"Sirven para entender el presente", "Ayudan a modelar nuestra mente" y un sinfín de aseveraciones de este estilo se escuchan en defensa del estudio de las lenguas clásicas. Puede que sean ciertas, pero también es probable que, en parte, no lo sean. Porque seamos sinceros: la declinación del sustantivo rosa, rosae poco ayuda a comprender qué ocurre en el mundo actual. Seguramente -y esto es importante remarcarlo- ninguna disciplina tenga la capacidad de explicar, verbigracia, por qué el 33 % de los franceses votó a Le Pen en las últimas elecciones francesas.
Ni siquiera la ciencia política, ese moderno oráculo de Delfos que tan pronto vaticina el éxito de unos como explica el fracaso de otros.
Estudiar latín o griego
Retomemos nuestra rosa, rosae. Estudiar Latín o griego clásico no ayuda a entender el presente, pero como tampoco lo hacen el griego moderno, el occitano, el euskera o el retorromance. Cualquier Lengua, como queda definido en el Diccionario de la lengua española, es un 'sistema de comunicación verbal y casi siempre escrito, propio de una comunidad humana'. Y esto ya es lo suficientemente importante como para que cualquier lengua sea estudiada. Habrá quien piense, llegados a este punto, que el latín es una lengua muerta, por lo que no sirve como herramienta de comunicación.
Se puede aceptar ese burdo argumento si obviamos que hoy día hablamos un "latín mal hablado". Pase por buena tal afirmación y busquemos, pues, para qué nos sirve estudiar latín.
Quienes hayan estudiado una lengua clásica pronto advertirán la utilidad de la sintaxis latina a la hora de comprender la nuestra. El ejemplo más evidente lo encontramos en el desconocimiento del vocativo -recordemos aquello de que «"el vocativo siempre va entre comas"-, un hecho que da lugar a perlas como esta:
Antes del vocativo hace falta una coma, @marianorajoy. Si no sabe escribir, deje que otros lo hagan por usted. pic.twitter.com/1LOrXTyr0K
— El patio ortográfico (@PatiOrtografico) 24 de abril de 2016
Pues bien, el latín sirve para conocer mejor las lenguas romances.
Una buena base de latín nos permite establecer puentes entre lenguas cercanas. Para un hispanohablante, el conocimiento de la lengua latina le permitirá ver, por ejemplo, que el término estrella tiene mucho que ver con el francés étoile, el italiano stella, el portugués estrela o el rumano stea, por citar tan solo algunos ejemplos.
Esto se debe, precisamente, a que todas estas palabras derivan de la voz latina stella, -ae. Del mismo modo ocurre con el término ajo —del latín allium, -i— pues en italiano se dice aglio, en catalán all, en francés ail y en portugués alho. Si a todo esto le sumamos que en torno al 60 % del léxico del inglés procede del latín, podremos ver motivos más que suficientes para estudiarlo.
Usar latinismos y expresiones en latín
También sirve, por supuesto, para saber utilizar latinismos y ciertas expresiones latinas. Es común encontrar expresiones mal escritas como *a grosso modo -esta aparece hasta en 16 ocasiones en el Corpus de Referencia del Español Actual- por grosso modo; *motu propio en lugar de motu proprio; *status quo por statu quo -pronunciado "estátu-kuó"- o *sin equanon en vez de sine qua non.
Tampoco debemos olvidar aquellas sentencias latinas que, a menudo, se citan mal, como la atribuida a César tras la batalla de Zela en el año 47 a.C. Me refiero, en efecto, al famoso Veni, vidi, vici (traducido: «vine, vi y vencí»). Incluso en prensa es corriente encontrarlo así: «El brasileño José César Souza aplicó su particular "vini, vidi, vinci" en el maratón de Madrid disputado ayer [...]» (ABC, 01/05/1989).
"¿Y para qué más?", pensarán. En el léxico de la medicina es donde el influjo del latín y del griego clásico es más evidente. Términos como virus —del lat. virus 'veneno'— cadáver —del lat. cadaver—, adicción —del lat. addictio—, bíceps —del lat. bis 'dos veces' y el lat. caput 'cabeza'—, linfocito —del latín lympha 'agua' y el griego κύτος 'célula'—, rodilla —del lat.
rotella— o úlcera —del lat. ulcera 'heridas', 'úlceras'— son solo algunos ejemplos de que el latín tiene mucha presencia en el vocabulario referido a la medicina. Además, en el ámbito del Derecho tiene una enorme presencia el latín, debido en parte a que el derecho romano sienta las bases del derecho civil actual. Expresiones como in dubio pro reo, ad normam iuris, ex lege o condictio facti son de uso común en este ámbito.
En suma, el conocimiento del latín permite conocer con mayor profundidad una gran cantidad de esferas de nuestra vida cotidiana. Por consiguiente, no solo ofrece un mayor conocimiento de nuestra propia lengua, sino que, además, ofrece una explicación de cómo es nuestra cultura, y cuán semejante es a las otras que también nacieron de la civilización romana.