En poco tiempo tendrá más nietos, pero el cantautor catalán Joan Manuel Serrat ya tenía una nieta, Luna, de su hijo madrileño Queco, al cual tuvo cuando en la década de 1970 tuvo un romance con otra Mujer que no era su esposa.
Al contrario que su hija Candela, la actriz, que saltó a la fama por su papel de lesbiana en la telenovela “Seis Hermanas”, su nieta Luna, de 22 años, es famosa por ser periodista y amiga de famosos como los Matamoros, aparte de ser lo que ahora llaman “influencer” en Internet y de tener más de 17.000 seguidores en Instagram.
En esas mismas Redes Sociales contó hace pocos días, finales de julio, una desagradable experiencia personal que entronca con lo que las mujeres vienen denunciando más que nunca desde que el Movimiento #MeToo las animó a hacerlo: el acoso sexual de hombres hacia ellas.
Un pasajero americano compañero de viaje en el AVE
Luna Serrat empezaba poniendo esta frase de confesión personal en su Stories de Instagram: “Empiezo diciendo que estoy bien. Soy Luna Serrat, periodista, y os voy a contar, desde mi angustia, una de las situaciones más desagradables que he vivido nunca”.
Ella viajaba en el AVE Huelva-Madrid, el que salía de la ciudad andaluza a las 17:50 horas. Y con buen tono de periodista, relata con sinceridad, casi como de película de terror o angustia, que en el asiento contiguo del vagón del tren, que siempre son dos por fila y muy juntos, separados sólo por un respaldo para los brazos, se sentó un hombre quizá estadounidense, que sólo hablaba inglés y apenas algo de castellano.
En la Tablet que llevaba consigo, tenía la famosa película “50 Sombras de Grey” (película, por cierto, que los trenes AVE jamás proyectarían por haber niños entre los pasajeros). Él se dirigió a ella en su pésimo español, sugiriéndole que le acompañara en su visión.
Primero recordó Luna que al verla por primera vez, el hombre “me chequeó de arriba abajo” y soltó una extraña risa, y que de vez en cuando abría una cantimplora, la cual debía de llevar alguna bebida alcohólica, y cuyo olor se extendía por todo el vagón.
Mientras avanzaba la película, “En cada escena de sexo, se ríe, me mira, me siento intimidada y a él le gusta”. Su angustia va en aumento, sobre todo porque él gritaba en cada nueva escena sexual con Dakota Johnson, la actriz protagonista, esperando que ella empatizaría con él, pero no era eso lo que ella quería.
El revisor del tren le ayudó a cambiarse de asiento
Intentó pensar en otras cosas, estaba tan aterrorizada que no se atrevía a leer ni escuchar música, y menos dormirse. Le salvó el momento de que el revisor del tren preguntó por una maleta mal colocada. Luna aprovechó y salió al pasillo.
Le contó al revisor lo que pasaba, el lo entendió y le ofreció sentarse en otro asiento, lejos de aquel pasajero. Luego fue al lavabo del vagón a lavarse la cara, ya que las lágrimas que le caían le habían corrido el rímel, y se cruzó sin poderlo evitar con él. “Nada más salir [del lavabo], le vi. Me sonrió. Creo que se burlaba de mí”.
La odisea acabó cuando por fin el tren llegó a la Estación de Atocha de Madrid y estaba su madre esperándola, como siempre hace.
Más adelante, decidió contar en las Redes Sociales esta experiencia, por que “No me perdonaría que le pasase a mi hermana pequeña y que, por vergüenza, no me lo dijese o que no sea capaz de reaccionar”.
Muchas mujeres han compartido el relato en Twitter, Instagram o donde fuese, y han contado experiencias propias similares. Luna Serrat agradece la solidaridad de mucha gente, mujeres y hombres.