La normalización del estilo de vida anglosajón, plagado de alimentos grasos y procesados, estrés y sedentarismo, y amparado por el imperio del hedonismo nos lleva a comer sobrepasando nuestras necesidades nutricionales. No nos alimentamos para saciar el hambre, sino por tratarse de un hábito social o para compensar ciertos conflictos emocionales. Tan solo un 10 % de la población mantiene su peso-salud sin esfuerzo.
La obesidad y sus enfermedades asociadas (miocardiopatías, diabetes, cáncer) están más relacionadas de lo que creemos con los desórdenes psicológicos.
Son varios los estudios que han analizado la repercusión de las emociones y del control del estrés en nuestros hábitos alimentarios. La adicción a la comida se está convirtiendo en un mal común. Por suerte, es posible romper ese círculo vicioso si reconocemos que tenemos un problema.
¿Te reconoces adicto a la comida?
Cuando la comida es considerada un refugio para compensar la ansiedad, la depresión, una mala noticia o una dificultad nos aproximamos al territorio de la adicción.
El adicto a la comida come a pesar de estar saciado, lo hace a escondidas, sin control sobre la cantidad de alimentos que va a ingerir y se siente culpable después de hacerlo. Sin embargo, el placer que se experimenta retroalimenta el proceso, repitiéndolo al rato.
Te preguntarás por qué ocurre esto. La respuesta es muy sencilla. El estrés al que estamos sometidos, las insatisfacciones o frustraciones son hacen segregar corticoides y grelina. Los llamados "Alimentos confort", ricos en grasas, azúcares y sal, además de resultar adictivos, nos aportan una inmediata sensación de placer y relajación.
De este modo, liberamos serotonina, endorfinas, dopamina y opioides y conseguimos apaciguar ese pico de ansiedad.
¿Cómo podemos salir de esta espiral?
Al tratarse de una adicción, la fuerza de voluntad se torna imprescindible para romper esa dañina dinámica. En este sentido, la hipnosis ha demostrado ser útil para redirigir las redes neuronales del cerebro y resetear nuestra percepción de la comida.
Esta modificación cognitiva nos permite ver la comida como lo que es y no como un premio o un refugio.
Sin embargo, el adicto debe querer curarse y visualizar ese anhelado cambio físico y psicológico en su persona cumpliendo una serie de pautas:
- La regla de las 8 horas, para descansar, trabajar y para el cuidado y disfrute de uno mismo.
- La triada compuesta por dieta equilibrada, ejercicio regular y gestión del estrés practicando yoga, mindfulness, baños de bosque...
- Consumir alimentos ricos en tirosina (pavo, salmón) o triptófano (legumbres, frutos secos, verduras) por ser precursores de la dopamina y serotonina, respectivamente.
- Sustituir el impulso de comer por otra actividad más saludable como llamar a un amigo, salir a caminar, poner en orden un armario...