Los transgénicos son alimentos que han sido producidos de manera artificial manipulando sus genes; a partir de un organismo modificado mediante ingeniería genética y al que se le han incorporado genes de otro organismo para producir las características deseadas. Las técnicas de ingeniería genética son aquellas que consisten en aislar segmentos del ADN (el material genético) de un ser vivo (virus, bacteria, vegetal, animal e incluso humano) para introducirlos en el material hereditario de otro. Por ejemplo, el maíz transgénico que se cultiva en España lleva genes de bacterias que le permiten producir una sustancia insecticida.
La diferencia fundamental con las técnicas tradicionales de mejora genética es que permiten franquear las barreras entre especies para crear seres vivos que no existían en la naturaleza.
¿Quién está detrás de los transgénicos?
Las principales multinacionales productoras y distribuidoras de transgénicos son Monsanto, Syngenta (antes Novartis), Dupont (al que pertenece Pioneer Hi-bred), Bayer Crop Science y Dow.
Recientemente Bayer, grupo farmacéutico y químico alemán ha comprado Monsanto por 54.000 millones, la mayor adquisición de la historia de la farmacéutica alemana. El grupo alemán suprimirá la marca Monsanto, que pasará a llamarse únicamente Bayer, aunque si se mantendrá el nombre de los productos.
Con este movimiento, Bayer fortalece la cartera de negocios de salud y Alimentación, entra de lleno en el mercado estadounidense (que se le había resistido hasta ahora) y se convertirá en la empresa líder en el negocio de semillas y de pesticidas
Voces a favor y en contra de los transgénicos
Los defensores de los transgénicos, ven en este tipo de alimentos la oportunidad de acabar con el hambre en el mundo.
Este tipo de cultivos modificados genéticamente son resistentes a plagas, y también podrían llegar a desarrollarse con menos agua y sin el uso de pesticidas, lo que supondría un gran abaratamiento del cultivo. Este tipo de propiedades los harían ideales para países con problemas de sequía y plagas. Otro de los argumentos utilizados por las voces a favor es que con las modificaciones genéticas de los alimentos transgénicos pueden conseguirse productos más nutritivos e incluso más sabrosos.
También podrían usarse como medicamento o vacuna para determinadas enfermedades, insertando los genes necesarios.
El principal argumento de los detractores de los transgénicos es que sus efectos en la salud humana aún son desconocidos y que podrían ser potencialmente negativos. Además, promulgan que su consumo podría disparar el número de alergias alimentarias. El otro gran perjudicado por el uso de transgénicos según muchos científicos y organizaciones ecologistas sería el medioambiente: por la pérdida de biodiversidad y alteración de los ecosistemas.
Por ley, los productores de transgénicos están obligados a informar a los consumidores de la procedencia y componentes de los alimentos que ponen en el mercado.
En la UE no se comercializa ninguna variedad de fruta u hortaliza transgénica. Tampoco animales transgénicos, sin embargo, hay muchas investigaciones en curso. De momento, los únicos transgénicos que están autorizados para consumo en la Unión Europea son determinadas variedades de maíz y de soja, pero la industria de los transgénicos sigue presionando para aprobar nuevas especies y variedades.