"El dulce aroma de albahaca. Los perros ladraban de fondo, como despreocupados del mundo, mientras la abuela cocía puchero. Uno de mis primeros recuerdos."

No es el relato de algún premio Planeta. Es, como dice el propio texto, el primer recuerdo de una buena amiga. ¿Y qué recordaba? Lo que recordaba eran olores y sonidos.

Los sentidos en la memoria

Ahora que estamos en Navidad, recordamos frecuentemente las de años anteriores y a mí me viene a la memoria el olor a campo, a tierra mojada, a pino y a leña. El color de las luces. El sabor de los dulces y de la comida al horno.

El calor de la chimenea. El sonido de mi padre con la botella de anís y la pandereta de mi abuela.

Y es que vivimos con los cinco sentidos, a pesar de que los sentidos seleccionan lo que el Cerebro recuerda: 5% de lo que ve, 2% de lo que oímos, 1% de lo que palpamos, 15% de lo que degustamos y 35% de lo que olemos. Los recuerdos asociados al olfato residen en el área más primitiva del cerebro y de esta manera, al volver a percibir el olor de la niñez, los adultos rescatan las asociaciones auditivas, visuales y afectivas con el olor.

Y los objetos no transmiten ésas sensaciones. ¿A qué huele un reloj? ¿Cómo sabe un diamante? ¿Es suave una televisión?

Regalar a corto y a largo plazo

Es por esto que nuestro cerebro utiliza éstas herramientas para almacenar en nuestro disco duro interno determinadas cosas, incluso a muy largo plazo.

Una experiencia vivida con más personas está llena de olores, sabores, colores y sensaciones.

Entonces, ¿Qué es mejor? ¿Regalar objetos o experiencias? Según la sabiduría popular, las vivencias crean recuerdos permanentes, mientras que las posesiones materiales son efímeras.

Sin embargo, según la Universidad de Columbia, se debe diferenciar entre la felicidad momentánea y la felicidad resplandor.

Según los investigadores Aaron Weidman y Elizabeth Dunn, somos más felices cuando nos regalan objetos materiales (momentánea), pero los regalos que nos hacen vivir experiencias, nos hacen sentir nostálgicos debido a que se siente con mayor intensidad, aunque con menos frecuencia (resplandor).

Ambos tipos de regalos van a producir felicidad en el receptor, por lo tanto, sólo queda elegir a quién regalar el qué.

Además, diversos estudios demuestran que obsequiar con vivencias hace más feliz a largo plazo, no sólo al regalado, sino que también produce placer en el regalador. Ambos van a generar interacciones sociales, lo cual desde el punto de vista del sistema cognitivo es muy estimulante.

Un regalo intangible no puede compararse como haríamos con dos móviles o dos joyas (ni en belleza, ni en precio). Compartir una experiencia apenas es susceptible de ser comparada negativamente con otra ajena, puesto que depende únicamente de las emociones que nos cause. Y también influye que el tiempo que invertimos en otros suele valer más que el dinero (aunque puede depender del quién y el cómo).

De la misma manera, hay que tener en cuenta que un Spa, una comida en familia, un evento musical o una excursión despiertan más nuestra memoria sensorial que una tablet o un anillo, por lo que dejaremos una impronta en el individuo regalado.

Experiencia placentera para el cerebro

Es importante también el pre-regalo y el post-regalo. Antes de regalar, la incertidumbre de la preparación, pensar el qué y el cómo regalar. Porque a mí, personalmente, apretar el botón del carrito de Amazon no me satisface.

Después, la anticipación al regalar o ser regalado. Una vez hecho el regalo: la espera de aquello que vayamos a hacer, como el día antes de un viaje o los momentos anteriores al comienzo de un teatro. Y a largo plazo, los sentimientos que nos despierta recordar, ya que no será igual el recuerdo de una comida sorpresa con amigos que el de un ordenador viejo.

Las personas nos inclinamos más a contar anécdotas que a describir un producto, por lo que no sólo vamos a interaccionar en el desarrollo del regalo, sino tras éste, cuando lo comentemos con los demás.

Porque admitámoslo, lo vamos a contar. Y a nuestro cerebro le gusta ésta interacción social.

Regala bien y no mires a quién (o sí)

Por tanto, ¿Qué regalo, un concierto o un CD? Pues depende de a quién quieras complacer. Si queremos impresionar a un cliente o un jefe, regalaremos algo bonito o que quieran, ya que el subidón del momento será mayor y más efectivo para conectar con ellos. A un amigo o un familiar, está claro que el mejor regalo que le podemos hacer es compartir nuestro tiempo con ellos, y agradecerán algo que nos haya ocupado unos días hacer, o una actividad conjunta.

Sea como fuere, regalad estas Fiestas. No por el mero hecho de quedar bien o satisfacer a alguien, sino por intentar hacer un poco más feliz aunque sea momentáneamente, a aquellos que nos rodean.