Hay muchos empleados que se están sintiendo impotentes ante la nueva cultura de explotación laboral que está permeando el mundo corporativo, una variante de la esclavitud remunerada. La recesión económica ha generado retrocesos: Se ha prolongado el horario de trabajo, se ha reducido el personal y las presiones se han intensificado. Y paralelamente con la creciente ola de desempleo, se registra el aumento de quienes trabajan más de 45 horas semanales.

La actual ética laboral exige que la gente ceda a unas demandas excesivamente altas y hasta absurdas de tiempo y energía dedicados al trabajo.

El ritmo acelerado y la presión de estar siempre disponible (tecnológicamente posible gracias a los teléfonos móviles, contestadoras telefónicas, correo electrónico, computadoras portátiles) fomentan la idea de que el empleo debe estar en función de la empresa 24 horas al día, sin importar dónde ni qué esté haciendo.

En el propio escenario laboral convergen múltiples fuerzas que te presionan para que cedas más y más tiempo tuyo a la empresa. Primero está el miedo a perder tu puesto, pero también está la adición de las responsabilidades de otros colegas despedidos. Las sutiles influencias de un superior funcionan indirectamente.

Si el jefe del departamento trabaja los sábados o se queda hasta las 7:00pm, lo más normal es que estas pautas se conviertan en la norma no escrita.

Nadie está pidiendo que te quedes más tiempo, o que estés en la oficina el sábado, pero sientes la presión de que debes hacerlo. Estas sugestiones encubiertas casi siempre terminan por reducir la libertad de acción de los empleados y aumentar su carga de trabajo. Y todo eso sin mencionar las ansias de progreso personal, que aportan su cuota adicional de esfuerzo.

El tiro por la culata

Irónicamente, estos trabajadores compulsivos no son los empleados ideales para ninguna empresa. El agotamiento físico y mental al que los somete la misma compañía, no les permite rendir al máximo y cometen errores con frecuencia.

Estar trabajando al máximo durante un período prolongado genera estrés, lo cual, a su vez, pueden conducir al incremento de otras adiciones cotidianas.

Además el exceso de trabajo arruina el matrimonio y daña la salud. Quienes trabajan largas jornadas pueden terminar desarrollando hipertensión, dolores musculares, acidez estomacal, problemas circulatorios y respiratorios, sumado a un creciente deterioro de autoestima.

Cómo escapar

Libérate de todas las situaciones que crean estrés laboral y obligan a trabajar más de la cuenta es imposible, sobre todo en estos tiempos de recesión y despidos. Pero tú puedes empezar a tomar las cosas con más calma aún dentro de la agitada carrera que impone la empresa. Por ejemplo, trabaja sin pausa pero sin excesiva prisa. En lugar de atragantarte tu sándwich frente al buró, toma tu hora de almuerzo y sal a la calle a comer, o al menos dedícala a hacer una llamada a tu familia.

Cualquier cosa que te permita sentirse libre y relajada.

Toma breve recreos durante la jornada laboral para disipar la mente y reponer tu energía, y oblígate a tomar vacaciones aunque sólo sea un par de días para quedarte en casa. Aunque no podrás decirle no a todo, aprende a negarte y a quejarte algunas veces, ofreciendo razones convincentes y demandando más tiempo para algunas tareas si es necesario.

Y mientras tanto edúcate, prepárate, aprender nuevas habilidades que pudiera servirte para quizá hacer un cambio en el futuro. Mantén tu mente abierta a nuevas posibilidades, y no te sentirás encerrado en un círculo vicioso del cual no hay escapatoria.