Un suceso en 1562 preocupó al rey Felipe II. Su hijo Carlos, que tenía que ser el heredero al trono de un imperio donde "no se ponía el Sol", sufrió un accidente de suma gravedad en Alcalá de Henares al caerse por las escaleras, causando terribles secuelas en el joven. El príncipe Carlos tuvo problemas cerebrales, de vista y de espalda que le retorcerían en terribles dolores. Tampoco ayudó que durante estos padecimientos contrajera la malaria.

Felipe II no podía hacer nada ante las consecuencias fatales que sufriría su hijo. Todos los remedios médicos habían sido infructuosos, y de nada valió recubrir el cuerpo del niño con las reliquias del fraile Diego de Alcalá o acudir a un curandero morisco de nombre Pinterete.

Tal fue su desesperación que llegó a implorar a Dios que si salvaba a su heredero, él le "pagaría el milagro con otro milagro". Después de esta petición divina, el cirujano Vesalio realizó una trepanación al príncipe Carlos; esta tuvo un sonado éxito, que permitió que el heredero al trono se recuperara de sus severas dolencias en relativamente poco tiempo.

La recuperación del hijo de Felipe II fue tomada como un milagro y se relacionó directamente con aquellas peticiones que el monarca realizó a Dios. Y como parte del "trato", Felipe II hizo llamar a Juanelo Turriano, un personaje curioso que había sido relojero dela Corte y que era conocido por crear autómatas (como el famoso Hombre de Palo que creó en Toledo), para que construyera uno de esos 'robots' en señal de agradecimiento.

Turriano, que ya tenía experiencia en crear autómatas, realizó por encargo real un autómata pequeño que se parecía al ya mencionado Diego de Alcalá. Este pequeño 'robot' de madera se movía solo, tocándose el pecho y subiendo y bajando un brazo que tenía una cruz. El muñeco también abría y cerraba la boca como si estuviera rezando.

Sin embargo, la alegría de la recuperación del príncipe duraría poco tiempo, ya que éste fallecería a la pronta edad de 23 años, entre brotes psicóticos que hicieron que fuera encerrado hasta su muerte en sus aposentos.

Aun así, este trágico suceso dio lugar a la creación de otro autómata por parte de Juanelo de Turriano. A pesar de no ser tan conocido como su mítico Hombre de Palo que da nombre a una calle toledana, este pequeño muñeco serviría para engrandecer la historia de un curioso personaje de la España Mágica que se dedicaba a crear "robots" siglos antes de la revolución tecnológica que se vive hoy en día.