Durante seis años, de 1975 a 1981, trece mujeres fueron asesinadas y otras siete brutalmente atacadas por un criminal desconocido que actuaba en el triángulo de las ciudades de Manchester, Leeds y Sheffield, condado de Yorkshire, en el centro de Inglaterra. Su búsqueda y captura implicó la mayor caza a un criminal, jamás emprendida en el Reino Unido implicando a miles de policías, psicólogos, criminólogos, forenses, lingüistas y detectives expertos en todos los campos, que infructuosamente trataron de dar con el criminal, a lo largo de seis años, sin ningún resultado.

Mientras los crímenes se sucedían, se llenaban de titulares de los periódicos sensacionalistas británicos, horas y horas de televisión eran dedicadas a los asesinatos, creando una sensación de histeria en la sociedad británica. Scotland Yard se veía impotente para capturar al asesino, pese al formidable despliegue de fuerzas, medios y cantidad de agentes dedicados al caso.

Cuando el asesino fue detenido por una casualidad en 1981 y se supo su identidad, Peter Sutcliffe, un camionero natural de la localidad de Bradford, la prensa y el público ya le habían bautizado como "El Destripador de Yorkshire" en un homenaje macabro a Jack el destripador, cuya identidad sigue aún en discusión. Condenado a cadena perpetua, Sutcliffe falleció el jueves 19 de noviembre en la prisión de Frankland por problemas de diabetes y corazón agravados por coronavirus.

Inicio de los crímenes

Eran las primeras horas del día 30 de noviembre de 1975, cuando un repartidor de leche encontraba en un parque de la ciudad de Ledds el cuerpo sin vida de Wilma McCain de 28 años y madre de cuatro hijos. El crimen, aunque no tuvo una especial repercusión, conectaba en los canales policiales con el asalto a otras dos mujeres por un desconocido unos meses antes.

Ambas se libraron por poco y lograron huir, pero denunciaron que su agresor les agredió con una navaja y un martillo, pero lograron escapar. La víctima presentaba heridas compatibles a las realizadas por estas herramientas, por lo que por el "modus operandi", el agresor debía ser el mismo, llegaría enero cuando el cuerpo de Emily Jackson fue encontrado por un albañil cerca de la obra donde estaba trabajando cubierto por un abrigo.

Febrero y marzo vieron el hallazgo de nuevos crímenes, cuando los cuerpos sin vida de Irene Richardson y Patricia Atkinson fueron encontrados en las mismas circunstancias homicidas, golpes de martillo en el cráneo y puñaladas en el abdomen y zona genital. Ya para entonces era del dominio público, que un asesino en serie estaba actuando en la zona Yorkshire, aunque la policía del Reino Unido desdeñaba del sensacionalismo de los tabloides británicos y estos ya habían bautizado al asesino con un nombre: "El Destripador de Yorkshire".

La investigación se empantana

De 1977 a 1978 se sucederían otros siete crímenes en la figura de otras tantas mujeres jóvenes de condición humilde y que eventualmente ejercían la prostitución en la zona de Yorkshire y la policía, organizada en una fuerza especial de búsqueda, conocida popularmente como "La brigada del destripador", no encontraba ningún indicio en los lugares del crimen.

El jefe de la unidad, el reputado comisario George Oldfield con 31 años de experiencia en homicidios empezaba a caer en la desesperación, ante la brutalidad de los asesinatos y la impotencia de no capturar al criminal, cometió el error de implicarse emocionalmente en el caso y eso le afectó los nervios, provocándole serias secuelas físicas y un infarto de miocardio.

Se conseguían indicios, una mujer, Marilyn Moore, sobrevivió a un ataque y pudo dar una descripción del asaltante con la que se hizo un retrato robot. En la ropa de una de las víctimas se encontró un billete de cinco libras, que se dictaminó por el número de serie que formaba parte de una partida emitida por el banco para pagar la nómina de varias empresas.

A esto se sumaba que según los puntos de aparición de los cuerpos indudablemente el asesino tenia un oficio, que le permitía viajar a menudo por la zona y desplazarse en vehículo de un lugar a otro. Con estos indicios, a lo largo de seis meses, se interrogó a 5.000 sospechosos pero con resultados negativos.

Entre los miles de interrogados se encontraba un anodino camionero de Leeds y antiguo empleado de cementerio llamado Peter Sutcliffe, pero su aspecto atractivo, sinceridad a la hora de contestar, el hecho que estuviera casado y con hijos, hizo que se levantaran las sospechas sobre él sin más reproche que el que reconociera que eventualmente frecuentaba prostitutas, las cuales interrogadas sobre la actitud de sus clientes no dudaron en definir a Sutcliffe como "educado y correcto".

El caso se llenaba de indicios, pero la policía parecía incapaz de encontrar la pista clave, que cuadrara el conjunto de la investigación.

Pistas falsas sobre el destripador

Llegados a 1979, el criminal seguía actuando con una impunidad pasmosa al sucederse cuatro asesinatos, en 1980 se dieron dos asaltos con víctimas supervivientes y otros cuatro homicidios. Scotland Yard seguía dando palos de ciego y dejándose llevar por pistas erróneas. Una carta enviada a los medios fue atribuida al asesino, demostró ser luego una broma macabra, una cinta con la supuesta voz del criminal alardeando de sus crímenes, "Las prostitutas, no aprenderán nunca", fue enviada anónimamente al comisario Oldfield, que la hizo pública.

La voz fue identificada por los lingüistas con el acento y los modismos empleado por los mineros del carbón del centro de Gran Bretaña. Esta voz emitida en televisión generó miles de llamadas y denuncias, que confundieron aún más a los investigadores, los cuales no fueron capaces de dar con la multitud de indicios que atender. A constar que a lo largo de estos dos años y en hasta otras cinco ocasiones Suttcliffe fue interrogado por la policía, pero al no tener el típico acento minero de la grabación superó las pruebas y como a los otros miles de sospechosos: varón, residente en la zona y con un trabajo que le permitía desplazarse en vehículo, el número de interrogados superaba ya los 20.000, se le dejó ir, sin más molestias.

En total, Peter Sutcliffe fue entrevistado 13 veces, otros sospechosos fueron interrogados incluso en más ocasiones, y en todas superó las pesquisas policiales, cuando a finales de 1980 se descubrió que la cinta fue otra broma de mal gusto y la sensación de impotencia se disparó, parecía que la policía era incapaz de encontrar al criminal. En noviembre de 1980 se encontraba el cuerpo de Jacqueline Hill, quien sería la última víctima.

La captura, fruto de una casualidad

Era la tarde del 2 de enero de 1981, cuando de casualidad una pareja de bobbies británicos, el sargento Robert Ring y agente Robert Hydes, detienen en Sheffield a un hombre que trataba de convencer a una mujer para que se introdujera en su coche.

Este les pide un minuto para hacer orinar, los agentes se lo conceden, pero se lo llevan detenido al seguir el protocolo de detener a todo individuo que trate de subir una prostituta a un coche.

En comisaría se descubre que el coche del detenido tiene las matrículas falsas y que este, Peter Sutcliffe, ha sido interrogado repetidamente en relación a los crímenes. El sargento Ring recuerda que el sospechoso pidió un receso para orinar, vuelve a toda prisa al lugar de la detención y encuentra en un seto un paquete con un martillo y un destornillador afilado, justo en el punto donde el acusado se alivió. En comisaría uno de los detectives de la "Brigada del destripador" le anuncia el hallazgo al detenido, este le responde: ¿Ustedes están buscando al Destripador de Yorkshire? ¿Y qué pasa con él?, pues que soy yo.

Desde entonces en una catarsis para aliviar la tensión, Sutcliffe confiesa todos los crímenes y asaltos dando detalles y datos que solo puede saber el asesino, los restos de esperma y grupo sanguíneo coinciden, así como las armas del crimen atiborradas de huellas dactilares, en el camión y casa de Sutcliffe se encuentran restos de ropas y efectos personales de las víctimas.

El "Destripador de Yorkshire" había sido capturado.

Juicio y condena

Que el homicida fuera detenido por casualidad por la labor de dos policías de barrio y el saberse que hasta 13 veces fue interrogado por la policía, levantó la indignación popular. El jefe de policía de Yorkshire entonó el mea culpa: "Varias cosas se hicieron mal durante la investigación". Multitudes se congregaron ante el tribunal, durante su juicio en Londres pidiendo su linchamiento. El juicio se convirtió en un espectáculo mediático, la condena a cadena perpetua se dictó en mayo de 1981.

Desde entonces, afectado de paranoia e introspección profunda y repudiado por su familia y conocidos, Peter Sutcliffe ha permanecido en prisión yendo de un psiquiátrico penitenciario a otro hasta el día de su muerte. Su mejor epitafio fue una frase que confesó en el juicio: "No puedo creer que la policía tardara tanto en cogerme, tenían que saber que era yo".