación y el "ruido" que hizo el periodista Jorge Ramos, cuando en una conferencia de prensa del entonces candidato presidencial Donald Trump, éste no le permitió al periodista sacar ventajas de su fama de entrevistador de presidentes y dictadores, para hacer sus preguntas antes que los demás colegas presentes, y lo sacó de la sala.

Ramos aprovechó en su favor aquel acto de “coerción de la libertad de prensa” para detener el descenso del rating de su programa en Univisión; pero en realidad, él tejía una matriz de opinión predeterminada y financiada por la campaña demócrata, según la cual Donald Trump -como hicieron antes los Castros, Chávez, Correa, Ortega, Morales, Maduro-, arremetería contra los medios adversos a su administración, y de no plegarse a sus deseos -decían-, les retiraría el permiso de uso del espacio radioeléctrico norteamericano (por un momento pensé que estaba en Caracas, cuando el ex presidente Chávez clausuró RCTV y ello provocó una conmoción nacional en Venezuela).

Otro caso que describe la fragilidad de la libertad de prensa en el estado de la Florida es el del periodista Roberto Hernández Tejera, conductor del programa "Al filo de la noticia", en Mega TV y cuyo lema "ni me callaron, ni me van a callar", advertía el propósito de su equipo de investigadores de revelar toda la verdad sobre un hecho político nacional e internacional. Al principio “Al filo…” parecía innovador, pero la misma semana que se estrenó me di cuenta de que su estilo pondría en peligro el noticiario que conduce María Elvira Salazar, seguido del análisis político de Oscar Aza, y hasta el programa de Jaime Baily, que cierra la noche. Por eso no me extrañó cuando, dos meses después, “callaron” a Tejera de una manera elegante pero efectiva: ahora conduce un programa de variedades, de farándula nostálgica, entrevistando a solistas y grupos de la “década prodigiosa”.

No dudo que sus “colegas” lo hicieron callar.

La vida es sueño

Y esos mismos Medios manipulan la opinión pública latina e hispana, la seducen, la banalizan; le hacen creer en un sueño americano que supuestamente está al alcance de todos. ¡Qué hipocresía! Y qué pena me da escuchar a esos dreamers o “soñadores” manifestando su deseo de ser bilingües, de estudiar una carrera universitaria a costa del Gobierno para poder tener empleos mejores que los de sus padres. Vaya ironía la de ese sueño, que no les permite mirar más allá de sus narices y constatar que millones de inmigrantes latinos e hispanos, graduados de prestigiosas universidades del mundo, trabajan en los Estados Unidos como simples jornaleros: médicos, ingenieros, arquitectos, abogados y hasta periodistas trabajan de sol a sol en tiendas de ropas, en restaurantes y aeropuertos; limpiando pisos y baños, cortando yerbas bajo el inclemente sol, manejando taxis o cuidando el tráfico en las esquinas de los colegios de una ciudad llena de contrastes.