El nombre civil de Buda fue Siddharta Gautama. Su nombre, Siddharta significa "el que consigue lo que se propone"; su apellido, Gautama, se debe al clan brahmánico al que pertenecía. Nació según los historiadores entre mediados del siglo VI a.c. y principios del V a.c. muriendo a los ochenta años de edad. Su lugar de nacimiento fue el reino de Shakya, ubicado al sur de la actual Nepal, cubriendo las tierras que se extienden entre la cordillera del Himalaya y la cuenca del río Ganges. Su padre, Suddhodana era el rey de Shakya y Siddharta fue el heredero al trono.

Buda, al igual que otros muchos sabios o personajes religiosos, como Cristo o Sócrates, no dejó nada escrito a su muerte. Todo lo que se conoce de Buda proviene de leyendas o tradiciones orales arcaicas que narran su vida y enseñanzas. La naturaleza de las fuentes biográficas budistas comporta que sea prácticamente imposible trazar un discurso biográfico carente de elementos fantásticos. Quizás, despojar a la historia de Buda de sus elementos fantásticos o religiosos sería contar una historia adulterada, pues como personaje religioso está necesariamente rodeado de sucesos inverosímiles y hechos inconcebibles. Por tanto, su biografía sólo puede ser narrada en forma de epopeya o relato mítico como han hecho las propias narraciones budistas.

Además ¿Quién es capaz de atribuirse el talento de distinguir entre elementos religiosos y elementos fantásticos y trazar una biografía sólo apoyándose en los primeros?

El sueño de la reina

El embarazo de la reina y nacimiento de Siddharta se narra por las fuentes budistas como un hecho que hizo detenerse al mundo en torno al ser que después de innumerables existencias renacía por última vez.

Salir del ciclo de nacimiento, existencia, muerte y reencarnación (samsara) era una meta que pocos seres habían alcanzado. El cosmos celebraba con júbilo que hubiese nacido uno de sus liberadores, pues el cometido del Buda no es otro que liberar al mundo de su sufrimiento. Salir de la rueda de las reencarnaciones significaba acabar con el sufrimiento, para llegar a esto era necesario haber alcanzado la liberación, llegar al nirvana.

Un ser tan singular como Siddharta nace, para los budistas, cada miles de años y se constituye en un Buda para guiar al resto de seres hacia la liberación.

Las leyendas cuentan como la reina una noche soñó con un elefante blanco que portaba una flor de loto, éste se acercó amistosamente a ella y se introdujo en su costado. Al despertar estaba embarazada y Siddharta se iluminaba en su vientre con todos sus miembros ya formados y en postura de meditación. Cuando llegó el momento de su nacimiento, según las fuentes budistas, los ríos dejaron de fluir, las sombras desaparecieron, las nubes quedaron petrificadas y los árboles dieron sus frutos. Siddharta al salir del vientre de su madre dio siete pasos y a cada uno de ellos floreció una flor de loto, que para los budistas representa la pureza.

No puede dejar de llamarnos poderosamente la atención el parecido del embarazo de la reina con la encarnación de Jesucristo, a través del Espíritu Santo, en la Virgen María. Pues en substratos culturales tan diversos como son el judío y el hinduista se eligió una forma casi análoga para narrar la venida al mundo de su mesías y liberador, respectivamente.

Las profecías y el miedo del padre

Los sabios de más edad del reino hicieron al rey profecías referentes al futuro del hijo que le acababa de nacer. Al escucharlas generaron en el rey gran angustia, pues él buscaba un sucesor al trono al que instruir en las dotes de la guerra y el buen gobierno. Sin embargo, auguraron un futuro muy distinto para Siddharta, no presagiaron ninguno de los sabios que sería un gran rey, como su padre deseaba, sino que vaticinaron que sería un gran sabio y además un mendigo.

El padre trató de impedir que se incumpliesen las profecías y sumió a Siddharta en la mayor ostentosidad posible, rodeándole de los mayores lujos, dándole acceso a los más deliciosos manjares y a las mujeres más atractivas del reino. Colmándole de bienes materiales su padre trató de evitar que Siddharta, al hacerse mayor, se convirtiese en un sabio mendicante y, así, conseguir que se mantuviera al frente del trono. De esta manera pensó que jamás sería posible para Siddharta desapegarse de los placeres materiales.

El fracaso del rey

El rey trataba de esconder a su hijo en un universo de dicha y felicidad, una existencia en la que el dolor y el sufrimiento se encontrasen ausentes. Pero Siddharta terminó por ser prisionero en su propio palacio.

Una vez creció fue imposible para Suddhodana ocultarle la realidad trágica de la vida. A través de pequeños vestigios, poco a poco, Siddharta fue conociendo la simiente de la impermanencia que se propagaba sobre todos los seres y también percibió el dolor y la angustia que atravesaba todos los asuntos humanos. Conoció así que la felicidad en la que le había intentado sumir su padre no era más que un espejismo que ocultaba la realidad del devenir y el sufrimiento que recorren el mundo.

Siddharta, el hombre que estaba llamado a liberar al mundo de su sufrimiento en su tarea como Buda, no pudo permanecer ajeno a la dureza de la realidad. Él rehusó aprender las artes de la guerra y del buen gobierno dedicándose por completo a meditar sobre cómo podría reducir el sufrimiento y la impermanencia que caracterizan las acciones de todos los seres.

El rey y los nobles de Shakya temían, mientras le veían crecer, que al ejercer Siddharta el gobierno del reino cayesen en la ruina y fuesen invadidos por los reinos rivales, pero el futuro Buda no daba importancia a estas cuestiones.

La huída

Con el paso del tiempo Siddharta contrajo matrimonio con una mujer de cuna noble. Al tomar conciencia de que su destino no era subir al trono, sino dedicarse a tratar de liberarse del sufrimiento, le transmitió a su padre que él no quería ser rey, sino sramana (este es el nombre que se da en La India a los monjes errantes que viven en la austeridad y se dedican a la meditación). El padre se negó y trató de aumentar, aún más, lo lujos con que rodeaba a su hijo, pero con inexistente resultado.

El motivo definitivo de Siddharta para renunciar a su vida como príncipe fue el nacimiento de su hijo, al nacer este dijo: "me ha nacido un hijo, me ha nacido una cadena". En este momento le invadió el sentimiento de estar atrapado en la rueda del nacimiento, la existencia, la muerte y las reencarnaciones, entonces decidió que debía continuar sólo e iniciar una nueva vida con el objetivo de alcanzar la liberación, el nirvana.

Así fue como Siddharta comenzó su camino hacia la búsqueda de la liberación y el verdadero despertar. Este camino, pronto lo supo, no consistía en el ascetismo ni en la austeridad, sino en algo mucho más elevado, a saber, conocer la ley suprema que todo lo rige, el dharma, y conformarse a ella para dejar de propagar el karma.

Una vez hubo alcanzado el despertar se constituyó en Buda (esta palabra significa "el que despierta") y trató de iniciar en el camino hacia la liberación al resto de seres. Buda consiguió salir de la rueda de las reencarnaciones desapegándose de los pensamientos y las voliciones para así fluir con la ley cósmica y evitar para siempre el sufrimiento.