Nuestras vidas como las conocíamos, jamás serán las mismas, con la continua presencia de la tecnología. La adicción por las redes y los comportamientos violentos en la vasta Internet, siguen mutando entre nosotros. La disminución del interés social que tienen las personas hoy en día, por los propios datos, es preocupante. Gracias a los escándalos, se ha generado un tipo de conciencia extraña, casi extravagante, en la cual contados usuarios recuperan su información para guardarla en el único disco duro, con una seguridad hecha de acero, el cerebro humano.
La gente del siglo XXI, sabe utilizar un sin número de aplicaciones, pero simplemente no sabe ni como caminar en la calle, chocan unos con otros, y ahora es cuando nos preguntamos ¿Las redes – además de devorar nuestros datos – no estarán devorando también nuestra inteligencia?
El sentido común es una esmeralda en estos tiempos, donde la neutralidad de la dejadez, nos ha insensibilizado, con tanta penetración a través de los medios. Todos buscan ser aceptados, aunque sea virtualmente, quieren concentrarse en un solo lugar, donde puedan reconfigurar su humanidad en la estética plana del pixel, para alcanzar el logro de ser etiquetados en la misma red social.
La sordidez y el empeño de tantos usuarios que se esfuerzan por mantener un sitio, que los representa en Internet, es decepcionante. Es un problema actual, el cual debemos comenzar a plantearnos como sociedad, porque nadie creía hasta ahora, que los maleware y los virus cibernéticos, podían cruzar el umbral de formas tan distintas, entre la captura de pantalla y la selfie.
Casos insólitos
El acceso libre de la información –personal – debe ser entregada al usuario sin obstáculos, ni trabas. Sin embargo las plataformas de comunicación, se creen dueñas de todo lo que entregamos “libremente”. Las estipulaciones son claras –ciertamente – pero casi nadie, por decir nadie, pone atención a las estipulaciones.
Al entregarnos al consumo desesperado de la tecnología, hemos cedido parte de nuestra vida personal. En la actualidad hay casos insólitos, donde los avances tecnológicos han fallado.
Derecho a los datos personales
Un caso sorprendente aún sigue permaneciendo, en la memoria digital. El caso de los padres de una adolescente asesinada por un tren, sigue despertando controversia. Este caso se suscitó en el 2012, pero los padres de la menor buscan tener los derechos sobre su cuenta de Facebook para saber si su muerte fue causa de suicidio. Desafortunadamente las políticas actuales, solo tienen autorizado el acceso parcial de la cuenta.
En 2017, el tribunal de apelación favoreció a Facebook, y anuló el fallo.
La ridícula explicación, fue que al morir la adolescente el contrato entre ella y la compañía finalizaba con el deceso de la menor, por lo que la información de la cuenta no podía ser traspasada a sus padres. El tribunal respaldó a los padres, conforme a la ley de herencia y cedió los derechos de los datos digitales. El juez Ulrich Hermann afirmó, que comúnmente se entrega la información privada de diarios, y que esto también debe atribuirse a la información digital. Este caso actual, como muchos otros nos hace reflexionar, sobre las compañías a las que entregamos nuestros datos y como estas manipulan la información según sus intereses.