Los horarios, el ritmo de vida, las prisas, la falta de planificación… provocan que muchos hogares, la cena acabe siendo algo improvisado o poco meditado. En consecuencia, se convierte en una comida de escaso valor nutritivo y, por lo general, de consumo excesivo. De hecho, debido a esto, es posible que la cena sea una de las principales causas de muchos sobrepesos, así como de algunos insomnios. Y es que lo último que nos llevamos a la boca al finalizar la jornada influye decisivamente en nuestra forma de descansar, por eso es fundamental asegurar una buena digestión y cenar a base de alimentos sencillos y de preparación culinarias ligeras.

Otro aspecto a tener en cuenta es que la cena permite equilibrar la dieta, ya que, en los menús de mediodía, habitualmente, no abundan los platos frescos ni las cocciones suaves. Asimismo, esto es importante en los niños, pues no podemos asegurar que en la escuela hayan comido pescado, verduras, fruta… la cena, por lo tanto, es un buen momento para incluirlos y enriquecer la Nutrición diaria.

Un hábito familiar

Por la noche suele reunirse toda la familia alrededor de la mesa, pero, en general, varían los requerimientos dietéticos de sus miembros. Cada uno tiene que adecuarse a su edad y actividad, pues no cenará lo mismo un niño que va al colegio que un adolescente que practica mucho deporte o un padre que ha estado todo el día en la oficina o ha comido fuera de casa.

Sin embargo, ello no debe significar un problema. Se trata de cocinar platos sencillos que puedan ir más o menos acompañados o aderezados, según las necesidades de cada comensal.

Se necesita tiempo

La planificación es otro factor que influye a la hora de la cena. Por ejemplo, si programamos los menús en función del tiempo real de que disponemos para prepararlos, evitaremos recurrir a los precocinados, bocadillos, pizzas… a causa de las prisas.

Por otro lado, no solo se necesita tiempo para elaborar los platos, sino también para tomarlos. Conviene cenar al menos dos horas antes de acostarse a fin de que la digestión se realice correctamente, sin olvidar que hay que comer despacio, masticar bien y descartar los estimulantes como refrescos de cola, té o café. En su lugar, optaremos por una infusión de manzanilla, tila o pasiflora, que favorece el sueño.

A partir de todas estas premisas, podemos deducir que la cena ideal es aquella que aporta pocas calorías, no requiere un gran esfuerzo digestivo, se compone de alimentos frescos, y se adapta a las necesidades nutricionales de cada miembro de la familia.

Cena fuera de casa

Existe la tendencia a comer más cantidad y platos más fuertes cuando salimos a cenar fuera de casa. Así, para que la cena en un restaurante no resulte inadecuada, convendrá elegir establecimientos que tengan un menú variado, con platos ligeros y suaves. Igualmente, es preferible renunciar a las preparaciones muy condimentadas o cubiertas de salsa, moderar el alcohol y evitar el café-

Sanos hábitos a tener en cuenta:

  • Conviene llegar a la cena con un apetito moderado. Para conseguirlo, podemos tomar una merienda ligera a base de fruta o una tostada con queso fresco.
  • Se ha de evitar el consumo de bebidas estimulantes, porque pueden alterar nuestro sistema nervioso y provocar insomnio, por lo tanto, es preferible tomar una infusión relajante, que facilite la digestión.
  • No es aconsejable irse a dormir sin haber cenado, pues solo se consigue retrasarla conciliación del sueño, además de dificultar la obtención de un descanso reparador.
  • La cena debe incluir vegetales o frutas frescas, pues proporcionan vitaminas y minerales, y sacian. Asimismo, equilibran la dieta, al compensar los excesos alimentarios que se hayan podido cometer durante el día.
  • Es recomendable que las proteínas procedan de carnes blancas (pollo, pescado, pavo o conejo…), ya que se digieren más fácilmente que la carne roja.