En el mundo del arte no siembre las mujeres que han tenido repercusión ni han sido tan bien tratadas como sus homólogos masculinos. Ni tan bien tratadas en el mundo del cine como Frida Kahlo o como Isadora Duncan.
Camille Claudel, a pesar de llegar a convertirse en una magnífica escultora, fue eclipsada en vida por el arte de su pareja y maestro, Auguste Rodin. Pero, a pesar de ello y toda la adversidad de su vida, nos encontramos ante una mujer a la que el cine, de la mano del cineasta Bruno Nuytten, le hizo un homenaje en "La pasión de Camille Claudel".
En Camille Claudel (Fère-en-Tardenois, Aisne, 8 de diciembre de 1864 - Montdevergues, Vaucluse, 19 de octubre de 1943) nos encontramos a la alumna, musa y luego compañera del gran maestro escultor Auguste Rodin, con quien estuvo bajo su mirada desde los 19 años. Y en ello gira el hilo argumental de "La pasión de Camille Claudel" (Bruno Nuytten, 1988), es decir, en torno a la tormentosa relación sentimental que hubo entre ambos escultores. En dicho film se atiende tanto al drama personal de la artista como a su actividad escultórica. De hecho hay escenas en las que podemos ver a Claudel y a Rodin enfrentándose a la materia, al momento creativo, al vínculo indisoluble entre la vida y el arte. Destaquemos la espléndida ambientación en el París de la Belle Époque, momento estelar de la evolución del arte y la cultura a finales del siglo XIX y principios del XX.
El ansia de libertad de Camille como artista, su agitada vida e innumerables crisis nerviosas la hicieron padecer graves problemas mentales. Finalmente, acabó internada por su familia en un manicomio del que jamás saldría hasta su fallecimiento.
Camille Claudel y su obra trasladada al cine
En "La pasión de Camille Claudel" además de ser la película con la que debutó en 1988 Bruno Nuytten como director, es la película que mejor retrata a la escultura que se intentó hacer un hueco en el mundo del arte a pesar de la sombra que le hacía su compañero, Auguste Rodin.
Un proyecto muy personal tanto para él como para su actriz protagonista (Isabelle Adjani), productora y por entonces también pareja de Nuytten, donde relatan el drama biográfico de la escultora con su hermano Paul Claudel así como con su compañero Auguste Rodin (Gérard Depardieu), con quien con este último tuvo una relación tormentosa con todo tipo de emociones.
Camille Claudel es el retrato más personal de una mujer que intentó ser artista en un mundo lleno de convenciones, es decir, en un mundo lleno de hombres, con cosas hechas por los hombres donde las mujeres estaban tradicionalmente en un segundo plano, e incapaz de adaptarse a las “tradiciones” de su época, acabó mendigando y después con problemas mentales.
Según el crítico de cine Rodolfo Sánchez, todo este material Nuytten lo trata con respeto y honestidad, con un formalismo visual muy académico pero efectiva, dejando que Adjani insufle de vida a unas imágenes surgidas de una puesta en escena demasiado fría. Nuytten logra dar forma a una película personal pero que pedía un poco más de dinamismo, algo menos de corrección formal, para narrar la historia de una mujer apasionada, máxime cuando estamos ante una película de casi tres horas de duración.
Vocación escultórica en una mujer del siglo XIX
La película comienza con una joven Camille Claudel escultora de vocación, y la que todavía no conoce al gran escultor Auguste Rodin –del cual, la vox populi ya dice que es un genio pero que seduce a todas las jovencitas (todas sus modelos han tenido algún lío con él) – pero él sí tiene noticia de ella. La primera secuencia vemos la antesala al encuentro con el maestro Rodin (e incluso colocan estratégicamente, la silla donde plantean que se siente él, frente la luz para verlo mejor). A su llegada, el maestro Rodin, como Pedro por su casa (valga la expresión o frase hecha) va mirando y observando una tras otra las esculturas de Camille, y ya le recomienda que no busque la inspiración, que la escultura requiere su tiempo, dejarla descansar y olvidarla por un tiempo para, verla desde lejos y juzgarla sin prejuicios y, por tanto, mejor.
En "Correspondencia. Camille Claudel”, de la Editorial Síntesis, se nos va tejiendo una vida, intensa, apasionada y temperamental de esta joven artista cuya vocación fue sin lugar a dudas la escultura. Allí se nos relata desde el inicial aprendizaje, las dudas en el proceso artístico junto a su amiga Jess Lipscomb, la relación maestro-alumna, Rodin-Claudel, la necesidad de valoración y de reconocimiento lento, y como la rotunda personalidad de Rodin la va atrapando poco a poco.
Vocación escultórica que su propia familia no entiende; sólo entienden el sacrificio económico que están haciendo tanto su padre como su hermano. No fueron unos inicios nada fáciles para Camille: su madre le reprocha que ha dejado la academia para tener su taller con una extranjera, que su padre sólo está en casa una vez por semana para sufragar el gasto céntimo a céntimo,… tachándola e incluso de descarada y rebelde.
Parece que el único de su familia que le apoya en principio es su hermano Paul.
A pesar de las críticas que recibía por otras personas a causa de su juventud, Rodin apostó por ella desde el principio en que vio sus obras la defendió afirmando que no necesitaba lección alguna.
En definitiva vemos que "La pasión de Camille Claudel" reproduce con una fidelidad casi documental la trayectoria vital y artística parejamente de una creadora extraordinaria. En uno de los ambientes artísticos más complejos y bulliciosos de toda la historia del París decimonónico de fines de siglo, una jovencísima escultora, llena de pasión, logra hacerse un hueco en el corazón del maduro y maestro escultor Auguste Rodin, en la cumbre de su carrera, y en el panorama artístico de la ciudad de la luz.
Innumerables referencias artísticas a lo largo de "La Pasión de Camille Claudel"
Toda la película sirve de pretexto para nombrar referencias artísticas. Al contrario de lo que suele ser habitual en este tipo de películas (como ya hemos visto en Carrington), La pasión de Camille Claudel se ocupa del terrible drama personal (Claudel-Rodin, Rodin-Claudel) de la artista sin perder de vista su actividad escultórica. En ella, vemos trabajar a Claudel y a Rodin enfrentarse a la materia, a la creatividad, a la relación entre vital y artística.
En este sentido puede llegar a ser complicado tratar de destacar alguna escena de la película. Toda, incluso en su versión larga, es aprovechable. A ello colabora, sin duda, el magnetismo que desprende a lo largo de toda la película una espléndida Isabelle Adjani en la plenitud de su carrera sabiendo entrar dentro de la psicología de la misma Claudel.
El cine francés de los años ochenta estuvo marcado por una tendencia a las superproducciones de calidad aprovechando, además de la tradición cinematográfica del país, la coincidencia de profesionales de indudable calidad. Y entre ellos, muy en especial, actores. Gérard Depardieu e Isabelle Adjani, protagonistas indiscutibles de La pasión de Camille Claudel, dos claros exponentes. Ambos actores encarnan con pasión, credibilidad y oficio a dos personas y dos artistas tan singulares como fueron Claudel y Rodin, y llevan sobre sus espaldas una película extensa y completa
Otro aspecto muy reseñable del film es la ambientación. Realmente magnífica. Vemos ante nuestros ojos un París de finales del siglo XIX y principios del XX, donde sus calles, sus ambientes, sus personajes, sus costumbres y sus salones de bellas artes han quedado como un referente del nacimiento del arte contemporáneo.
Por desgracia, a la dirección le falta el punto de emoción que convierte a una gran película en una obra de arte. Pese a la intensidad de la historia, el director, Bruno Nuytten, y también coguionista de esta película, no traspasa los límites de la corrección formal. Pero ante a pesar de todo no deja de ser una obra exquisita que se suma a la de otras biopics de género de nuestra Historia del Cine.