Una de las razones por las cuales los seres humanos se juntan es para procrear, hacer crecer a la familia y ser más felices cuando los hijos lleguen, pero esa no es la realidad en muchos casos porque los cambios que sufren las relaciones amorosas, cuando nacen los hijos, pueden desencadenar crisis que lleven a una separación.

El primer cambio que se genera entre dos personas que desean tener hijos y hacer crecer la familia, es desde el momento en que la mujer queda embarazada; en algunos casos los embarazos son muy buenos, pero en la mayoría los malestares de la futura madre son tan fuertes que el sexo es impensable y es ahí cuando algunas parejas comienzan a resquebrajarse.

No todos los hombres tienen la paciencia de aguantar esta situación y en algunas ocasiones la falta de sexo en los meses de embarazo es un motivo para buscarlo fuera de casa, agravando una crisis que puede ser pasajera. Algunas mujeres se sienten más sensuales al estar embarazadas y cuando se acaban los malestares, el sexo en la pareja es sumamente placentero, siempre y cuando se haga con cuidado y precaución.

Nueve meses pasan relativamente rápido y el momento del parto es la prueba de fuego para darse cuenta de cómo de frágil puede ser una relación de pareja, ya que las noches de insomnio y hasta la depresión post parto en muchas mujeres impide que durante mucho tiempo no se tengas relaciones sexuales.

Las Parejas en Latinoamérica suelen proteger demasiado a los bebés recién nacidos, en especial los padres primerizos se sienten muy inseguros y optan por dejar al bebé dentro su habitación por varios meses e incluso en la cama de ambos, lo cual los aleja de esa cercanía íntima tan importante para la vida en pareja.

Así se empieza a romper un vínculo tan necesario para el buen funcionamiento de la relación entre los padres, quienes abocados al cuidado del hijo, se van separando en la cama por el cansancio de los trasnochos y por mantener al bebé entre los dos cada noche.

La habitación conyugal es un templo sagrado para la pareja y cuando ésta se llena de hijos que van creciendo y apoderándose de los espacios de sus padres, porque ellos lo han permitido, se crea un vacío, más en los hombres que en las mujeres, lo cual lleva a la infidelidad o al rompimiento definitivo de la pareja.

Sin tomar en cuenta que mantener a los hijos en la cama no es garantía de que los están protegiendo sino de no dejarlos crecer y desarrollarse porque se acostumbran de esta manera a estar bajo la sombra de sus padres. Y muchas veces ellos también son la excusa para no tener sexo, el cual se da esporádicamente.