07:00 a.m. Madrid amanece con frío; sin embargo, fiel a mi desafío inicio con este paseo matutino mi reto. La calidez de mi hogar contrasta con la temperatura que ya en el pasillo del edificio se hace notar. Mientras bajo la escalera presumo que la calle estará más helada pero cuento con una ventaja añadida dado que al caminar generaré calor. Así con este pensamiento inicio mi paseo por las calles de la capital.
Sin pensar salgo disparada hacia el quiosco de prensa donde la monarquía ha pasado del papel couché a la prensa impresa y, curiosamente, para acabar trasladando en este formato formal un contenido rosa. Esta idea fugaz pasa por mi cabeza mientras dejo atrás el quiosco lleno de revistas, portadas de prensa nacional e internacional y libros de colecciones efímeras.
Seducida por estos pensamientos sigo mi camino en dirección al parque para definir allí mi ruta para hoy entre árboles, flores y plantas. Miro al cielo, respiro hondo y al descansar mi vista, entre todos los verdes de la naturaleza, sin remedio acaban evocando un recuerdo que me ata a mi pasado.
Esta unión entre el presente y el pasado es tan intensa que me mantiene abstraída pero, obviamente, sigo atando ese recuerdo entre paso y paso.
La emoción de un recuerdo es tan intensa que nuestro cerebro reconecta los mismos sistemas que cuando la experimentó sin, según los expertos en la materia, diferenciar entre un estadio temporal y otro. Por tanto, tenemos que ser conscientes de la importancia que un pensamiento puede tener sobre nuestro bienestar.
Sigo mi camino sin desfallecer; al contrario, caminar aumenta las ganas de seguir caminando al tiempo que la temperatura corporal también se incrementa por el ejercicio que, a su vez, como una cadena de montaje, influye en la sensación agradable que produce el ejercicio.
Beneficios
Consciente de todos esos beneficios me preparo para regresar al punto de partida hasta la tarde. La primera hora del día, por tanto, ya está casi conseguida y, ese hecho me provoca una satisfacción añadida por el mero hecho de haber seguido la rutina propuesta. Parece una reflexión débil pero, sin embargo, no lo es porque esos pequeños triunfos son los que, al final, acaban configurando un todo y lo más importante generando un habito saludable.
Saboreo los últimos quince minutos de asfalto y libertad antes de incorporarme a mis rutinas productivas. Y, naturalmente, lo hago con una música que seduce mis sentidos. Hasta aquí nuestro paseo virtual.