¿Cuántas veces damos gracias a lo largo del día? Desde niños, nos enseñan a pronunciar esta palabra casi de manera automática, como una especie de moneda de cambio ante un regalo o un favor, sin embargo, en la actualidad, ¿decimos “gracias” sintiendo realmente una profunda gratitud?

Es probable que, en la mayoría de ocasiones, ni lo pensemos porque solemos olvidar que ser conscientes de nuestras muestras de agradecimiento es algo que reporta grandes beneficios y nos puede hacer más felices, tanto a nosotros como a quienes nos rodean.

Se trata de un acto desinteresado que permite tener una visión más optimista y esperanzadora de la vida, y nos empuja a disfrutar de lo que tenemos, saboreándolo a diario. De este modo, cuando una persona agradecida alguien le sirve la comida, le cede el paso, o le obsequia con aquello que no esperaba. Sabe transformar esa costumbre de dar las “gracias” en una expresión sincera.

Pequeñas cosas de la vida

Nos damos cuenta del valor de todos los detalles que vivimos, desde lo que son aparentemente más banales hasta los imprescindibles, veremos que podemos sentirnos alegres por saber apreciar lo que tenemos.

Dar gracias por lo bueno que nos ocurre es una de las mejores maneras de hacer especial cada momento de nuestra vida. Además, nuestro agradecimiento provocará la sonrisa de quien nos brinda su amistad, o su tiempo, o su asiento, o su bondad, o su generosidad… ¡Es tan sencillo y tan gratificante sorprender a alguien de esta forma!

Por otro lado, aunque hay miles de cosas que tenemos que agradecer todos los días, en muchas ocasiones las pasamos por alto y perdemos la noción de su significado. Levantarnos por la mañana y meternos en la ducha, tomarnos el desayuno, vestirnos con la ropa que más nos gusta y salir de casa para empezar un nuevo día son actos por los que deberíamos dar las gracias interiormente.

Y es que la gratitud es, sencillamente, aminorar el paso y dejar que nuestros sentidos se abran al mundo que nos rodea y aprecien con plenitud cada nimiedad. Es mirar a nuestro alrededor con optimismo.

Sería maravilloso atrapar esos instantes que nos hacen felices para exprimirlos a fondo y recordarlos cuando estemos tristes o pensemos que no nos quedan motivos para sonreír.

La vida es sentirse alegre

Vivimos en un tiempo de rapidez y prisas, lo que nos impide detenernos a pensar en lo importante de verdad y acabamos obviando lo que tenemos, como si nos perteneciera por derecho. No obstante, tras toda esa vorágine de acontecimientos, es fácil acabar decaídos, enfadados o sin fuerzas para seguir adelante, pues hemos olvidado la esencia última de las cosas. Recurrir a todos aquellos aspectos por los que debemos sentirnos felices es una eficaz herramienta a la hora de evitar caer en esta desgana o sinsentido.

Si practicamos el agradecimiento más a menudo, poco a poco, observaremos la vida con objetividad y, al final, nos daremos cuenta de que todo lo que nos ocurre, normalmente, es para bien. Y es que la gratitud es una excelente manera de cambiar de actitud; es dejar de concentrarse en las situaciones negativas y fijar la atención en lo positivo: una persona agradecida sabe que posee muchas cosas buenas y eso le hace feliz.

Las personas ingratas, en cambio, son incapaces de sentirse satisfechas y, por tanto, no están contentas. Viven pensando siempre en aquello que no tienen y ansiando poseer más, lo que provoca que se olviden de valorar aquello que ya les pertenece y es motivo de gratitud.