En artículos anteriores publicados de manera exclusiva para Blasting News España, ya hemos hecho referencia a la grave crisis que atraviesa el periodismo latino e hispano en la ciudad de Miami.
La mediocridad de los noticiarios, de los programas de opinión y análisis político es alarmante y se pone de manifiesto cada día sin importar el canal que estéis viendo: la profesión de periodismo, moribunda desde finales del siglo XX, está en coma, pues ahora se suma al enfermo la epidemia de las redes sociales y lo que es mucho peor, el virus de la competencia desleal entre colegas, de la hipocresía, destacada ésta última por una guerra mortal entre canales de televisión y estaciones de radio, decididos a alcanzar el “rating” más alto sin importar lo que haya que hacer para lograrlo.
Ajustes de programación igual a despidos
El ejemplo más preciso de la ausencia total de ética profesional y el incremento de la falta de respeto al público televidente, lo vimos esta semana en el programa homónimo que conduce el comunicador y escritor peruano Jaime Bayly, por Mega TV, de Miami, en el cual analiza con su estilo agudo y provocador, los acontecimientos políticos internacionales.
Mega TV, presionada por cadenas poderosas como Telemundo y Univisión y la presencia en la Casa Blanca de un presidente como Donald Trump que enfrenta a los medios de comunicación, ha debido ajustar su programación, sobre todo en relación a sus tres programas de noticias que encabezaron en su momento estelar: Oscar Aza, María Elvira Salazar, Roberto Rodríguez Tejera y el mismo Jaime Bayly.
Algo pasó allí cuando inesperadamente se retira María Elvira (supuestamente para hacer carrera política) y sale del aire por segunda vez Rodríguez Tejera; sendas bajas que favorecieron a Oscar Aza y a Jaime Bayly respectivamente, quien se benefició con un cambio de horario y media hora más de trasmisión.
Bayly está nervioso, como a la espera…
Pero a Bayly se le nota nervioso desde que aceptó este nuevo reto, porque ciertamente no es fácil mantener la atención del público -el rating- cuando el conductor de un programa se “casa” con un mismo tema -en este caso la atención a la crisis venezolana-, sin perder el equilibrio, la imparcialidad, peor aún, la credibilidad.
Genera suspicacias, cuando hace desfilar por su programa a las personalidades y personajillos del nuevo exilio venezolano: todos ellos con el ego muy alto, cualidad difícil de digerir por un carácter egocéntrico como el de Jaime Bayly.
Y pasó lo inevitable. Invitó por segunda vez a uno de los decanos del periodismo venezolano, Rafael Poleo, analista, periodista y empresario dueño de El Nuevo País y la revista Zeta -un "periodiquito" y una "revistica" lo calificaría malhumorado Bayly en su programa, el mismo programa que meses atrás consideró a Poleo un "maestro y un hombre muy bien informado".
Pero esta vez a Bayly le disgustó que Poleo no le siguió el juego y se disgustó mucho cuando éste afirmó que Estados Unidos estaría interesado en explotar el petróleo de la cuenca del Orinoco y todavía más, se exaltó porque el invitado calificó de "culto" a un alto funcionario de la dictadura madurista, Jorge Rodríguez.
Apenas una hora antes, uno de los hijos de Poleo, vicepresidente del periódico y la revista, había participado como panelista en el programa Ahora con Oscar Aza, y también describió a Rodríguez como el personero más inteligente del régimen venezolano. Sin embargo, Aza pasó por alto la lisonja, demostrando su ética profesional de respeto por la opinión de su invitado.
Creo que Bayly actuó como un muchacho malcriado ya de 50 años y le faltó el respeto a un profesional de larguísima carrera, de 75 años, de quien ningún venezolano serio puede decir que haya sido lisonjero del chavismo: como bien señaló otro maestro, Leopoldo Castillo, quien recordó a Bayly que Poleo se atrevió a decir en el programa "Aló Ciudadano", conducido por Castillo, que el final de Chávez sería como el de Mussolini.
Bayly advirtió a los televidentes que a su programa “no pueden ir chavistas que están en el armario, ni críticos de los Estados Unidos”, una frase intolerante, irónica, inútil, expresada en una ciudad que ya alberga a decenas de miles de antiguos partidistas comunistas cubanos y a cuanta izquierda siniestra creció bajo la tutela de Cuba, en Centro y Sudamérica.