El comienzo de los matrimonios es simplemente una luna de miel donde la pareja aprende a convivir y si lo logra, el camino hacia la felicidad continúa; luego vienen los hijos a fortalecer el hogar y ambos integrantes de la pareja deben asumir las diferentes responsabilidades de cada uno para que esa sociedad siga funcionando para siempre.
En medio de esta vida ligada a la pareja y a los hijos, también hay que buscar el tiempo para el trabajo, los hobbies y ese espacio que cada uno necesita para oxigenarse dentro de lo que es el matrimonio y la vida familiar.
Pero esta oxigenación a veces se convierte en un largo tiempo de escape de quien se siente agobiado en el matrimonio.
En el hogar cada uno debe ejercer su rol como pareja, padre y además integrante de una casa donde hay que realizar tareas a diario y ambos deben colaborar sin pensar que es la mujer quien más debe dedicarse a los quehaceres del hogar y que el esposo solo debe ayudar a la esposa.
Cuando el peso de las responsabilidades recae sobre una sola persona, los conflictos comienzan a aparecer junto con los reclamos, los cambios de humor y hasta los resentimientos, los cuales a veces se callan y crecen con el paso del tiempo.
Está en la pareja preocuparse por los cambios en la conducta de la persona a quien se supone que debe prestar atención y apoyar.
A todo esto hay que agregar a la familia de cada uno tratando de interceder y convirtiéndose, a veces, en un obstáculo más en la solución de los problemas de dos personas, no de sus allegados, ya que a veces esas intervenciones están sesgadas hacia la supuesta víctima en los conflictos matrimoniales.
Cuando ya parece inevitable, hay Parejas que despiertan de su letargo o su abandono y deciden poner de su parte para salvar el matrimonio, pero otras desisten de esa titánica tarea y optan por el divorcio; es aquí cuando comienzan los reproches y las culpas, la mayoría de las veces dirigidas a quien da el primer paso para la separación.
¿Pero quién realmente tiene la culpa del fracaso de un matrimonio?
En principio quien quiere divorciarse, en segunda instancia la familia de quien propuso la idea de terminar con el matrimonio y de último quien más daño le causó a su pareja para que tomara esta decisión, pero hay que estar claros: aunque el 50%, 60% o 70% de la culpa es de uno, ambos son miembros activos de esta sociedad y por consiguiente tienen alguna parte de la culpa.
Ella por no haber exigido más, o él por haber dado menos. Ella por dedicarse más a los hijos y a la casa o él por ser un trabajador empedernido. Ella o él porque se fijaron en otro, ella o él porque cayeron en tentación. La culpa nunca es de la suegra, del amigo o de quien se atravesó entre la pareja.