Estar en compañía de familiares y amigos los fines de semana, los mediodías para el almuerzo o tardes libres, es una costumbre muy sana y placentera porque se comparten momentos bonitos conversando y haciendo un alto en las responsabilidades diarias, pero hay Parejas que entre el trabajo y las reuniones no tienen tiempo de estar solos y si lo están se sientes aburridos y con ganas de llamar para hacer visitas o invitar gente a su casa.

Hay parejas que viven sus vidas maritales en constante compañía de los vecinos, quienes se convierten en una especie de personas indispensables a la hora de una emergencia, de papás sustitutos de sus hijos y hasta los perfectos compañeros de las vacaciones familiares.

Esto crea una interdependencia entre ellos, los mejores vecinos, quienes en algunas oportunidades terminan acabando con sus respectivos matrimonios porque han llegado al punto de que algún miembro de la pareja, se enamora del vecino y esa perfecta amistad entre los cuatro se acaba para siempre.

En otros casos la pareja tiene la costumbre de dedicar sus fines de semana a visitar a los padres de cada uno o a llevar a los hijos a alguna actividad; y al final de los días, las semanas y los meses nunca consiguen un espacio para estar solos y tener ese tiempo indispensable que toda pareja necesita para alimentar el amor y la pasión entre ellos.

Nunca van a los cines solos, ni a caminar en un parque o a disfrutar de una cena romántica; hay parejas que sólo viven para los demás.

Son excelentes padres, hermanos, hijos y amigos, son el alma de la fiesta y los perfectos anfitriones, pero en medio de tantas celebraciones y compromisos, van dejando a la pareja de lado y concentrándose en el resto de las personas.

Para este tipo de pareja las relaciones sociales son lo más importante, ellos son quienes más se involucran en las actividades del colegio de sus hijos, en ayudar a las causas nobles del club donde pertenecen y hacer reuniones familiares y con amigos en sus casas para mantener la alegría y la diversión.

Pero cuando los vecinos se van de la ciudad, los padres mueren, los hijos crecen y se acaban las actividades para las cuales vivían, consiguen con esa persona que ha estado toda la vida a su lado, pero que recién empiezan a tomar en cuenta cuando la soledad se apodera de ellos.

Y caen en la rutina de lo diario, en la monotonía de no saber qué hacer, qué decir o para dónde ir; las personas que no se dan su tiempo y alimentan su relación de pareja caen en un vacío y un hueco difícil de llenar porque quienes lo llenaban ya no están.