Hace unos meses escribía esta crítica sobre una exposición dedicada a David Bowie en el Centro leonés de Arte. Debido al Tsunami acaecido el 1-O, uno no sabe ni sobre que escribir. Por eso mismo tiro de almanaque personal, a ver si en lo que se van retirando las aguas vuelve la inspiración.

El Pop ha muerto o es que se ha transformado como la materia

David Bowie, uno de los personajes más irreverentes que el tumultuoso siglo XX aportó a la historia. Cantante, actor, activista e inspiración para muchas personas a vivir según les dicte su conciencia.

Un ejemplo de ello es Olvido Gara “Alaska”. Esta cantante hispano-mexicana, ha contado cómo con 12 años viajó a Londres desde Madrid y allí conoció la figura de David Bowie. Un joven Bowie, que representaba todo lo que no había en España por aquel entonces; libertad, color, fantasía, androginia, libertinaje, ruptura de lo establecido... Todo eso influyó en la joven Olvido que años más tarde formaría un grupo de música junto con unos amigos, los Kaka De Luxe. Este grupo iniciaría, entre otros, a uno de los movimientos culturales que marcó a toda una generación: La Movida Madrileña. El Pop Art llegaría a España en los 80 para quedarse y todo lo que hasta ese momento no había estado presente lo estuvo más que nunca (tanto lo bueno como lo malo).

En España se vivió una revolución cultural que caló hondo en muchas personas, no solo en los artistas, sino en toda una generación de jóvenes que habían nacido en una época llena de grises.

‘David Bowie Carlos Luxor Colección'

El Pop supone algo más que una mera definición de un estilo artístico. Supone la asimilación de una cultura popular.

La exposición ‘David Bowie Carlos Luxor Colección' organizada por el Centro leonés de Arte, nos ofrece una colección de 800 piezas que llevan la imagen de Bowie, algunos son creación del propio cantante como son los Lps, los CDs, los vinilos; otros son revistas o púas de guitarra, mecheros, bolígrafos, tazas, Funko Pop y cuadros y fotos que retratan a Bowie.

En resumen, toda una colección de objetos populares al alcance de todo el mundo, que si Restany hubiese visto no dudaría en catalogarlo de neodadaista.

Una exposición en la que una taza o una revista se convierten en objetos artísticos, es un claro ejemplo de las tesis que defendió Restany a mediados del siglo pasado. Como un objeto cotidiano se convierte en objeto artístico al formar parte de una instalación artística en un centro de arte, es un ejemplo de como el Pop Art sigue reinventándose como ya lo hiciera en sus orígenes. Sin embargo, hay un detalle que obliga a revisar el artículo de Bárbara Rose, “Pop Art in the Guggenheim of New York”, escrito en 1963 sobre el Pop Art. Rose dijo (a pesar de su amistad con artistas Pop), que el Pop Art no merece ser considerado como un arte, puesto que al tener que ver en museo lo que puede ver en el supermercado no es de recibo.

Además, la estadounidense critica al museo por propiciar una consagración de elementos cotidianos como obras de arte. Es sencilla y llanamente lo que ha hecho el ILC. Objetos que se pueden comprar en la FNAC o en Amazon, convertidos en objetos artísticos que requieren de personal seguridad extra, en cambio el resto de exposiciones con una cámara de seguridad van servidas.

El arte por el arte

Sin embargo, desde el otro punto de vista, quizás el Pop Art, si sea un arte o al menos una transformación de una tipología artística. Lo Kitsch, el arte por el arte. Un movimiento mercantilista que se fundamenta como dijo Greemberg, en crear un arte para la masa, sin que este aporte nada en concreto. Pero que si se ve desde una perspectiva más amplia, lo Kitsch es un remanente de lo que pintores como Durero, Velázquez, Murillo o Goya hicieron.

Me refiero al Costumbrismo: esas escenas o comportamientos de la cotidianeidad, que han sido objeto de representación ya desde siglos atrás, se han traducido hoy en día como lo Kitsch: lo popular. Lo común y lo corriente convertido en arte –lo que más vende o más gusta, debido, en parte, a su fácil comprensión-.

Para concluir que se alarga

La exposición David Bowie del Centro leonés de Arte se puede ver desde dos puntos de vista: uno, como una mera colección de un fan de Bowie sin ninguna carga artística, o dos, se puede considerar que el merchandising de un icono de la música Pop se ha convertido en objeto artístico de admiración hacia su persona. Personalmente me decanto por la segunda opción. Admiro el costumbrismo y la cotidianeidad, y si alguien quiere ver arte en lo común, mejor. Aunque en honor a la verdad he de admitir que una púa o un Funko pop, no son objetos de museo.