En el año 1830, durante las labores de tala del bosque que cubría un cerro limítrofe entre las provincias de Albacete y Murcia se hallaron fragmentos de estatuas cuyo origen no estuvo exento de falsificaciones, negocios fraudulentos y polémicas.
Durante las décadas siguientes varios trabajos, oficiales y furtivos, sacaron a la luz muchas más estatuas y relieves, la mayoría incompletas, pero también algunas que conservaban un sorprendente buen estado. No fue hasta 1875 cuando se descubrió la causa por la que esas esculturas estaban allí: el proyecto dirigido por el arqueólogo Paulino Savirón descubrió la planta de un templo, uno de los pocos templos de época íbera hallados hasta la fecha: el santuario del Cerro de los Santos.
Un ejemplo único de santuario íbero
Situado entre las localidades de Montealegre del Castillo (Albacete) y Yecla (Murcia), el Cerro de los Santos es uno de los lugares totémicos de la Arqueología española, por el hecho de ser uno de los lugares donde más restos de arte íbero se han descubierto, y por ser el único que nos ha permitido reconstruir lo que sería una estructura religiosa de época prerromana.
Es importante señalar esto, porque muchas de las estatuas íberas más conocidas, como la Dama de Elche o la Bicha de Balazote, aparecieron en un lugar alejado de su emplazamiento original, lo que en Arqueología se llama como “fuera de contexto” por lo que sobre ellas cayó durante mucho tiempo el estigma de la falsificación.
Las estatuas, en su contexto
Mientras que la mayoría de las piezas encontradas en el Cerro de los Santos, al menos las que se encontraron en las excavaciones más profesionales, son indudablemente de factura íbera y tuvieron una función esencialmente religiosa, aunque en el entorno se han hallado algunas estatuas ecuestres de guerreros que pueden señalar la existencia de algún tipo de complejo militar en las proximidades de la zona.
Todas las piezas rescatadas del Cerro de los Santos, y expuestas en diversos museos como el de Murcia y el MAN merecen la mayor atención e importancia, y todas, incluso las fragmentarias, ayudan a entender la historia del lugar donde se hallaron, pero sin duda alguna la más impresionante de todas ellas es, sin duda alguna, la Dama Oferente.
La magnífica y única Dama Oferente
Tiene de diferente la dama del Cerro de los Santos respecto a las otras grandes damas ibéricas como la de Elche o la de Baza en que es una figura erguida, no sedente. Esto nos permite contemplar detalles del vestido (en sus pliegues) y de la joyería y el ajuar típico que la aristocracia íbera del siglo IV a.C. empleaba para actos rituales y tal vez de corte.
También reafirma el importante papel que la mujer tenía dentro de las distintas sociedades prerromanas que habitaron en la Península Ibérica, al menos las del tipo conocido como íbero, ya que las sociedades celtas parecen más orientadas a la veneración de la vida del guerrero y el culto druídico.
Tampoco escapa a los introducidos en el mundo de la Arqueología ciertos rasgos de la Dama Oferente del Cerro de los Santos que recuerdan a las estatuas griegas y minoicas, fruto sin duda de algún tipo de influencia oriental, como la postura de la estatua y su rigidez, características que no son tan evidentes en gran parte del resto de las estatuas similares halladas hasta la fecha.