En el corazón de la Alta Edad Media, a lo largo de los siglos VIII y X, tuvo lugar en Europa una paulatina decadencia del poder político de los monarcas. Este fenómeno acaeció a causa del debilitamiento económico de la corona, lo que impedía que la autoridad del monarca pudiese llegar a todos los territorios bajo su reinado. Este vacío de poder rápidamente fue colmado por otras autoridades que pasaron a ejercer el poder allí donde el rey no podía hacerlo.

Situación posterior a la caída de Roma

El 24 de agosto del año 410 se produjo un hecho que conmocionó al mundo occidental, Alarico I, rey visigodo, habiendo sitiado, por tercera vez, Roma consiguió entrar por una de las doce puertas de la ciudad.

Durante tres interminables jornadas se sucedieron los saqueos y las atrocidades propias de las tropas bárbaras. La ciudad que había iluminado a los pueblos del Mar Mediterráneo desde hacía mucho tiempo se había apagado. Los godos, tras la invasión de Roma y el norte de la Península Itálica, se dirigieron hacia la Galia e Hispania, las cuales también cayeron ante el avance de sus tropas.

Todo hacía pensar que los bárbaros, pueblos incivilizados con escaso desarrollo técnico y cultural, eliminarían de la faz de la tierra cualquier rastro romano, como venganza a tantos años de tiranía y avasallamiento por parte de los romanos. Sin embargo, los reinos bárbaros mantuvieron y adoptaron muchas de las instituciones romanas, debido a que las consideraron más desarrolladas y funcionales que las suyas propias.

Además, y siendo esto vital para el desarrollo económico de estos reinos, se mantuvo intacta toda la estructura comercial mediterránea, así como los lazos comerciales entre oriente y occidente. Esta estructura comercial heredera de Roma y que tenía al Mar Mediterráneo como medio era el principal motor económico de todos los pueblos de la ribera mediterránea.

El ocaso del comercio en Occidente

En el año 571 nace uno de los personajes más influyentes de la historia de la humanidad, Mahoma, el cual a su muerte, en el año 632, había conseguido extender el Islam por toda la Península Arábiga. Tras el fallecimiento de Mahoma el Imperio Islámico se fue extendiendo por los territorios vecinos de forma vertiginosa, invadiendo en menos de un siglo el norte de África, la Península Ibérica, Egipto, Siria y Persia.

El avance de sus tropas fue detenido por los francos en el oeste y por los bizantinos en el este.

Pero para entonces ya era tarde, se habían adueñado del Mar Mediterráneo y se lo habían arrebatado a los antiguos invasores de Roma. Los corredores comerciales que unían a Europa con el norte de África, la Península Ibérica y Oriente próximo habían quedado bloqueados y, con ello, la actividad comercial en los puertos mediterráneos se desvaneció. Así, tras más de un siglo en el que se suceden frenéticamente las invasiones islámicas los pueblos europeos pierden el medio para ejercer su principal actividad económica, el hasta entonces conocido como Mare Nostrum. El Imperio Carolingio, que tenía en Marsella el puerto europeo de referencia, queda rezagado comercialmente y aislado económicamente teniendo que proveerse su propia subsistencia.

La aparición del régimen señorial

Como es sabido, ante la decadencia económica impuesta por la desaparición del comercio, el poder del monarca sufre una grave regresión en Europa occidental y central, dejando paso al régimen feudal. Se produce que ante la escasez de recursos económicos, la corona es incapaz de hacer llegar su autoridad a todas las regiones de su reino. El poder estatal, en sus horas más bajas económicamente, no tenía medios ni interés en evitar el paulatino trasvase de poder en favor de pequeños príncipes y condes y los obispos. Los señores feudales pasaron a ejercer la propiedad sobre las tierras y los hombres que habitaban en los lugares ajenos a la autoridad del rey, de esta manera el rey podía ejercer el poder sobre estas zonas aunque fuese indirectamente y protegerlas de las invasiones extranjeras.

Los sacerdotes se convierte en jueces y alcaldes

Junto a la desaparición del poder estatal se da la ausencia de funcionarios de la corona que se encarguen de la administración y de impartir justicia en numerosos municipios. Queda entonces un vacío de poder administrativo y judicial que ha de ser necesariamente ocupado para el buen funcionamiento del municipio. La corona no tenía interés en gastar sus escasos recursos en pagar funcionarios que le representasen en los municipios con actividad comercial escasa o nula, puesto que no podían gravar sus actividades comerciales e imponer sobre ellas el telonio, que era el impuesto que se aplicaba a las actividades comerciales.

Contrariamente a la situación de la corona, la estructura de la Iglesia era capaz de llegar a todos los confines del Estado, en cada municipio había una circunscripción diocesana, configuración que se había mantenido intacta desde Roma.

La desaparición de las actividades comerciales no tuvo ningún efecto en la organización eclesiástica, que pudo seguir ejerciendo sus funciones sin problemas. Ante la desaparición del Estado no había institución con más prestigio que la Iglesia y ningún fiel pondría en duda su autoridad.

Ante esta situación los tribunales eclesiásticos pasaron a conocer cuestiones de otros órdenes, como el civil y el penal, lo que convirtió a los obispos paulatinamente en la autoridad judicial única. Pero su poder no hacía más que aumentar, el obispo congregaba en una sola persona tanto el poder espiritual como el poder temporal, los sacerdotes católicos pasaron a ejercer como auténticos regidores municipales.

Desempeñaban las funciones propias de estos, a saber, la conservación de las murallas, los puentes, la acuñación de monedas, la percepción del telonio, si lo hubiere, y todas las funciones propias del gobierno del municipio.

El gobierno era ejercido de acuerdo a los preceptos de la moral cristiana por un consejo constituido por sacerdotes. Podemos afirmar, entonces, que durante este tiempo la forma de gobierno en estas cités fue una verdadera teocracia católica. Además las fuentes históricas indican que fue un gobierno beneficioso para la población y bien acogido por ella, muestra de ello es la práctica ausencia de revueltas contra el poder de los obispos en los municipios.